Isaac Arenal, superviviente de una c¨¢rcel de exterminio
Soport¨® el internamiento del penal de Valdenoceda
En Valdenoceda, un min¨²sculo pueblo burgal¨¦s de 70 habitantes, las autoridades franquistas establecieron una c¨¢rcel de exterminio, un penal donde no mataban a los reclusos. Simplemente los dejaban morir de hambre y de fr¨ªo. Isaac Arenal no quiso darles a quienes le hab¨ªan ganado la guerra esa satisfacci¨®n extra y tuvo una vida larga, que hasta el pasado viernes sum¨® 92 a?os. Era uno de los ¨²ltimos supervivientes de aquel penal, del que no salieron con vida muchos presos.
Arenal no exageraba. Militante de las Juventudes Socialistas Unificadas le hab¨ªan detenido antes de terminar la Guerra Civil y para cuando lleg¨® a Valdenoceda hab¨ªa pisado ya otras tres c¨¢rceles madrile?as. Pero Valdenoceda, repet¨ªa, era ¡°distinta¡±. All¨ª los reclusos no iban a cumplir a?os de condena, sino a desaparecer.
¡°Durante el primer invierno fallecieron todos los d¨ªas tres o cuatro internos, recordaba en sus memorias. De fr¨ªo, porque las ca?er¨ªas se congelaban, las duchas eran con agua fr¨ªa y los vigilantes ten¨ªan la costumbre de sacarlos al patio cuando llov¨ªa hasta que estaban completamente empapados y les dejaban volver a la galer¨ªa, donde abr¨ªan todas las ventanas. Y de hambre: ¡°El men¨² consist¨ªa en un plato de agua con color lleno de bichitos¡±.
Eran los propios presos los que cargaban a hombros con sus compa?eros muertos hasta el exterior de la c¨¢rcel. Un vecino del pueblo recuerda ver c¨®mo en ese trayecto los reclusos se abalanzaban sobre las patatas crudas del campo, comi¨¦ndoselas como si fueran manzanas.
Arenal recordaba especialmente la crueldad de la celda de castigo, ubicada a la altura del r¨ªo. ¡°Cuando sub¨ªa el agua, el preso empezaba a gritar. Los vigilantes solo iban a sacarlo cuando ten¨ªa el agua al cuello¡±.
Se pregunt¨® muchas veces por qu¨¦ ¨¦l hab¨ªa conseguido sobrevivir a aquel penal de exterminio en el que cada d¨ªa ve¨ªa caer a tres o cuatro compa?eros y en el que otros perdieron la cabeza. Quiz¨¢ por su juventud ¡ªten¨ªa 19 a?os cuando ingres¨® en la c¨¢rcel¡ª y porque se empe?¨® en no darle a su enemigo el gusto de su rendici¨®n. Fabric¨® un ajedrez, ense?¨® a otros presos, y nunca dej¨® de hablarles de lo que har¨ªan cuando estuvieran fuera. De llenarles la cabeza de planes.
Tras lograr sobrevivir tres inviernos a aquel penal, Arenal fue puesto en libertad condicional en 1941, y trasladado al 95? batall¨®n de soldados trabajadores, o como ¨¦l lo llamaba, de esclavos, con el que realiz¨® trabajos forzados en Soria, Navarra, ?lava, M¨¢laga, Madrid y Sevilla.
En marzo de 2010 llor¨®, emocionado, al entregar los restos de sus compa?eros de la prisi¨®n de Valdenoceda a sus hijos y nietos. Un grupo de expertos los hab¨ªa exhumado de aquella enorme fosa com¨²n en que se convirtieron los alrededores del penal. Arenal dec¨ªa que, pese a todo, hab¨ªa ocultado en sus memorias los detalles m¨¢s truculentos de su estancia all¨ª: ¡°Nadie creer¨ªa que ocurrieron de verdad¡±. Para los j¨®venes ten¨ªa siempre el mismo consejo: ¡°Estudiad, trabajad y, sobre todo, ?protestad!¡±.
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