Perdidos en la tierra de las desdichas
Viaje al coraz¨®n de La Guajira colombiana, una zona de desgobierno, contrabando y miseria El 14 de mayo fueron secuestrados all¨ª dos viajeros asturianos
A do?a Catalina Pushaina, m¨¢xima autoridad del resguardo ind¨ªgena Jirijitpana de La Guajira colombiana, vinieron a decirle que en la entrada de su rancher¨ªa Dios hab¨ªa dejado una ofrenda.
Era un milagro, insistieron los que llegaron agitados a traer la noticia, que ven¨ªa convertido en un Chevrolet vinotinto, de matr¨ªcula MKY-307 de Bogot¨¢, aparcado justo donde comienzan los dominios de Jirijitpana, en el kil¨®metro 85 de la v¨ªa que va hacia el cabo de la Vela, las playas adonde las almas de los indios wayuu van a descansar cada vez que se mueren.
En una rancher¨ªa sin agua y sin energ¨ªa el¨¦ctrica, puesta sobre una tierra en la que solo brota el cactus y el trupillo, ese ¨¢rbol seco que apenas prueba aguacero una o dos veces al a?o (es la regi¨®n menos lluviosa de Colombia); en esa tierra, un auto abandonado bien podr¨ªa ser confundido con una ayuda del cielo.
Catalina dej¨® lo que estaba haciendo y sali¨® corriendo con su hija Edilca, la maestra del resguardo, a corroborar el chisme. Y lleg¨® el palabrero, que es el hombre que en cada familia ind¨ªgena tercia para que se resuelvan los conflictos. Y lleg¨® la romer¨ªa de nietos, sobrinos, hermanas y todo el clan, y hasta los clanes vecinos.
Y en efecto, aquel jueves 16 de mayo de 2013 los wayuu vieron ah¨ª estacionado el ampuloso aparato de latas embarradas, cubierto de matorrales. El carro hab¨ªa aparecido en ese punto dos d¨ªas antes y, seg¨²n lo dir¨ªa la polic¨ªa despu¨¦s, ya ten¨ªa signos de haber sido saqueado.
¡°Es la suerte de Dios. Si quiere, comenzamos a quitarle las partes para venderlas. Mire, do?a, su rancher¨ªa con tantas necesidades, con tanta hambre que tiene, y ese carro ah¨ª se va a podrir¡±, le dec¨ªan.
Pero Catalina, tan terca como esos trupillos que se pegan de la tierra contra todo pron¨®stico, guard¨® silencio, se dio la vuelta con un movimiento resuelto y, mirando de cara a los presentes, dijo:
¡ª?Cu¨¢l milagro ni que milagros! ?Ese carro hay que devolverlo!
¡ªPues nosotros no estamos de acuerdo, se?ora Catalina, al menos debemos cobrarle al due?o por haber irrespetado nuestro territorio ¡ªse escuch¨® desde la muchedumbre.
Catalina se qued¨® callada unos segundos y luego contrapunte¨®:
Amantes de la aventura
Conchi Marlaska Sedano y ?ngel S¨¢nchez Fern¨¢ndez, m¨¢s que turistas son viajeros. Los dos asturianos, residentes en el barrio de El Quirinal, en Avil¨¦s, llegaron a Colombia el 1 de mayo con la idea de pasar un mes recorriendo el pa¨ªs con parsimonia y en profundidad. Es su forma habitual de moverse por el mundo: fuera de los circuitos convencionales y entrando en contacto con la poblaci¨®n.
A las 12.11 del 14 de mayo se pusieron en contacto por ¨²ltima vez con su familia y amigos, en Asturias, desde La Guajira, en Colombia. Conchi envi¨® una foto desde su tel¨¦fono m¨®vil a un compa?ero de trabajo. Dos horas despu¨¦s, a las 14.17, el Whatsapp de Marlaska dej¨® de operar. Ya no hubo m¨¢s contactos, y el viernes 17, la familia, inquieta por la falta de noticias, confirm¨® telef¨®nicamente que en el hotel Mendihuaca, en el que se alojaban en la localidad de Santa Marta, en el Estado de Magdalena, no hab¨ªan visto a los dos clientes espa?oles desde el lunes.
?ngel, de 49 a?os, trabaj¨® en las factor¨ªas asturianas de la compa?¨ªa sider¨²rgica Arcelor-Mittal. Ahora est¨¢ prejubilado a causa de una dolencia. Conchi, de 43 a?os, es la menor de cuatro hermanas, estudi¨® Bellas Artes en la Universidad del Pa¨ªs Vasco y desde 1996 trabaja en la planta de impresi¨®n del diario La Nueva Espa?a.
¡ªEntonces si se quieren llevar el carro, lo pueden hacer tranquilamente, pero con mi cad¨¢ver dentro, dijo en voz alta.
Y entonces Catalina abri¨® la puerta del Chevrolet y se plant¨® en el puesto del conductor, aun temiendo, como se rumor¨® en alg¨²n momento, que pudiese haber una bomba.
Desde ah¨ª, desde la cabrilla, esta mujer de 59 a?os, diab¨¦tica, a la que le falla la vista, le dio indicaciones a Edilca para que buscara el tel¨¦fono de la polic¨ªa. Pero las horas fueron pasando y al momento en que oscurec¨ªa nadie ten¨ªa el n¨²mero a mano.
Esa noche, Catalina y tres mujeres m¨¢s durmieron en el carro, dos delante, dos atr¨¢s. Ning¨²n hombre de la comunidad las acompa?¨®, pues la mayor¨ªa estaban celebrando el velorio de una abuela llamada Ana Paula, y eso es lo mismo que no tener hombres. Y es que en un funeral wayuu se come chivo y se bebe chirrinchi a m¨¢s no poder, a veces durante un mes seguido, como explicar¨ªa luego Guillermo Ojeda, representante en La Guajira de la Junta de Palabreros. En resumidas cuentas, los hombres, a esa hora, estaban borrachos.
Las cuatro ind¨ªgenas pasaron la noche en vela, conversando sobre lo que pudo haber pasado, hundidas en el temor que significaba que viniera un bandido a hacer tiros para llevarse el coche.
Las sospechas sobre que algo infausto hab¨ªa ocurrido comenzaron cuando, recuerda Edilca, notaron que en los puestos delanteros hab¨ªa arena de mar. Eso significaba que los due?os del Chevrolet deb¨ªan de ser turistas que hab¨ªan estado en el cabo de la Vela, un balneario parecido a un para¨ªso, que extiende su costa sobre el mar Caribe, en uno de los extremos del norte de la pen¨ªnsula de La Guajira.
¡°A las seis de la ma?ana llam¨¦ a Uribia (el municipio m¨¢s cercano y al cual pertenece la rancher¨ªa Jirijitpana)¡±, contin¨²a Edilca. Y a las dos horas, las autoridades ya estaban en el lugar.
El coronel Elber Velasco, comandante de la polic¨ªa de La Guajira, recuerda que ese d¨ªa ning¨²n ind¨ªgena dio raz¨®n de c¨®mo el veh¨ªculo hab¨ªa llegado hasta aquel lugar tan apartado. ¡°El carro no ten¨ªa llaves para conducirlo. Algunos miembros de la etnia estaban cobrando 10 millones de pesos [unos 4.000 euros] para devolver el carro y as¨ª pagar la ofensa a sus tierras. Incluso dijeron que lo iban a quemar. Al final, nada de eso pas¨®¡±, dice.
Los polic¨ªas, antes de remolcar el carro y llev¨¢rselo definitivamente, comenzaron a esculcar qu¨¦ hab¨ªa dentro. Al principio no encontraron mayor cosa: papeles desperdigados, una etiqueta de una blusa nueva marca Nell, unos recibos de peajes. Pero luego apareci¨® un documento de la empresa bogotana Rentacar que certificaba que el veh¨ªculo era alquilado. Y m¨¢s all¨¢, en el fondo, los pasaportes de los ciudadanos espa?oles ?ngel S¨¢nchez Fern¨¢ndez y Mar¨ªa Concepci¨®n Marlaska Serrano. No parec¨ªa ya que Dios se hubiese acordado de los ind¨ªgenas de Jirijitpana. Al contrario, lo que all¨ª hab¨ªa ocurrido m¨¢s bien parec¨ªa una desdicha m¨¢s.
? El don y el l¨¢tigo. A La Guajira, que es el departamento ubicado m¨¢s al norte de Colombia, en l¨ªmites con Venezuela, le sucede aquella misma paradoja que recitaba Truman Capote y que sentenciaba que cuando Dios da un don tambi¨¦n entrega un l¨¢tigo.
Esta tierra tiene dones para mostrar, pero tambi¨¦n muchos l¨¢tigos dif¨ªciles de esconder. Por un lado est¨¢ el turismo. Iv¨¢n Alvear, representante del gremio, dice que en temporada alta pueden venir unos 1.700 extranjeros, lo que la ¨²ltima vez se tradujo en 7.000 millones de pesos (2,8 millones de euros aproximadamente), que se movieron entre toda la cadena hotelera y de servicios. Por aqu¨ª han desfilado brit¨¢nicos, espa?oles, alemanes, franceses, argentinos y chilenos. El escritor y chef Anthony Bourdain estuvo hace un par de meses por estas playas saboreando mariscos reci¨¦n sacados del mar para su programa de CNN.
En esta porci¨®n de Colombia, que tiene por tama?o casi los mismos 20.000 kil¨®metros cuadrados con los que cuenta un pa¨ªs como El Salvador, viven m¨¢s de 200.000 ind¨ªgenas, que representan el 38% de la poblaci¨®n total del departamento. Para un ind¨ªgena no existe Venezuela y Colombia por aparte. Lo que hay, para ellos, es una gran naci¨®n wayuu esparcida a cada lado de la l¨ªnea. Y esto ¡ªjunto con un paisaje capaz de producir toneladas de carb¨®n, sal y millones de pies c¨²bicos de gas natural, en uno de los ecosistemas marinos m¨¢s completos del mundo¡ª tal vez es lo que constituya el mayor don. En el a?o 2010, la Unesco declar¨® a los wayuu patrimonio inmaterial de la humanidad.
Pero lo que no se ve en los cat¨¢logos es mucho m¨¢s complejo. Desde hace d¨¦cadas, el contrabando de gasolina, cigarrillos, arroz y el narcotr¨¢fico mueven en la frontera m¨¢s dinero que cualquier industria legal. Ese es el l¨¢tigo de La Guajira.
Desde el lado de Venezuela, el Frente 59 de las FARC cobra por dejar pasar. Y desde Colombia, paramilitares, ahora llamados bacrim ¡ªbandas criminales¡ª por el Gobierno no dan su brazo a torcer para quedarse con las ganancias de lo que dejan los camiones que, repletos de mercanc¨ªa, cruzan en las noches el desierto, serpenteando las trochas ¨¢speras cercanas a las rancher¨ªas.
En el lado de Venezuela, las FARC cobran por dejar pasar. En el de Colombia, las bandas persiguen a los camiones cargados
Es un mapa ilegal dif¨ªcil de desentra?ar, sobre todo si se tiene en cuenta que durante a?os la clase pol¨ªtica ha estado emparentada con la mafia. Hoy por hoy, el gobernador de La Guajira, Juan Francisco G¨®mez Cerchar, conocido como Kiko, es uno de los pol¨ªticos m¨¢s cuestionados del pa¨ªs. Sin embargo, y pese a que sobre ¨¦l hay denuncias incluso por homicidio, no existe ning¨²n fallo judicial en su contra. Kiko G¨®mez siempre se ha declarado inocente.
Antes de las votaciones de las que sali¨® ganador, la ONG Corporaci¨®n Nuevo Arco¨ªris rese?¨® en un informe de riesgos electorales que G¨®mez ten¨ªa antecedentes judiciales: ¡°Su red pol¨ªtica es altamente criminalizada, estuvo detenido un a?o por el delito de tr¨¢fico de armas. Uno de sus aliados pol¨ªticos, Marcos Figueroa, fue socio de El hombre Marlboro [un exsenador condenado a 25 a?os por narcotr¨¢fico en EE UU] y es auspiciador de ej¨¦rcitos privados que regulan el tr¨¢nsito de contrabando y alcaloides por zonas fronterizas de La Alta Guajira¡±.
Figueroa, familiar de la esposa del gobernador, es, seg¨²n la polic¨ªa, el jefe de una bacrim. ¡°La vida de ¨¦l [de Figueroa] es su vida. Y la m¨ªa es la m¨ªa. Yo no tengo brazos armados. Si yo tuviera brazo armado, a m¨ª el pueblo no me habr¨ªa dado el apoyo que me dio¡±, le respondi¨® Kiko G¨®mez a la revista Semana de Colombia.
Y en mitad de tantos actores, legales e ilegales, est¨¢n los ind¨ªgenas, aferrados a su territorio ancestral, asentados en la Isashii, que en lengua wayuunaiki significa tierra virgen o desierto; esperando que del cielo caiga el agua, as¨ª sea en lloviznita, que caiga el juy¨¢, o la lluvia, que tambi¨¦n quiere decir sangre semental que fertiliza.
¡ªSi mandas a pedir un carrotanque con agua, ?el Estado lo proporciona gratis? ¡ªpregunto a la profesora Edilca.
¡ªNo, cuesta unos 120.000 pesos [48 euros], plata que a veces tenemos o que a veces no tenemos.
¡ª?Cu¨¢ntas personas se quedan sin agua si no hay plata?
¡ªEn esta rancher¨ªa hay unas 20 casas y cada casa tiene cinco, seis, siete personas con sus ni?os.
¡ªY si pides el agua ya, ?cu¨¢ndo llega?
¡ªMe pueden decir que dentro de un mes o mes y medio.
Edilca guarda silencio. Mientras tanto, nada; mientras tanto, se mueren de sed o simplemente de pobreza. Porque de eso s¨ª hay de sobra, y hasta para repartir.
? No se los trag¨® la tierra. Est¨¢s ilusionado porque te vas de vacaciones. Haces maleta y tomas el riesgo de viajar a un pa¨ªs que a lo mejor no conoces bien. Pero resulta que te vas, cruzas el oc¨¦ano y no vuelves. ?ngel S¨¢nchez Fern¨¢ndez y Mar¨ªa Concepci¨®n Marlaska Serrano salieron de Bogot¨¢, en el Chevrolet Spark vinotinto, el 2 de mayo, seg¨²n se lee en el documento que firmaron en Rentacar.
El servicio de ubicaci¨®n por GPS o Lojack, que administra ChevyStar para Chevrolet, marca que ?ngel y Mar¨ªa pasaron por Villa de Leiva, un pueblo del centro del pa¨ªs, donde se quedaron tres d¨ªas tal vez viendo las casonas y recorriendo las calles empedradas, por las que a¨²n se puede respirar algo de la Espa?a del siglo XVII.
Y pasaron por San Gil, Santander, rumbo al norte y all¨¢ se quedaron otros dos d¨ªas. El GPS reporta que siguieron su camino hasta la Costa Caribe. ¡°El ChevyStar no era preciso en las coordenadas y nos se?alaba que hab¨ªan estado en Santa Marta [ciudad costera]; eso nos ten¨ªa despistados un poco, pero luego supimos que se hab¨ªan alojado en el Mendihuaca Caribbean Resort, que queda a mitad de camino entre los departamentos del Magdalena y La Guajira, en todo el piedemonte de la Sierra Nevada¡±, dice un oficial de la polic¨ªa que ha trabajado en la investigaci¨®n. All¨ª la pareja dej¨® todo su equipaje antes de partir hacia el cabo de la Vela. No se llevaron casi nada.
Los secuestradores llamaron a la familia para decir que los espa?oles deb¨ªan pagar por un accidente que hab¨ªan causado
?ngel y Mar¨ªa recorrieron al menos 1.243 kil¨®metros, antes de que se perdiera su rastro. ¡°Supimos que era un secuestro cuando los raptores hicieron la primera llamada a los familiares en Espa?a y les dijeron, ¡®miren, ellos causaron un accidente y tienen que pagar la ofensa¡±, asegura otra fuente policial, quien aclara que los secuestradores exigieron dinero por la liberaci¨®n de ?ngel y Mar¨ªa con la excusa de que ellos hab¨ªan supuestamente causado un accidente con el carro. ¡°Esa teor¨ªa [de que causaron un accidente] la puede descartar. Eso no puede ser cierto¡±, espeta Guillermo Ojeda, el representante de la Junta de Palabreros. ¡°Si la pareja hubiese causado un accidente en territorio ind¨ªgena, jam¨¢s se hubiera manejado de esa manera. Ahora bien, no descartamos que ind¨ªgenas puedan estar involucrados en el hecho, aunque no como autores intelectuales. Porque es muy dif¨ªcil que algo pase en territorio wayuu y el due?o de esa tierra no se entere¡±, prosigue.
Entonces, ?qui¨¦n estaba interesado en secuestrarlos? ?Fue por dinero? ?ngel y Mar¨ªa, donde quiera que est¨¦n, no sabr¨¢n que el a?o pasado hubo 10 secuestros en La Guajira, ni tampoco que en 2011 el n¨²mero de casos hab¨ªa sido la mitad. Tampoco imaginar¨¢n que su secuestro fue el segundo que se cometi¨® este a?o en la regi¨®n ni que los tres primeros meses de 2013 significaron para Colombia el periodo con menos raptos en m¨¢s de 10 a?os. La cifra pas¨® de 566 en 2003 a 58 una d¨¦cada despu¨¦s, seg¨²n datos de la Fundaci¨®n Pa¨ªs Libre.
?ngel y Mar¨ªa, donde quiera que est¨¦n, desconocer¨¢n seguramente que como ellos en el pa¨ªs hay dos extranjeros m¨¢s privados de la libertad, seg¨²n dice el general Humberto Guatibonza, comandante del Gaula Antisecuestro: el canadiense Jernoc Wobert, secuestrado desde el pasado 18 de enero de 2013 por un grupo guerrillero guevarista que, como si fuera broma, recibe por nombre Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional. Y el otro es el dominicano Jos¨¦ Rafael S¨¢nchez, desaparecido en Santa Marta desde el 29 de junio de 2012.
?ngel y Mar¨ªa, donde quiera que est¨¦n, tal vez no sabr¨¢n que Uribia, el municipio donde se concentra la b¨²squeda, es el m¨¢s grande de Colombia, con una extensi¨®n de 8.400 kil¨®metros cuadrados de barro, desierto y laberintos. ?ngel y Mar¨ªa tal vez ignoren que la Junta Mayor de Palabreros Wayuu se comprometi¨® a ayudar a buscar a lo largo y ancho de esta tierra que, por lo sagrada que es, no es de libre acceso. ?ngel y Mar¨ªa no conocer¨¢n tal vez nunca a Catalina Pushaina, una mujer que, parada sobre la arena caliente de su rancher¨ªa, atada a esta historia por el azar, le pide a Dios que esta vez s¨ª llueva un milagro, uno solo: que los espa?oles aparezcan lo m¨¢s pronto posible.
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