La venta de una cantera cost¨® la vida a la pareja holandesa
La jugadora de voleibol y su marido recibieron un golpe en la base del cr¨¢neo en Murcia
La exjugadora de voleibol Ingrid Visser y su pareja, Severin Lodewijk, murieron de sendos golpes certeros en la base del cr¨¢neo, lo que hace sospechar a la polic¨ªa que se trata de un asesinato en toda regla. Esa es la conclusi¨®n de los forenses, pero faltaba por averiguar cu¨¢l era el m¨®vil. La polic¨ªa trabajaba bajo la hip¨®tesis de una causa econ¨®mica y conoce ya cu¨¢l fue el motivo: la venta, posiblemente fraudulenta, de una cantera de m¨¢rmol a las afueras de Murcia.
Juan Cuenca, exgerente del club de voleibol CVA Murcia 2005 y principal sospechoso, le vendi¨® una cantera de m¨¢rmol que no era de su propiedad a Severin Lodewijk por una cantidad pr¨®xima a los 300.000 euros. El holand¨¦s presionaba a Cuenca para cerrar la operaci¨®n y ese fue uno de los motivos de su viaje a Murcia el pasado 13 de mayo. Cuenca y Lodewijk hab¨ªan compartido una sociedad domiciliada en Gibraltar hace a?os, cuando la jugadora militaba en el club murciano, entre 2009 y 2011.
La cantera de m¨¢rmol se encuentra en la Sierra de Quibas, a las afueras de la capital murciana, y debi¨® pertenecer a Evedasto Lifante, el propietario del club de voleibol. Se trata de una cantera que hace varias d¨¦cadas que est¨¢ abandonada y que no ha sido explotada industrialmente. Precisamente Lifante manifest¨® a los medios de comunicaci¨®n que ten¨ªa la sospecha de que Cuenca hab¨ªa falsificado su firma para quedarse con su cantera y revenderla. Lifante lleg¨® a a?adir que Cuenca podr¨ªa haber utilizado tambi¨¦n su correo electr¨®nico. ¡°Conoc¨ªa mis contrase?as¡±, dijo. Todo hace pensar que Cuenca urdi¨® un doble enga?o, primero para privar a Lifante de una propiedad suya y luego, para vend¨¦rsela al compa?ero de la jugadora de voleibol.
Juan Cuenca, el principal sospechoso, compr¨® sosa c¨¢ustica d¨ªas antes del crimen
Hay otros detalles que avalan la tesis de un asesinato y de que todo fue premeditado. Cuenca sab¨ªa que la llegada de Lodewijk significaba tener que dar explicaciones sobre la venta de la cantera, as¨ª que arregl¨® una cita en la Casa Color¨¢, una especie de casa rural en la localidad de Molina de Segura, a las afueras de Murcia. Y, antes de la cita, Cuenca compr¨® sosa c¨¢ustica en un establecimiento.
La pareja lleg¨® a la casa en el veh¨ªculo de una tercera persona. Hab¨ªan alquilado un Fiat Panda negro que lo dejaron aparcado en el centro de la ciudad. All¨ª se encontraron con Juan Cuenca y con dos ciudadanos rumanos. Por el informe de los forenses, en la Casa Color¨¢ no hubo demasiada acci¨®n. No hubo torturas, ni heridas, ni forcejeo: Ingrid y Severin murieron de sendos golpes en la base del cr¨¢neo asestados con un objeto romo.
A partir de ese momento, sus cuerpos fueron mutilados y depositados en bolsas de basura, a los que se ech¨® sosa c¨¢ustica para acelerar su descomposici¨®n. Posteriormente fueron enterrados en una finca a 40 kil¨®metros del lugar. El an¨¢lisis forense de los restos de los holandeses determin¨® que tampoco fueron mutilados con una radial, como se ha comentado. Ni con un hacha.
Es la compra de la sosa c¨¢ustica la que relaciona directamente a Cuenca con las tareas de ocultaci¨®n de los restos de la pareja. Se hab¨ªa comentado que fue una amiga de Juan Cuenca quien hab¨ªa comprado la sosa por encargo de aquel. Sin embargo, la adquiri¨® el propio Cuenca y lo hizo d¨ªas antes de su cita con la pareja. El crimen de los holandeses se acerca a su esclarecimiento.
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