La confesi¨®n
La confesi¨®n en sede judicial del contable del partido en el poder, descubriendo y documentando la existencia de una caja b de financiaci¨®n clandestina que ven¨ªa funcionando desde su refundaci¨®n por el expresidente Aznar, podr¨ªa significar un punto de inflexi¨®n para el sistema pol¨ªtico espa?ol. O mejor dicho, para el r¨¦gimen de la transici¨®n, que a partir del pasado lunes 15 de julio ha perdido definitivamente la presunci¨®n de inocencia originaria, tras oficializarse ante la Audiencia Nacional la verdadera trama oculta que lo dirige desde la sombra, afectando a la presidencia del Gobierno y del Consejo de Estado. A partir de aqu¨ª ya nada volver¨¢ a ser igual, pues la deposici¨®n del tesorero ha revelado la verdadera naturaleza de nuestro r¨¦gimen: un aut¨¦ntico Estado cleptocr¨¢tico de cohecho, que se camufla tras la impecable fachada jur¨ªdica de un Estado democr¨¢tico de derecho.
Es lo que todos sospech¨¢bamos desde que este peri¨®dico public¨® los primeros papeles de B¨¢rcenas. Pero no es lo mismo saberlo con convicci¨®n privada que conocerlo por una declaraci¨®n p¨²blica formulada ante los tribunales por quien mejor pod¨ªa hacerlo: el contable de la trama que registr¨® durante 20 a?os las lucrativas transacciones entre corruptores y corrompidos. Y tras esa declaraci¨®n que constata la pr¨¢ctica normalizada del fraudulento abuso de poder, nuestro sistema pol¨ªtico ha quedado deslegitimado para siempre, por lo que deber¨¢ refundarse para poder recuperar un m¨ªnimo de legitimidad.
Extra?amente, el Gobierno ha permanecido impasible, como si la confesi¨®n del gerente de su partido no le concerniera en absoluto. Y en t¨¦rminos amorales, cabe aducir dos razones que abonan su impavidez. La primera raz¨®n es el alivio, pues la confesi¨®n de B¨¢rcenas no vino acompa?ada de pruebas de cargo susceptibles de incriminarles. Ahora bien, aunque no haya aparecido ninguna pistola humeante, lo cierto es que el tesorero podr¨ªa guardarse alg¨²n as en la manga. Por ejemplo, el de los apuntes contables manuscritos que se?alen al expresidente Aznar. Y puestos a sospechar, cabr¨ªa deducir que B¨¢rcenas pudiera estar presionando al refundador del PP para que obligue al Gobierno y al ministerio fiscal a rectificar. Meras especulaciones.
La otra raz¨®n que asegura la tranquilidad del Ejecutivo es su imbatible mayor¨ªa absoluta, que le permite literalmente gobernar sin l¨ªmites ni controles externos, pudiendo comportarse como una autocracia electiva que desprecia al parlamento y se resiste a rendirle cuentas asumiendo responsabilidades. De ah¨ª la l¨®gica reacci¨®n de los grupos parlamentarios que han amenazado con unir sus fuerzas multipartidarias en una moci¨®n concertada de censura consociativa en defensa de la salud democr¨¢tica hoy amenazada por la autocracia del Gobierno.
Surge as¨ª un conflicto de valores entre dos principios legitimadores del poder democr¨¢tico: la soberan¨ªa popular, a la que apela Rajoy desde su mayor¨ªa absoluta, y el respeto a la legalidad (rule of law), que prefiere eludir e ignorar porque le obligar¨ªa a presentar su dimisi¨®n. Y esta elecci¨®n de Rajoy, que burla el imperio de la ley armado con el voto popular, es an¨¢loga a la que tambi¨¦n adopta Artur Mas cuando desprecia la legalidad constitucional espa?ola en nombre de la soberan¨ªa popular catalana. Mas invoca la soberan¨ªa popular para eludir la ley convocando un referendo ilegal, y Rajoy invoca su mayor¨ªa absoluta para negarse a dimitir, como deber¨ªa hacer tras haber perdido su legitimidad pol¨ªtica destruida por la confesi¨®n de B¨¢rcenas.
Dicho de otro modo, Rajoy se ampara en su legitimidad de origen que le confiere mayor¨ªa absoluta porque la confesi¨®n de B¨¢rcenas le ha hecho perder su legitimidad de ejercicio. Ahora bien, sin legitimidad de ejercicio no se puede gobernar m¨¢s que autocr¨¢ticamente, nunca democr¨¢ticamente. Por lo tanto, para poder pasar a la historia como un gobernante democr¨¢tico digno de su cargo, Rajoy est¨¢ obligado a tratar de recuperar su legitimidad de ejercicio, ya que no parece dispuesto a presentar su dimisi¨®n como deber¨ªa hacer. Pero solo podr¨¢ recuperar su legitimidad de ejercicio refundando nuestro r¨¦gimen democr¨¢tico sobre bases institucionales enteramente nuevas.
La tentaci¨®n del aut¨®crata es decir: el Estado soy yo. Y en el caso actual de Rajoy as¨ª ocurre en verdad, pues tras la confesi¨®n de B¨¢rcenas la deslegitimaci¨®n del r¨¦gimen es tambi¨¦n la deslegitimaci¨®n de Rajoy. Por lo tanto, la ¨²nica forma de recobrar su propia legitimidad como presidente ser¨¢ reconstruyendo la legitimidad del r¨¦gimen institucional espa?ol. Y eso solo podr¨¢ lograrlo si limpia los establos de Aug¨ªas. Es decir, si limpia las tesorer¨ªas de los partidos pol¨ªticos, poni¨¦ndolas bajo el control de la Intervenci¨®n General del Estado.
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