¡°En Espa?a las cosas est¨¢n muy mal ?no?¡±
Las duras condiciones de vida de los soldados desplegados en las bases de combate espa?olas en Afganist¨¢n
Las condiciones de vida en las dos bases de combate del Ej¨¦rcito espa?ol en Afganist¨¢n (Ludina y Moqur) no son duras, son peores. Con temperaturas extremas de hasta 45 grados en verano y menos 20 en invierno, los soldados realizan patrullas agotadoras cargados con 30 kilos de equipo de combate (casco, chaleco antibalas, fusil, munici¨®n, radio), azotados por el viento que llena la boca de arena, bajo la tensi¨®n de verse sorprendidos en cualquier momento por una bala traicionera o un artefacto improvisado (IED) que, en el mejor de los casos, obliga a esperar durante horas a que los desactivadores hagan su trabajo.
De vuelta a la base, duermen en tiendas de campa?a con cuatro literas dobles, comen alimentos enlatados con alg¨²n complemento fresco y se lavan los dientes con agua mineral para evitar el yala-yala, una infecci¨®n intestinal con los efectos de una dieta de adelgazamiento acelerado. Si se estropea alg¨²n equipo electr¨®geno, como ha sucedido m¨¢s de una vez, hay que hacer encaje de bolillos para evitar que las tiendas-dormitorio, sin climatizaci¨®n, se conviertan en hornos o congeladores. Y si la aver¨ªa se produce cuando ya ha salido el convoy de abastecimiento que llega cada diez d¨ªas, mala suerte.
El equipo de la Guardia Civil destacado en Moqur carece de alcohol¨ªmetro. No lo necesita. Impera una rigurosa ley seca. ¡°Pienso en beber una cerveza y se me caen los lagrimones¡±, bromea un soldado. No hay muchas oportunidades para el ocio: una pista de futbito con una cesta, un futbol¨ªn, una mesa de ping-pong, algunos aparatos de gimnasia y a correr por la ma?ana dando vueltas al interior del campamento. Hay dos televisiones, una con v¨ªdeos musicales y otra con el canal 24 horas, que el martes retransmit¨ªa ¨ªntegramente la intervenci¨®n del ministro de Hacienda, Cristobal Montoro, en el debate presupuestario. Un programa capaz de minar la moral de la tropa m¨¢s animosa.
Lo peor es la prolongada separaci¨®n de la familia. Los paracaidistas de la 12 compa?¨ªa de la tercera bandera, con base en Javal¨ª Nuevo (Murcia), est¨¢n en Moqur desde junio y no saldr¨¢n de all¨ª hasta que vuelvan a Espa?a, ya en noviembre. Antes la misi¨®n en Afganist¨¢n duraba cuatro meses, pero se ha alargado hasta cinco meses y medio, el l¨ªmite para evitar concederles un permiso de 15 d¨ªas en Espa?a. Quienes s¨ª disfrutan de un descanso son los oficiales que instruyen al Ej¨¦rcito afgano, cuya misi¨®n se prolongaba habitualmente seis meses, aunque este turno se quedar¨¢ hasta ocho para hacer coincidir su relevo con la llegada del nuevo contingente. ¡°Si me quedo m¨¢s tiempo, me paso a la insurgencia¡±, comenta jocoso un comandante. En tanto tiempo, algunos soldados han sido padres, y a¨²n no conocen a sus hijos, mientras que otros se han quedado hu¨¦rfanos, por lo que han sido repatriados.
Pese a ello, el capit¨¢n Pablo Torres, jefe del puesto Ricketts (Moqur), asegura que ¡°si pregunta a los soldados comprobar¨¢ que todos prefieren estar aqu¨ª que en Qala-i-Naw¡±, la base principal del contingente espa?ol en Afganist¨¢n, mucho m¨¢s confortable. Les preguntamos. Y la mayor¨ªa coincide con ¨¦l, aunque hay divisi¨®n de opiniones. Manuel Guti¨¦rrez, sargento de transmisiones, prefiere ¡°mil veces¡± estar en el puesto de combate, porque ¡°no tienes tiempo para aburrirte¡±; lo mismo que el cabo primero David Fraile, ya que ¡°se aprende mucho m¨¢s y los d¨ªas se hacen m¨¢s cortos¡±. El paracaidista colombiano Albeiro S¨¢nchez asegura que ¡°en Qala-i-Naw se est¨¢ mucho mejor, pero no se siente tanto la misi¨®n¡±, mientras que el boliviano Hugo P¨¢rraga no tiene dudas: si le diesen a elegir, ir¨ªa a Herat, donde ya estuvo en 2007.
El ambiente de las bases de combate es casi familiar. Oficiales y tropa comparten comedor y nadie se fija en si el soldado tiene las botas limpias: siempre est¨¢n sucias, aunque las acabe de cepillar. Tampoco hay restricciones para el uso del locutorio, que est¨¢ operativo las 24 horas y es gratuito. La ¨²nica limitaci¨®n la imponen el escaso tiempo libre y las 12 l¨ªneas que comparten los 200 vecinos de este peque?o pueblo. Igual que la decena de puestos de Internet.
Pero siempre se puede estar peor. Lo est¨¢n los 50 soldados destacados en la base de patrullas, que se ha mudado hacia el norte siguiendo los avances de las obras de graveado de la ruta Lithium, que une Qala-i-Naw con el norte de la provincia. No pueden ducharse, comen raciones de campa?a y duermen con el saco sobre el suelo. Aunque solo tres noches, pues al cuarto d¨ªa son relevados.
¡°Nuestras penalidades resultan insignificantes cuando miramos a nuestro alrededor¡±, afirma el capit¨¢n Jes¨²s Garc¨ªa del Castillo, jefe de la base de Ludina. La provincia afgana en la que est¨¢n desplegados los soldados espa?oles es la m¨¢s pobre de uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres del mundo. Las aldeas que les rodean carecen de electricidad o conducciones de agua potable, su dieta est¨¢ en l¨ªmite de la subsistencia y faltan los servicios m¨¢s elementales en sanidad o educaci¨®n. Por eso, el capit¨¢n se qued¨® perplejo cuando el notable de una tribu se le acerc¨® sol¨ªcito. ¡°Me he enterado de que las cosas en Espa?a est¨¢n muy mal ?no?¡±
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