Apor¨ªa, desfiladero, atzucac¡
La pluralidad de las urnas, lejos del plebiscito, es un mandato a los pol¨ªticos para que hagan pol¨ªtica, es decir, que hablen, que dialoguen, que pacten
Estamos ante una apor¨ªa. Es una palabra profesoral, de origen griego, que significa dificultad para el paso. Es el desfiladero que da t¨ªtulo al ¨²ltimo libro de Jordi Pujol, El caminant davant del congost (El caminante ante el desfiladero en su versi¨®n castellana). O incluso m¨¢s, porque en el desfiladero hay la esperanza de que el estrechamiento termine con un punto de luz que permite cruzar la cordillera. La apor¨ªa es una paradoja, una contradicci¨®n irresoluble. Es el callej¨®n sin salida, el cul-de-sac franc¨¦s o el catal¨¢n atzucac, palabra de origen ¨¢rabe documentada desde 1238 seg¨²n Joan Corominas, que se ha mantenido sobre todo en tierras valencianas. No hay camino por donde avanzar y la ¨²nica v¨ªa expedita es el retroceso, regresar al pasado.
I ara qu¨¨ fem? ?Y ahora qu¨¦ hacemos?, se pregunt¨® uno de los asistentes. El profesor Francisco Rubio Llorente fue quien dio el diagn¨®stico. El eminente constitucionalista tiene la f¨®rmula jur¨ªdica para salir del paso, pero el jueves qued¨® claro, por si no lo estaba suficientemente, que no hay gobierno espa?ol ni mayor¨ªa parlamentaria que acepten la mera hip¨®tesis de la consulta a los catalanes sobre su futuro que Rubio Llorente quisiera facilitar. Una parte, la catalana ahora mayoritaria, considera que no hay soluci¨®n al conflicto sin consulta a los catalanes, y la otra, que cualquier soluci¨®n que pueda encontrarse debe excluir de principio la posibilidad de la consulta, al menos solo a los catalanes. Es una apor¨ªa.
El historiador Jos¨¦ ?lvarez Junco describi¨® la situaci¨®n como dos discursos paralelos que no terminan de encontrarse y se qued¨® corto. Son discursos divergentes que van distanci¨¢ndose cada vez m¨¢s. El debate que nos ocupa se celebr¨® con dos fondos que inquietan, cada uno a un lado distinto: la reforma de la educaci¨®n y de la inmersi¨®n ling¨¹¨ªstica que propone el ministro de Educaci¨®n, Jos¨¦ Ignacio Wert, y la negociaci¨®n entre CiU y Esquerra para la investidura y el gobierno. Es decir, dos l¨ªneas divergentes, que adem¨¢s se retroalimentan.
La iniciativa de Wert eclipsa el debate sobre el significado de los resultados electorales para el nacionalismo, revigoriza a un presidente Mas afectado por el incumplimiento de sus alt¨ªsimas expectativas y confirma al bloque soberanista en la necesidad de cerrar filas alrededor del Gobierno. Solo desde el punto de vista de la correlaci¨®n de fuerzas, Artur Mas tiene ahora a su lado a 107 diputados catalanes, mientras que Wert tiene a 28. El pacto de investidura entre CiU y ERC, que incluye el compromiso de tener todo listo para la consulta en enero de 2014, produce el efecto contrario en las filas del PP y en buena parte del PSOE.
Espa?a no es la FAES. Catalu?a tampoco es Converg¨¨ncia. Todos de acuerdo en ambas cuestiones, tras no poco trasiego conceptual, habitual en estos casos; sobre el significado de los pronombres: nosotros, vosotros, ellos; sobre las identidades colectivas y el derecho a tomar la palabra en su nombre; o sobre la voz colectiva e intemporal que permite que alguien hable en nombre de los catalanes de 1640 o de 1714 o de los espa?oles de 1492 o de 1812. Esas identificaciones esencialistas, en las que incurren con mucha facilidad los nacionalistas de m¨¢s largo aliento, no son gratuitas y hacen un buen servicio a la hora de agrupar adhesiones y separar el grano de la paja, es decir, a los tibios y los cr¨ªticos de los entusiastas y creyentes. Pero lo peor que tienen es que hay un momento, como el actual, en que se acercan peligrosamente a una verdad pol¨ªtica: entre las ideas de la FAES sobre Espa?a y los proyectos de independencia del soberanismo catal¨¢n queda muy poco espacio o no queda nada. As¨ª lo percibe Jordi Pujol: la FAES no es Espa?a pero es quien cuenta en Espa?a. Faltaba decir, pero se le entend¨ªa perfectamente: y no ustedes los socialistas. Y as¨ª lo percibe el PP, que tampoco ve por ning¨²n lado otro proyecto para Catalu?a que no sea, en el mejor de los casos, dejar las cosas como est¨¢n o, en el peor, recuperar competencias centrales como quiere Wert.
Todo esto qued¨® demostrado en el debate, en todas y cada una de las mesas sobre econom¨ªa, lengua y pol¨ªtica, y tambi¨¦n en el di¨¢logo entre Pujol y Gonz¨¢lez. El ¨²nico punto de acuerdo sin fisuras es que hay que seguir hablando. Toda soluci¨®n, si acaso hay soluci¨®n, pasa por el di¨¢logo y el pacto. Incluso la peor soluci¨®n, tambi¨¦n esta pasa por el di¨¢logo. No puede haber ni siquiera independencia si no hay finalmente di¨¢logo y pacto con Espa?a. Hay otra paradoja, otro atzucac, en la cuesti¨®n del pacto. Se entiende que Catalu?a ha recibido desde las instituciones del Estado tres negativas tajantes a sus propuestas: no al Estatuto de 2006 tal como fue aprobado por las Cortes y por los catalanes, no al pacto fiscal que cuenta con una mayor¨ªa social y pol¨ªtica, y no al derecho a decidir que ahora ha polarizado las elecciones catalanas. Esta triple y gradual negativa suscita dos interrogantes de muy distinto orden. ?Alguien tiene una propuesta interesante para Catalu?a o solo hay una m¨¢quina que dice no a todo? ?C¨®mo pueden esperar los nacionalistas catalanes que el Gobierno espa?ol hable y al final pacte lo m¨¢s, la independencia, sino hay disposici¨®n para hablar y pactar para lo menos?
El optimismo antropol¨®gico no clausur¨® su ciclo con Zapatero. Lo hay en los dos campos polarizados, en el soberanismo o independentismo y en el inmovilismo o regresismo espa?olista. Pero el com¨²n de los pol¨ªticos, empresarios e intelectuales que asistieron al debate viven la apor¨ªa como lo que es, una angustiante paradoja o un nudo gordiano que solo podr¨¢n deshacer la determinaci¨®n y el coraje de los gigantes pol¨ªticos. Puede que fueran estas virtudes heroicas, hoy tan ausentes, las que permitieron el ¨¦xito de la Transici¨®n. Ah¨ª estaban Pujol y Gonz¨¢lez para evocar los viejos buenos tiempos en que hab¨ªa confianza, proyecto com¨²n y conexi¨®n emocional, objetos todos ellos hoy ausentes seg¨²n la cartesiana descripci¨®n del presidente Mas. Pero tambi¨¦n hab¨ªa l¨ªderes capaces de convencer en vez de vencer y derribar al adversario, como lo fueron Pujol y Gonz¨¢lez. ?Hay que esperar a que aparezcan unos nuevos gigantes que nos ayuden a pasar el desfiladero?
El tiempo juega en favor de la divergencia, pero el resultado de las elecciones catalanas y la fragilidad de la nueva mayor¨ªa de Gobierno van a dar un peque?o respiro, una ventana de uno o dos a?os. Desde Barcelona est¨¢ muy claro quien tiene que mover ficha. Despu¨¦s de tres negativas a las propuestas que salieron de Catalu?a toca hacer propuestas constructivas desde el Gobierno de Espa?a. Si lo que entra en la ventana de oportunidad est¨¢ en la l¨ªnea de Wert, en las pr¨®ximas elecciones, en dos a?os quiz¨¢s, habr¨¢ una mayor polarizaci¨®n y puede que las mayor¨ªas soberanistas se ensanchen y radicalicen. No es el caso de la propuesta de reforma federal de la Constituci¨®n de Alfredo P¨¦rez Rubalcaba, a pesar de su expl¨ªcita exclusi¨®n del derecho a decidir. No vale ahora la respuesta estereotipada de cierto soberanismo: a buenas horas, mangas verdes. Es decir, ya es tarde. Josep Anton Duran i Lleida fue expl¨ªcito. Mejor tarde que nunca. No s¨¦ si es tarde, pero es imprescindible dialogar.
Artur Mas finge que los resultados electorales del 25-N nada han cambiado en su hoja de ruta. Pero no es as¨ª. No tiene una legislatura entera ante s¨ª. No ha conseguido el plebiscito personal a su plan y a su negociaci¨®n de t¨² a t¨² con Rajoy, desde una mayor¨ªa absoluta frente a otra mayor¨ªa absoluta. La pluralidad de las urnas, lejos del plebiscito, es un mandato a los pol¨ªticos para que hagan pol¨ªtica, es decir, que hablen, que dialoguen, que pacten. Y tambi¨¦n, por tanto, que se den una segunda oportunidad. Que abran de nuevo las puertas que hab¨ªan dado por cerradas para siempre. Que no desde?en las propuestas federalistas. No se convierte el callej¨®n sin salida en un desfiladero hasta que no se consigue encontrar el paso que se abre al nuevo paisaje. Y esto requiere constancia, paciencia, obstinaci¨®n incluso.
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