Regeneraci¨®n democr¨¢tica: algunas propuestas ciudadanas

Hace unos d¨ªas, tras hacerse p¨²blico el Bar¨®metro del CIS en que la clase pol¨ªtica vuelve a aparecer como el tercer problema que m¨¢s preocupa a los espa?oles, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa, anunci¨® que hab¨ªa encargado al Centro de Estudios Pol¨ªticos y Constitucionales un informe sobre c¨®mo regenerar nuestra democracia. No es este un tema sobre el que estemos por completo a oscuras. Al margen de lo que los expertos puedan ahora acabar proponiendo, la ciudadan¨ªa lleva ya largo tiempo expresando con claridad, sondeo tras sondeo, su diagn¨®stico sobre nuestro actual sistema pol¨ªtico y dejando claro lo que al respecto desear¨ªa que se hiciera. Y lo que pide no es precisamente la luna. Para empezar, los espa?oles demandan ¡ªy de forma masiva¡ª que nuestra cultura pol¨ªtica vuelva a estar impregnada de los valores de respeto, di¨¢logo, capacidad de comprensi¨®n mutua, transacci¨®n y pacto que caracterizaron a nuestra transici¨®n a la democracia ¡ªper¨ªodo este, por cierto, que ahora a?oran incluso quienes, por edad, solo lo conocen de o¨ªdas¡ª. Demanda que, no hace falta resaltarlo, es sistem¨¢ticamente deso¨ªda por todos los actores pol¨ªticos (con la ¨²nica excepci¨®n, si acaso, del Rey, que peri¨®dicamente la recoge y expresa con el lamentable escaso ¨¦xito que cabe constatar).

Reclaman que se pueda elegir a todos los candidatos en listas abiertas

En segundo lugar, los ciudadanos reclaman que el respeto a la Constituci¨®n no se entienda y practique a modo de enfermizo fetichismo que lleve a considerar intangible cuanto esta dice y contiene (salvo, por cierto, cuando su reforma nos viene perentoriamente exigida desde fuera, en cuyo caso lo que se dec¨ªa complicad¨ªsimo resulta ser, de pronto, factible y de forma fulminante: modo este de proceder, por cierto, que nuestra ciudadan¨ªa a¨²n no ha perdonado a la clase pol¨ªtica, como muestran los datos disponibles). Y en tercer lugar, lo que se reclama es que el sistema pol¨ªtico sea menos autista, menos cerrado sobre s¨ª mismo y se haga m¨¢s abierto y poroso al mundo exterior. La hondura y persistencia de todas estas demandas est¨¢ abundantemente documentada en multitud de estudios (y en todo caso, y si se me permite citar uno muy reciente y especialmente detallado, en el Pulso de Espa?aaparecido el pasado mes de junio). No cabe pues alegar ignorancia o sorpresa al respecto: estamos ante un aut¨¦ntico clamor.

Los datos del sondeo que Metroscopia acaba de realizar para este peri¨®dico y que acompa?an a estas l¨ªneas vienen una vez m¨¢s a confirmar, de forma clara e inequ¨ªvoca, el amplio anhelo ciudadano de contar con un entramado pol¨ªtico-institucional m¨¢s transparente, cercano y flexible, que posibilite una mayor participaci¨®n y se adecue mejor a la realidad social actual. As¨ª, ahora igual que hace seis meses, una masiva mayor¨ªa de los espa?oles se muestra partidaria de establecer un sistema de listas abiertas (de modo que los votantes puedan reordenar los candidatos o tachar alguno de los que les son propuestos por los partidos), de impedir la perpetuaci¨®n de dirigentes a la cabeza de las maquinarias partidistas, de reformar la ley electoral de modo que la distribuci¨®n de esca?os sea lo m¨¢s proporcional posible al total de votos conseguidos por cada formaci¨®n, y de que la selecci¨®n de candidatos se lleve siempre a cabo mediante elecciones primarias abiertas. Y adem¨¢s seis de cada diez espa?oles desean que, de una vez, el Senado se constituya y act¨²e como C¨¢mara de representaci¨®n de las comunidades aut¨®nomas, tal y como establece ¡ªhasta ahora en vano¡ª el art¨ªculo 69 de la vigente Constituci¨®n. Propuestas todas ellas en modo alguno ut¨®picas o de imposible consideraci¨®n, pero que hasta ahora han ido cayendo en saco roto. ?C¨®mo puede extra?ar entonces que la ciudadan¨ªa tenga cada vez m¨¢s la sensaci¨®n de que lo que dice y piensa no merece la atenci¨®n de quienes son sus representantes?