El despilfarro del AVE
El coste supera los 40.000 millones y apenas representa el 1% de la movilidad de pasajeros
La inversi¨®n en l¨ªneas de alta velocidad ha supuesto una ingente movilizaci¨®n de recursos p¨²blicos. Si contamos las l¨ªneas ya ejecutadas o en construcci¨®n, el coste total supera los 40.000 millones de euros. A eso debemos a?adirle que los gastos de mantenimiento anual estar¨¢n por encima de los 400 millones de euros. Son cifras mareantes, y m¨¢s teniendo en cuenta que el AVE apenas representa el 1% de la movilidad de pasajeros en Espa?a. No es dif¨ªcil encontrar otros usos del dinero p¨²blico con mayor utilidad social, incluso en el propio modo ferroviario. Las l¨ªneas de cercan¨ªas mueven 450 millones de pasajeros al a?o, mientras que las l¨ªneas de AVE apenas canalizan un tr¨¢fico de 25 millones.
En el mejor de los casos, el AVE puede consolidar procesos econ¨®micos ya existentes pero dif¨ªcilmente crear¨¢ din¨¢micas econ¨®micas nuevas. M¨¢s que crear tr¨¢fico adicional (que es lo que realmente genera impacto econ¨®mico sobre el territorio), el AVE desplaza tr¨¢fico de otros modos, especialmente del tren convencional. En este sentido, el AVE contribuye a la concentraci¨®n de la actividad econ¨®mica en las grandes ciudades por lo que es un factor impulsor de las crecientes disparidades regionales que se observan en nuestro pa¨ªs. Adem¨¢s, un coste elevado asociado a una baja demanda lleva inevitablemente a unos precios elevados por lo que tienden a sacar m¨¢s provecho de esta infraestructura personas de mayor nivel de renta. En contraste, las l¨ªneas de cercan¨ªas y regionales suelen ser m¨¢s utilizadas por personas que cuentan con menos recursos y tales l¨ªneas tienden a tener peor servicio una vez el AVE entra en funcionamiento.
Se podr¨ªa aducir en defensa del AVE que permitir¨¢ corregir uno de los grandes d¨¦ficits hist¨®ricos en infraestructuras; el diferente ancho de v¨ªa en Espa?a en relaci¨®n al resto de Europa. Sin embargo, esto es particularmente relevante para el tr¨¢fico de mercanc¨ªas, mientras que el dise?o de la red ha priorizado el de pasajeros. Un aspecto clave para salir de la tremenda crisis econ¨®mica que azota al pa¨ªs es apoyar a la industria exportadora, y aqu¨ª la contribuci¨®n del AVE va a ser m¨¢s bien modesta o incluso negativa en la medida que la degradaci¨®n del tren convencional puede aumentar los costes de transporte del sector manufacturero.
Es cierto que el AVE contamina menos que el coche o el avi¨®n, pero puede llegar a contaminar m¨¢s que el tren convencional en distancias cortas (y eso sin contar la gran contaminaci¨®n generada durante la construcci¨®n). Por otro lado, tambi¨¦n es cierto que algunas empresas espa?olas van a beneficiarse de suculentos contratos de construcci¨®n de nuevas l¨ªneas de AVE en otros pa¨ªses pero esto, si acaso, va a reportar beneficios a unos pocos y no al conjunto de la sociedad.
En suma, la inversi¨®n en AVE exige un impresionante uso de recursos p¨²blicos, tiene un impacto econ¨®mico limitado y con efectos m¨¢s bien regresivos. Por tanto, sorprende que sigan destin¨¢ndose en torno a dos tercios del total de recursos disponibles para obra nueva en l¨ªneas de AVE. Y m¨¢s teniendo en cuenta que solo Espa?a apuesta de forma decidida por esta inversi¨®n. Tal y como se muestra en el libro de Albalate & Bel The Economics and Politics of High Speed Rail: Lessons from Experiences Abroad, la red espa?ola casi duplica la de Francia y triplica la de Alemania, y solo China cuenta con m¨¢s kil¨®metros de AVE.
Explicar la obstinaci¨®n en mantener la inversi¨®n en AVE entra ya en el terreno de lo especulativo. Puede que pol¨ªticamente sea dif¨ªcil negarle a aquellos territorios que a¨²n no cuentan con l¨ªneas de AVE una inversi¨®n que en apariencia supone una modernizaci¨®n de calado. Puede ser tambi¨¦n que la presi¨®n ejercida por un sector constructor en dificultades tenga su papel. Pero lo que es seguro es que la inversi¨®n en AVE da?a nuestras posibilidades de afrontar con ¨¦xito los dos grandes retos econ¨®micos que tenemos pendientes; el desempleo y el d¨¦ficit p¨²blico.
Xavier Fageda es profesor de pol¨ªtica econ¨®mica en la Universidad de Barcelona.
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