La sociedad de la impunidad
Se habla de la sociedad de la informaci¨®n, a la que acaba de dedicar un ensayo de necesaria lectura, con el t¨ªtulo La prensa en el nuevo ecosistema informativo. ?Que paren las rotativas!, el profesor Bernardo D¨ªaz Nosty. All¨ª refiere que durante dos d¨¦cadas los grandes editores albergaron la esperanza de ampliar en internet el per¨ªmetro de su negocio, pero que el prop¨®sito no cristaliz¨®. As¨ª lo reconoci¨® Jos¨¦ Manuel Lara, presidente del Grupo Planeta, para quien los peri¨®dicos en internet han hecho de todo menos dinero. Porque el nuevo soporte no consegu¨ªa contrarrestar la progresiva ca¨ªda de los resultados del peri¨®dico impreso. Explica nuestro profesor que la vocaci¨®n informativa de la vieja industria se diluy¨® en la explotaci¨®n mercantil de otras soluciones muy orientadas al espect¨¢culo y al ocio, muchas veces ajenas a las normas constitutivas del periodismo, a su ¨¦tica y a su funci¨®n social. De modo que, insiste, aun siendo determinante la cuesti¨®n del soporte en el futuro del medio, no lo son menos otros aspectos relacionados con los valores fundacionales del periodismo, y de ah¨ª la distinci¨®n necesaria entre periodismo y soportes y entre periodismo e industria. Sobre esta ¨²ltima distinci¨®n recordaba Manuel Rodr¨ªguez Rivero lo que escribi¨® Carlos Marx en 1842 en La Gaceta Renana, se?alando que ¡°la primera libertad de prensa consiste en no ser una industria¡±, es decir, en no ser un negocio.
Por la senda del low cost desaparecen las redacciones profesionales y las grandes cabeceras pierden sus se?as de identidad
De modo que el periodismo se desvirtu¨® en respuestas h¨ªbridas, pendientes m¨¢s del mercado que de la sociedad. Se produjo as¨ª un resultado parad¨®jico, porque el n¨²mero y variedad de las expresiones medi¨¢ticas resultaba inversamente proporcional a la credibilidad de sus contenidos. Como aqu¨ª se viene sosteniendo desde hace a?os, vivimos en una inundaci¨®n noticiosa, donde la primera carencia, sumergidos en el aluvi¨®n confuso y sobreabundante, es la inteligibilidad que confiere valor informativo a los fragmentos inconexos e indiscriminados: Inteligibilidad que resulta de un proceso que los contextualiza y los depura. Igual que en las inundaciones y desbordamientos al uso, donde todos andan con el agua al cuello mientras les falta el acceso a la necesidad imprescindible del agua potable. Como ha escrito un buen amigo periodista, ¡°pudiera suceder que la prensa en soporte papel desapareciera, pero si no fuera relevada en sus funciones convendr¨ªa evaluar las consecuencias para evitar que se produzca una degradaci¨®n de la democracia con p¨¦rdida grave de capacidad de debate y esclarecimiento de las disputas c¨ªvicas¡±.
El periodismo se desvirtu¨® en respuestas h¨ªbridas, pendientes m¨¢s del mercado que de la sociedad
Porque, en definitiva, nos tiene bien advertidos David Remnick, director de The New Yorker, de que ¡°saldr¨¢ caro no tener periodismo¡±. Sabemos, como prueban los ejemplos m¨¢s recientes una vez m¨¢s, que toda amplificaci¨®n del sonido lo transforma en ruido estruendoso, modifica su sentido, y en la mayor parte de los casos lo falsifica. De modo que en esta sociedad del estruendo ensordecedor, los est¨ªmulos verdaderos o falsos se equiparan, sin que sea posible discriminarlos. Por eso, con toda facilidad, se da el paso a la sociedad de la impunidad. Mientras, para que todo se consume sin esc¨¢ndalo, por la senda del low cost desaparecen las redacciones profesionales y las grandes cabeceras de la prensa de referencia pierden sus se?as de identidad, las que les confer¨ªan el valor a?adido de la credibilidad, basada en el rigor de la verificaci¨®n y del contraste de las fuentes. Enseguida nos dicen los valedores del statu quo que se trata de una ley universal de la que ser¨ªa imposible sustraerse. Del mismo modo que, ante los casos de corrupci¨®n, siempre cabe aducir los que afloran en otros pa¨ªses con parecida o mayor magnitud.
En todas partes puede prender la corrupci¨®n, la diferencia est¨¢ en la forma de enfrentarla
Aceptemos que en todas partes puede prender la corrupci¨®n, pero la diferencia reside en la manera de enfrentar ese fen¨®meno. As¨ª, el plagio en una tesis doctoral puede acarrear la dimisi¨®n del ministro de Defensa en Alemania, Kart Theodor zu Guttenberg, en marzo de 2011, y la aceptaci¨®n de peque?os favores econ¨®micos como el pago de las vacaciones de 2007 por cuenta del empresario cinematogr¨¢fico David Groenewald provoc¨® la retirada del presidente de la Rep¨²blica, Christian Wulff, en febrero de 2012. Un caso que solo en estos d¨ªas ha empezado a sustanciarse en los tribunales. Aqu¨ª, por el contrario, cuando el caso se presenta en las filas del adversario se pide la asunci¨®n de responsabilidades pol¨ªticas, pero si estalla en las propias todo son invocaciones a la presunci¨®n de inocencia con el a?adido de reclamar agilidad a los tribunales, en tanto que se obstaculiza y retrasa por todos los medios disponibles su acci¨®n. Necesitados como estamos de referencias ejemplares, en las ¨²ltimas sesiones parlamentarias de control al Gobierno se prefiere la senda de la sociedad de la impunidad sin ofrecer una sola respuesta.
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