Nada que perder
Ninguna de las instituciones fundamentales de la democracia escapa de la cr¨ªtica casi un¨¢nime de la ciudadan¨ªa
La crisis econ¨®mica ha desencadenado una crisis pol¨ªtica e institucional. Ninguna de las instituciones fundamentales de la democracia escapa de la cr¨ªtica casi un¨¢nime de la ciudadan¨ªa. Partidos, gobiernos, parlamentos y jefatura del Estado sufren una crisis de reputaci¨®n sin precedentes. Sucede lo mismo con bancos y grandes corporaciones: las instituciones b¨¢sicas de la econom¨ªa de mercado tampoco se libran del rechazo de los ciudadanos. La recesi¨®n no solo est¨¢ destruyendo la riqueza del pa¨ªs: est¨¢ tambi¨¦n aniquilando la confianza ciudadana en las instituciones pol¨ªticas y econ¨®micas. Algunos pol¨ªticos, banqueros y grandes empresarios son conscientes de la gravedad de la situaci¨®n: sin complicidad ciudadana ning¨²n proyecto, ni pol¨ªtico ni econ¨®mico, puede llegar a buen puerto. En algunas acciones puntuales se vislumbra un ¨¢pice de reacci¨®n. Sin embargo, no hay una respuesta conjunta y contundente que frene de inmediato la ca¨ªda en picado de la reputaci¨®n de las instituciones.
La recuperaci¨®n de la credibilidad de las instituciones pol¨ªticas y econ¨®micas exige emprender un ejercicio de empat¨ªa con la inmensa mayor¨ªa de los ciudadanos. Debemos entender qu¨¦ les est¨¢ sucediendo. La quiebra de la confianza institucional tiene tres causas: el empobrecimiento casi general de la poblaci¨®n; el convencimiento de que los sacrificios no se han repartido con equidad; y la percepci¨®n de que en las decisiones sobre la crisis, la opini¨®n de los ciudadanos ha contado demasiado poco.
La crisis ha producido cambios en el modo de vida de nueve de cada diez espa?oles, seg¨²n los datos de El ObSERvatorio de MyWord para la Cadena SER. La crisis est¨¢ provocando un cambio social de enorme envergadura, que nos devuelve a tiempos para muchos olvidados. Asumir el empobrecimiento para el que lo sufre es siempre dif¨ªcil. Cuando implica renuncias a bienes materiales o servicios b¨¢sicos lo es a¨²n m¨¢s. Pero los sacrificios se tornan indigeribles cuando no se producen con equidad. Un reparto m¨¢s justo de los costes sociales de la crisis probablemente habr¨ªa podido contener gran parte del rechazo ciudadano a las instituciones pol¨ªticas y econ¨®micas. Cuando los resultados de la democracia son malos para la gran mayor¨ªa y adem¨¢s se perciben como injustos, los procedimientos en la toma de decisiones se colocan en el punto de mira. En esta crisis, la pol¨ªtica econ¨®mica se ha hecho sin tener en cuenta las preferencias ciudadanas. Obviamente, los gobiernos en democracia no tienen obligaci¨®n de decidir a golpe de sondeos, pero cuando sus decisiones son cuestionadas por voces solventes y adem¨¢s producen un empobrecimiento generalizado, cierta permeabilidad con las demandas ciudadanas es imprescindible. Los ciudadanos no reclaman soluciones m¨¢gicas a la crisis, est¨¢n pidiendo que los sacrificios, en Espa?a como dentro de cada instituci¨®n, se repartan entre todos. Las instituciones, pol¨ªticas y econ¨®micas, deber¨ªan darse por aludidas. Es la credibilidad de todas ellas lo que est¨¢ en juego. Y ninguna deber¨ªa olvidar uno de los lemas del 25-S: ¡°Porque solo podemos ganar¡±. Cuando muchos no tienen nada que perder, la democracia y la propia econom¨ªa de mercado peligran.
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