Inmovilismo
Si Rajoy deja pudrir los problemas es porque cree que le conviene agravarlos y enconarlos
La semana pasada estuvo dominada por tres acontecimientos. La pol¨¦mica del protocolo catal¨¢n, la sentencia del Tribunal Europeo contra la retroactividad punitiva de la llamada doctrina Parot y los datos econ¨®micos del tercer trimestre: interrupci¨®n de la recesi¨®n, ca¨ªda estacional del desempleo y descenso de la poblaci¨®n activa. La respuesta del Gobierno ante estas ¨²ltimas cifras ha sido la que era de esperar: puro triunfalismo panglossiano, como si el futuro hubiera quedado despejado, lo que est¨¢ lejos de ser cierto. Pero respecto a los otros dos hechos se ha producido una flagrante contradicci¨®n.
En la cuesti¨®n catalana el Gobierno se atiene con estricto ordenancismo al principio de legalidad, vetando la consulta decisionista porque no la prev¨¦ la letra de la Constituci¨®n. Y lo mismo ha hecho al vetar el discurso de Mas con hueros formalismos protocolarios. Mientras que ante la sentencia Parot el Gobierno no ha tenido complejos en rechazarla por injusta, a la vez que autoriza a su partido a participar en una manifestaci¨®n que exige su desacato e incumplimiento. Un ambiguo desprecio al imperio de la ley del Estado de derecho que poco tiene que envidiar al que acostumbra el Gobierno de la Generalitat.
Por lo dem¨¢s, en los tres casos destaca lo que parece la marca de la casa de la estrategia Rajoy: el ya c¨¦lebre inmovilismo, al que otros denominan marianismo. En econom¨ªa no va a estimular la actividad, el consumo ni el cr¨¦dito, pues cree que ya ha hecho bastante con recortar el empleo y los salarios reales. En antiterrorismo no va a incentivar la disoluci¨®n de ETA con est¨ªmulos penitenciarios por temor al populismo de ultraderecha que manipula a las v¨ªctimas, aunque eso signifique la ca¨ªda electoral de su partido en el Pa¨ªs Vasco. Y en la cuesti¨®n catalana tampoco va a intervenir tratando de desviar la trayectoria de Artur Mas hacia el precipicio, como se lamentaba Francesc de Carreras el mi¨¦rcoles pasado en La Vanguardia: ¡°?Por qu¨¦ calla el Gobierno?¡±. En efecto, ?por qu¨¦ no dice ni hace nada?
Ante una aventura embaucadora como la que emprendi¨® M¨¢s el a?o pasado, cuando pretendi¨® rentabilizar pol¨ªticamente el ¨¦xito de la Diada asumiendo la reivindicaci¨®n secesionista, lo m¨¢s inteligente para Rajoy hubiera sido apadrinar el refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n, como hizo David Cameron ante la cuesti¨®n escocesa. As¨ª podr¨ªa desactivar su atractivo antisistema y negociar tanto el calendario (aplaz¨¢ndolo tras la crisis) como las formas de la consulta (con el precedente quebequ¨¦s). Pero Rajoy no hizo tal. Por el contrario, se cerr¨® en banda y vet¨® el referendo, alegando pretextos legaliformes de r¨¢bula leguleyo. ?Por qu¨¦ lo hizo? As¨ª solo consigui¨® reactivar el memorial de agravios y multiplicar el resentimiento acumulado, creando una mayor¨ªa proclive a la autodeterminaci¨®n. Y ante la deriva imparable que ha cobrado el espejismo secesionista, tampoco ha sabido cabalgarlo para domesticarlo. En vez de eso, sigue en sus trece y porf¨ªa en su veto suicida cuando ya es tarde para rectificar. ?Por qu¨¦ lo hace?
Para explicar el inmovilismo de Rajoy se han propuesto interpretaciones caracteriol¨®gicas de psicolog¨ªa pol¨ªtica: indecisi¨®n, indolencia, abulia, cobard¨ªa, temor al padre. Aqu¨ª es donde aparece el fantasma de Aznar y el ala dura del partido que se cobija bajo su alargada sombra, encontrando amplio eco en la prensa derechista y digital que sirve de caja de resonancia al populismo nacionalista espa?ol. Pero no parece Rajoy un gobernante que se deje influir f¨¢cilmente, pues ha demostrado ser relativamente independiente ante otros poderes f¨¢cticos. Tambi¨¦n se ha alegado un posible error de c¨¢lculo, si confiaba en que la reactivaci¨®n econ¨®mica desinflase el sufl¨¦ secesionista, lo que demostrar¨ªa muy escasa clarividencia pol¨ªtica. Y solo nos queda como ¨²ltima explicaci¨®n una deliberada decisi¨®n estrat¨¦gica.
En suma, si Rajoy deja pudrir los problemas es porque cree que le conviene agravarlos y enconarlos hasta la exasperaci¨®n. Pero ?por qu¨¦ lo hace? ?Qu¨¦ espera ganar con ello? Las elecciones, evidentemente. Si el af¨¢n de lucro es el ¨²nico inter¨¦s sagrado para el homo economicus, el ansia de votos es la ¨²nica adicci¨®n que consume al zo¨®n politik¨®n. Magnificando el falso problema de las v¨ªctimas y el ficticio problema catal¨¢n, Rajoy o su gur¨² esperan alcanzar un cu¨¢druple objetivo: tapar sus esc¨¢ndalos de corrupci¨®n, anular la agenda de la oposici¨®n, fidelizar a sus bases electorales potencialmente vol¨¢tiles y, sobre todo, intimidar a la ciudadan¨ªa con el mensaje del miedo al apocalipsis de la ruptura de Espa?a. Pues una ciudadan¨ªa amedrentada se comporta como un pueblo sumiso que reclama como reflejo condicionado un gobierno autoritario y conservador. ¡°Vivan las caenas¡±.
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