Sentencia, ¡®escraches¡¯ y burbuja
La sociedad percibe que los desmanes de bancos y, sobre todo, cajas van quedando impunes
En noviembre de 2012, seg¨²n un sondeo de Metroscopia para este peri¨®dico, el 95% de los espa?oles reclamaba ya al Gobierno un cambio urgente de la legislaci¨®n hipotecaria vigente. No sin motivos: el 91% pensaba que con mucha frecuencia las entidades financieras hab¨ªan abusado de la buena fe y de la falta de conocimientos jur¨ªdicos de la gente haci¨¦ndoles firmar hipotecas con condiciones abusivas; por ello, el 91% conclu¨ªa que el papel de los jueces no pod¨ªa ya ser aplicar sin m¨¢s la actual legislaci¨®n hipotecaria, sino tratar de proteger de abusos a la parte m¨¢s d¨¦bil; y, adem¨¢s, el 96% reprochaba al Banco de Espa?a no haber vigilado m¨¢s de cerca la forma en que se formularon y concedieron determinadas hipotecas. La sentencia del Tribunal de Justicia de la Uni¨®n Europea del pasado jueves, que ha venido, en l¨ªneas generales, a avalar este desasosiego ciudadano, es percibida por el 61% como un varapalo que desprestigia a Espa?a. Sin duda porque han tenido que transcurrir dos decenios para que nuestro pa¨ªs haya de darse formal e indefectiblemente por enterado de una normativa europea de protecci¨®n de los consumidores que est¨¢ vigente ?desde 1993!
Nuestra ley hipotecaria data sin duda ¡°de tiempo inmemorial¡±, como se ha dicho, pero el problema no parece radicar tanto en esta obvia vetustez como en la larga y generalizada tolerancia oficial de las crecientes y abusivas adherencias, en forma de cl¨¢usulas en letra peque?a, con que las entidades financieras han ido engordando nuestras hipotecas. Ciertamente ¡ªprocede matizarlo¡ª no siempre y no todas, pero s¨ª las suficientes, y s¨ª lo suficientemente a menudo como para que ahora su imagen social de conjunto est¨¦ severamente da?ada. Como nuestra sociedad tiene la sensaci¨®n (recogida en m¨²ltiples sondeos) de que los desmanes de bancos, y sobre todo Cajas, van tendiendo a quedar impunes, no puede extra?ar la unanimidad con que ahora se pide que el varapalo europeo se aplique no solo en clave de presente o de futuro, sino tambi¨¦n retroactivamente. Algo sin duda tan complejo como delicado pero que expresa claramente el ansia social de que las instituciones financieras sean obligadas a alg¨²n tipo de reparaci¨®n expiatoria.
En esta misma clave de hartazgo y de exigencia de responsabilidades cabe entender el masivo apoyo ciudadano (89%) a la campa?a de ¡°escraches¡± anunciada por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, que consiste en presionar (se entiende que pac¨ªfica y educadamente) a los diputados mediante cartas, mensajes y concentraciones, para que apoyen la Iniciativa Legislativa Popular sobre hipotecas. En sistemas pol¨ªticos distintos del nuestro (como, paradigm¨¢ticamente, el estadounidense) las presiones de este o muy parecido tipo sobre senadores y congresistas est¨¢n a la orden del d¨ªa. Sin duda, la l¨ªnea entre la presi¨®n admisible y la coacci¨®n inaceptable puede llegar a ser muy sutil y fr¨¢gil, pero este tipo de reacciones ciudadanas, por inquietantes que puedan llegar a ser, resultan entendibles cuando la carrera de los pol¨ªticos depende directamente de su historial de decisiones. En nuestro sistema pol¨ªtico los diputados y senadores viven en un confortable anonimato decisorio: nadie lleva el registro (y, por otro lado, nadie ve mayor utilidad en hacerlo) de qui¨¦n vota a favor o en contra de esta o aquella propuesta legislativa.
La f¨¦rrea disciplina de voto viene a eximir a los a ella sujetos de toda responsabilidad individual por la decisi¨®n resultante (salvo en las contadas ocasiones en que se permite la libertad de voto). Y eso es lo que esta novedad del ¡°escrache¡± aspira a conseguir en el tema hipotecario: el voto en conciencia, es decir, que cada diputado o senador act¨²e como si tuviera que dar cuenta de sus actos a los votantes, y no a su jefe de filas. Que algo tan ajeno a nuestros usos pol¨ªticos, que es tan dif¨ªcilmente trasplantable a nuestra actual mec¨¢nica pol¨ªtica y que conlleva tanto riesgo potencial de derivar en situaciones inaceptables (e incluso delictivas) de acoso ¡ªcon independencia de la sin duda sincera intenci¨®n de sus proponentes¡ª reciba el apoyo de nueve de cada diez espa?oles debe ser entendido como muestra del grado extremo que est¨¢ alcanzando el desapego, la desconexi¨®n y el recelo de la ciudadan¨ªa respecto de sus leg¨ªtimos representantes. Los espa?oles se muestran as¨ª dispuestos, un poco a la desesperada, a avalar estrategias que como m¨ªnimo cabe considerar heterodoxas por si acaso ese fuera el modo de pinchar la burbuja en que perciben encerrados a sus pol¨ªticos y de lograr que aterriicen, por fin, en el suelo com¨²n de la dura realidad cotidiana.
Jos¨¦ Juan Toharia, catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa, es presidente de Metroscopia.
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