Los fugitivos de Franco
Documentos in¨¦ditos relatan las historias de republicanos espa?oles que, tras huir de las c¨¢rceles de la dictadura, alcanzaron la libertad gracias al embajador mexicano en Lisboa
Al entrar en mi pueblo las fuerzas fascistas me buscaron para fusilarme, pero no lo consiguieron porque ya me hab¨ªa fugado. Como no pudieron cogerme, fusilaron a dos hermanos m¨ªos¡±. As¨ª empieza su relato al llegar a Lisboa a finales de 1946, huyendo de la dictadura franquista, Joaqu¨ªn Mart¨ªn Reinoso, de 33 a?os, soltero, natural de Fuentes de Le¨®n (Badajoz) y militante del PSOE. Uno de los cientos, tal vez miles, de republicanos espa?oles que encontraron auxilio en la Embajada de M¨¦xico en Portugal y a cuyos testimonios, in¨¦ditos hasta ahora y conservados en el archivo de la Secretar¨ªa de Relaciones Exteriores mexicana, ha tenido acceso EL PA?S. Su peripecia es un ejemplo m¨¢s de las penalidades sufridas por tantos fugitivos del franquismo durante 10 a?os terribles de guerra y c¨¢rcel hasta que encontraron en el pa¨ªs vecino la mano amiga de Gilberto Bosques, embajador mexicano en Lisboa, y pudieron escapar hacia la libertad.
¡°Yo me hab¨ªa marchado a Madrid¡±, continuaba Mart¨ªn Reinoso, ¡°incorpor¨¢ndome al batall¨®n de Margarita Nelken y combatiendo hasta el 28 de agosto de 1938 en que perd¨ª el brazo a consecuencia de un morterazo del enemigo en la posici¨®n de Carabanchel (¡). Me lo amputaron y me dieron in¨²til total. Como hab¨ªa que evacuar Madrid y no sab¨ªa ad¨®nde ir, cog¨ª el tren y me march¨¦ para mi tierra (¡). En Talarrubias (Badajoz) me detuvieron y me mandaron a Siruela, donde me tuvieron 15 d¨ªas sufriendo los m¨¢s malos ratos que se pueden dar; de ah¨ª me trasladaron al campo de concentraci¨®n de Castuera, donde sacaban a los hombres en camiones para fusilarlos. Un d¨ªa, un falangista me peg¨® una paliza por gusto. Al a?o me trasladaron a Herrera del Duque, donde la comida nos la daban cada 24 horas, 150 gramos de pan y 2 sardinas¡±.
En enero de 1941, Mart¨ªn Reinoso fue condenado a muerte, pena que despu¨¦s le ser¨ªa conmutada por la de 20 a?os y un d¨ªa. En 1946 recibi¨® un indulto y volvi¨® a su pueblo. Pero sus desgracias estaban a¨²n lejos de acabar. ¡°Me present¨¦ a la Junta de Libertad Vigilada y me mandaron al cuartel de la Guardia Civil. Mi llegada fue mala. Empez¨® el comandante del puesto por insultarme todo lo que quiso hasta decirme que me iba a dar una paliza y me iba a cortar la otra mano (¡). Me dijo que me ten¨ªa que presentar todos los domingos y que me iba a vigilar muy de cerca (¡). Me prohibi¨® entrar en ning¨²n casino; a las ocho de la noche ten¨ªa que estar en casa (¡). El 27 de octubre fue la ¨²ltima vez que me present¨¦ porque esa noche me volvieron a llamar. Aquello no me gust¨® nada y cruc¨¦ la frontera¡¡±.
El Gobierno mexicano dio a su embajador en Lisboa libertad de acci¨®n para resolver los dramas humanos que le llegaban
Y concluye: ¡°No he de olvidar las dos animaladas cometidas contra dos hermanos m¨ªos, ni la de mi querido padre, que muri¨® cuando iba para la estaci¨®n de Fregenal de la Sierra con el carro y le salieron al camino los fascistas y por no decir d¨®nde me encontraba yo le dieron fuego al carro (¡) y no quiero escribir m¨¢s porque recordando toda la historia pierdo el sentido¡±.
Su caso, como los m¨¢s de cien historiales referidos al periodo 1946-1948 conservados en seis gruesas carpetas en el archivo de la canciller¨ªa mexicana, ilumina uno de los momentos m¨¢s tenebrosos de la historia reciente de Espa?a, la represi¨®n pol¨ªtica de la inmediata posguerra. El miedo, la delaci¨®n, la venganza, la tortura y el infortunio, pero tambi¨¦n las casualidades inveros¨ªmiles, se unen en un rosario de penales, campos de concentraci¨®n y batallones de castigo. Una geograf¨ªa del terror de la que campesinos, exmilitares, alba?iles, maestros y mec¨¢nicos escapan a pie y a oscuras, perdidos por las sierras de la Pen¨ªnsula, hasta alcanzar el incierto refugio de Lisboa.
¡°Desde los Pirineos hasta M¨¢laga lo hice a pie en 39 d¨ªas, en los cuales pas¨¦ todas las calamidades que puede pasar una persona¡±, cuenta el malague?o y militante de la CNT Juan Contreras Mancera, de 36 a?os, que, tras fugarse de un batall¨®n disciplinario de Noales (Huesca) el 20 de junio de 1943 y permanecer dos a?os escondido en M¨¢laga, logra junto con un compa?ero, ¡°unas veces a pie y otras en tren¡±, cruzar la frontera portuguesa el 8 de marzo de 1945.
La enfermera socialista de Badajoz Isabel Pav¨®n Pav¨®n, de 42 a?os, narra a su llegada al pa¨ªs vecino que tras la entrada de las fuerzas franquistas a su ciudad fue detenida y ¡°propuesta para fusilamiento, no llev¨¢ndose este a cabo por no s¨¦ qu¨¦ causas¡±. ¡°No obstante, me hicieron beber medio litro de aceite de ricino y me cortaron el pelo. A mi padre, que contaba 70 a?os y desempe?aba el cargo de alcalde de Aceuchal, lo fusilaron, y mi hermano, que ten¨ªa el mismo cargo en Almendralejo, tuvo que huir¡¡±.
Jos¨¦ Couvelo se escap¨® a Lisboa aprovechando un permiso del manicomio. ¡°Me fing¨ª loco como ¨²nico medio de salvaci¨®n¡±
Llegar al Portugal del dictador Salazar, estrecho aliado de Franco, no era ninguna garant¨ªa de seguridad. Indocumentados e indigentes, los fugitivos ten¨ªan que esconderse, pues si ca¨ªan en manos de la polic¨ªa portuguesa eran devueltos de inmediato al presidio o al cadalso espa?ol. Una de sus tablas de salvaci¨®n, como acreditan los documentos ahora desvelados, era la organizaci¨®n humanitaria norteamericana Unitarian Service Comitte (USC), creada en 1940 con el fin de rescatar jud¨ªos, con sedes en Lisboa y Marsella, que trabajando clandestinamente colaboraba con la legaci¨®n mexicana en la capital portuguesa.
El embajador Gilberto Bosques fue un pionero de la ayuda a los refugiados de guerra. Ya como c¨®nsul en Marsella durante el r¨¦gimen de Vichy, su actividad hab¨ªa sido crucial para salvar a miles de espa?oles de los campos de concentraci¨®n franceses y ahora, desde su nueva posici¨®n, iba a continuar su misi¨®n de solidaridad. Pese al hecho de que el embajador de Espa?a en Lisboa fuera Nicol¨¢s Franco, el hermano del dictador, el diplom¨¢tico logr¨®, mediante un pacto de caballeros, que Salazar mirase para otro lado y permitiera que la Embajada ¡°protegiera y embarcara a los pr¨®fugos republicanos espa?oles con destino a M¨¦xico¡±, como recuerda en el libro de entrevistas Gilberto Bosques, el oficio del gran negociador.
Tanto el presidente L¨¢zaro C¨¢rdenas como su sucesor, Manuel ?vila Camacho, dieron a Bosques gran libertad de acci¨®n para resolver los dramas humanos que se iban presentando a cada paso. Los 1.482 documentos relativos al destino de m¨¢s de 500 espa?oles le¨ªdos ahora por EL PA?S dan cuenta del trasiego de comunicaciones entre la Embajada y las Secretar¨ªas de Exteriores y Gobernaci¨®n mexicanas, as¨ª como entre aquella y la USC, o las cartas de recomendaci¨®n de republicanos ya instalados en M¨¦xico, algunos muy notables, como el general Miaja, el socialista Indalecio Prieto o el exgobernador del Banco de Espa?a Luis Nicolau d¡¯Olwer, en favor de los fugitivos.
La prioridad, antes de que la legaci¨®n mexicana diera papeles al espa?ol evadido para que pudiera marchar a M¨¦xico o Venezuela, los dos destinos m¨¢s comunes, era confirmar que realmente eran acosados en Espa?a por su militancia pol¨ªtica. De esta tarea se encargaba la USC tomando declaraci¨®n, escrita frecuentemente a m¨¢quina y en primera persona, al fugado y firmada por este. Entre ese centenar de historiales hay algunos casos en que se neg¨® el apoyo ¡ª¡°de sus declaraciones hemos deducido que hab¨ªan salido de Espa?a por falta de trabajo o dificultades econ¨®micas y no como perseguidos por sus actividades pol¨ªticas¡±; ¡°seg¨²n varios compa?eros, es acusado de confidente¡±¡ª, pero la inmensa mayor¨ªa relata unas vidas de inconsolable desgracia y heroica resistencia.
Manuel Trigo Dom¨ªnguez, sevillano, que acabar¨ªa la guerra como teniente y ser¨ªa condenado a muerte e indultado a finales de 1940, declara el 4 de diciembre de 1946, al poco de llegar a Portugal, que era tal el acoso policial al que se ve¨ªa sometido que tom¨® una dr¨¢stica decisi¨®n: ¡°Recurr¨ª a fingirme loco como ¨²nico medio de salvaci¨®n. Estuve fingiendo hasta el 6 de octubre de 1946. En dicha fecha sal¨ª del manicomio de Miraflores de Sevilla, con permiso dado a los clientes mejorados (¡), permiso que estoy disfrutando en Lisboa, fuera del terror fascista que asola mi patria¡¡±. Jos¨¦ Couvelo Lorenzo, de Pontevedra, de 28 a?os, recuerda cuando le llevaban prisionero al penal de Burgos ¡°con los grillos en las manos corriendo la sangre¡± y cuando ¡°los fascistas¡± le metieron ¡°en una prensa de hierro para que confesase¡±.
?ngel L¨®pez Sot, universitario malague?o y militante de las Juventudes Socialistas, fue hecho prisionero por soldados italianos en febrero de 1937. Logr¨® escapar y regresar campo a trav¨¦s a su ciudad natal, pero fue detenido de nuevo al ser delatado por una vecina. ¡°D¨ªas m¨¢s tarde, a la una de la madrugada, fui conducido con nueve j¨®venes m¨¢s y una se?orita al cementerio de San Rafael, donde fueron fusilados en presencia m¨ªa, libr¨¢ndome yo gracias a la intervenci¨®n de un teniente que al tomarme el nombre y la edad se impresion¨® que fuera tan joven¡±.
Agust¨ªn Gim¨¦nez Campa?a, cordob¨¦s, fue condenado a muerte al t¨¦rmino de la guerra. Su relato en tercera persona es de una impasibilidad desconcertante: ¡°Trasladado al amanecer del 28 de mayo de 1940 al Cementerio Municipal del Este de Madrid y fusilado en uni¨®n de otros 50 sin ser herido ni recibir el tiro de gracia, pudo escapar y esconderse¡¡±. Lograr¨ªa huir a Portugal al segundo intento tras pasar por las c¨¢rceles de Zamora y Valencia.
Los papeles de Lisboa permiten establecer un patr¨®n com¨²n en la odisea de los fugitivos: condena de muerte al acabar la guerra, conmutada luego por 30 o 20 a?os de c¨¢rcel, lo que daba paso a un periplo interminable por el gran presidio en que se hab¨ªa convertido Espa?a; despu¨¦s, el indulto, la delaci¨®n, una nueva detenci¨®n y fuga.
Los documentos dan idea tambi¨¦n de la persistencia de la lucha guerrillera en aquellos a?os cuarenta. La resistencia, sobre todo de los militantes comunistas, es de una determinaci¨®n ¨¦pica, como ilustra el caso de ?ngel Ansareo Grandas. Tras participar en la toma del Cuartel de la Monta?a y combatir en los frentes de Guadarrama, Teruel y Catalu?a, huye a Francia al perder la guerra. All¨ª permanece 10 meses, hasta que es entregado a Franco y encarcelado en Reus. Escapa y le detienen otra vez el 5 de mayo de 1940. Condenado a muerte en Madrid, es indultado en 1943. Inmediatamente vuelve a unirse al maquis y llega a presidir ¡°el congreso que se celebr¨® en Cobas (A Coru?a)¡±. Con el nombre de guerra de A. Ribas, organiza varios grupos guerrilleros y mantiene cruentos enfrentamientos armados ¡°con falangistas y guardias civiles¡±. Llegan a ofrecerse, seg¨²n su relato, ¡°medio mill¨®n de pesetas por noticias de su paradero¡±. Ante el hostigamiento al que es sometido por las fuerzas franquistas, cruza la frontera de Portugal, ¡°sin rumbo conocido¡±, y llega a Lisboa en agosto de 1946. Su declaraci¨®n jurada acaba: ¡°Eliminando la descripci¨®n y hasta el recuerdo de otros muchos sufrimientos, solo me resta decir: ?Viva la Rep¨²blica espa?ola! ?Viva la paz en el mundo!¡±.
Los documentos revelan el incansable trabajo del embajador sorteando toda clase de trabas para salvar vidas o reunificar familias, entre ellas, el apercibimiento de la propia Secretar¨ªa de Relaciones Exteriores, que en una carta del 7 de febrero de 1948 le advierte de las ¡°irregularidades observadas en los requisitos indispensables¡± que deben cumplir los ¡°asilados pol¨ªticos¡±, o la prensa mexicana hostil a la solidaridad con los perdedores de la Guerra Civil. Un recorte de un diario incluido en una de las carpetas aprovecha el supuesto mal paso dado por uno de los republicanos espa?oles llegados a M¨¦xico para criticar la pol¨ªtica de ayuda a los refugiados. Agust¨ªn Gim¨¦nez Campa?a hab¨ªa sido acusado del robo de 3.000 pesos a una se?ora. Su foto y la de su esposa aparecen sobre el titular: Dos p¨¢jaros de cuenta. La nota cuenta: ¡°Son dos peligrosos maleantes de nacionalidad espa?ola que entraron en M¨¦xico merced a la generosa hospitalidad que les brindara en mala hora el Monje Loco de Jiquilpan [alusi¨®n al presidente L¨¢zaro C¨¢rdenas] en calidad de refugachos¡±.
La atm¨®sfera pol¨ªtica estaba cambiando en M¨¦xico. La solidaridad internacional como principio de la acci¨®n exterior establecido por los pol¨ªticos cardenistas comenzaba a debilitarse. Arturo Bret¨®n, sobrino de Bosques, le cuenta en una carta del 14 de mayo de 1948 que en el pa¨ªs ¡°las cosas pol¨ªticamente andan muy mal y hay mucho descontento con el Gobierno de [Miguel] Alem¨¢n, y los elementos que le rodean son una verdadera desgracia¡¡±. En Espa?a, la dictadura se hab¨ªa consolidado y los exiliados dejaban de pensar en el regreso. A mexicanos y espa?oles les quedar¨ªa la memoria de unos hombres que lucharon por un mundo m¨¢s justo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.