Aznarazo
El duro Aznar y el blando Rajoy comparten el arte de perseverar en el error a costa de los dem¨¢s
El mismo padrino que le nomin¨® con su dedazo acaba de leerle la cartilla al presidente del Gobierno, propin¨¢ndole un sonoro aldabonazo. Un aut¨¦ntico aznarazo, que habr¨¢ de dolerle all¨ª donde m¨¢s le duele: en su dudosa legitimidad, tanto de origen como de ejercicio, para ocupar el poder ejerciendo el liderazgo de la derecha espa?ola. Al igual que Zapatero, Rajoy no da la talla como jefe del Ejecutivo. As¨ª lo revela el que carezca de discurso y de programa pol¨ªtico, gobierne con funambulismo entre improvisaciones y ocurrencias, resulte incapaz de comunicar con la opini¨®n p¨²blica, muestre una preocupante debilidad con el nacionalismo soberanista, se someta sin rechistar a las imposiciones de la troika y haga el rid¨ªculo en las cumbres europeas, donde no se atreve ni a abrir la boca. Un ZP cavern¨ªcola.
Pero lo m¨¢s llamativo es la irresponsabilidad pol¨ªtica con la que su antiguo mentor, y actual presidente honorario de su propio partido, ha desacreditado al presidente del Gobierno espa?ol mont¨¢ndole un esc¨¢ndalo medi¨¢tico de alcance global, retransmitido a todo Occidente por el grupo multimedia News Corporation en cuyo consejo de administraci¨®n ocupa un asiento muy bien remunerado. Vaya golpe para la marca Espa?a. Resulta dif¨ªcil de explicar, como no sea apelando a un rapto de neurosis paranoide, esta atrabiliaria p¨¦rdida de los estribos que ha parecido sufrir el antiguo inquilino de La Moncloa. ?Acaso es un resentido que desea vengarse del electorado espa?ol que le ech¨® a patadas por su indigna gesti¨®n de la guerra de Irak y del consiguiente atentado del 11M? ?O m¨¢s bien es un consumado y calculador histri¨®n, tipo Jos¨¦ Mourinho o Risto Mejide, al que le gusta hacerse el borde para parecer un bad boy? En todo caso, representa con tanta convicci¨®n su papel de villano que casi dan ganas de compadecer al pobre Mariano que hoy es v¨ªctima de su maligno rencor.
Ahora bien, tampoco deber¨ªamos dejarnos despistar demasiado por lo que a fin de cuentas no deja de ser otra cosa que puro teatro. En realidad, en este reparto de papeles entre el poli malo que encarna Aznar y el poli bueno que le deja hacer a Rajoy, hay mucha m¨¢s continuidad y coincidencia oculta de lo que parece a primera vista. Es verdad que sus estilos est¨¦ticos de afirmaci¨®n masculina resultan diametralmente opuestos. Pero en el fondo, el programa reformista que Aznar le marc¨® en la pizarra a su antiguo disc¨ªpulo es perfectamente asumible por este, aunque lo defienda con otras maneras mucho m¨¢s suaves y blandas: qu¨ªntuple reforma administrativa, auton¨®mica, fiscal, laboral y de la seguridad social. ?Acaso Rajoy y Montoro se proponen otra cosa distinta? Por lo dem¨¢s, la m¨¢s evidente continuidad entre el actual y el anterior l¨ªder de la derecha espa?ola es la apuesta intransigente por la pol¨ªtica de austeridad a ultranza. Es decir, la apuesta por la devaluaci¨®n interna, destinada a socializar las p¨¦rdidas empresariales empobreciendo todav¨ªa m¨¢s a las rentas salariales.
Y aqu¨ª destaca un sorprendente paralelo metodol¨®gico entre Aznar y Rajoy que me gustar¨ªa subrayar. Me refiero a su modo de abordar la guerra contra el terror hace diez a?os y la guerra contra la crisis a d¨ªa de hoy. Se recordar¨¢ que el tr¨ªo de las Azores justific¨® su ilegal e ileg¨ªtima invasi¨®n de Irak con un solo pretexto: la posesi¨®n iraqu¨ª de armas de destrucci¨®n masiva como prueba del delito o pistola humeante. Una excusa que luego se demostr¨® falsa, a pesar de lo cual jam¨¢s reconocieron su error ni mucho menos lo rectificaron. Pues bien, con el actual austericido ha pasado exactamente igual.
La excusa para sacrificar a las clases populares, condenadas al desempleo, el empobrecimiento y la desigualdad, ha sido la de considerar el desequilibrio presupuestario como causa de la crisis o pistola humeante. De ah¨ª que, seg¨²n los austericidas, lo mejor para sanear la econom¨ªa sea recuperar la estabilidad fiscal mediante una draconiana pol¨ªtica de ajuste. Pero el remedio ha sido mucho peor que la enfermedad, pues el ajuste fiscal est¨¢ agravando la recesi¨®n todav¨ªa m¨¢s. Ellos se justifican alegando que el sacrificio a corto plazo sanear¨¢ la econom¨ªa a largo plazo. Lo que tampoco es cierto, pues dada la ca¨ªda del ingreso fiscal la deuda p¨²blica crece a mayor ritmo que la reducci¨®n del d¨¦ficit. Por lo tanto, si no se cambia de pol¨ªtica, a largo plazo ser¨¢ todav¨ªa peor. Pero al igual que el tr¨ªo de las Azores, el tr¨ªo del austericidio, Berl¨ªn, Bruselas y Madrid, tampoco est¨¢ dispuesto a reconocer su error ni menos a rectificarlo. Por el contrario, se empecina en reforzar la dosis por mucho que sufra el paciente hasta que agonice. De modo que el duro Aznar y el blando Rajoy comparten en com¨²n el arte de perseverar en el error a costa de los dem¨¢s. ?Hasta cu¨¢ndo?
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