?D¨®nde est¨¢s, Mariano?
Los m¨¢s agrios pasaron de insultos a los de ¡®La marea blanca¡¯ a culpabilizar a Rajoy
Desde que ya no est¨¢ Zapatero, hay gente que no se manifestaba en Madrid o que se ha podido manifestar muy poco. Y eso se notaba en el ambiente de la cita de Col¨®n: hab¨ªa ganas de gritar, pero no la unanimidad de otras ocasiones. Claro est¨¢ que si hay que hacerse valer, siempre hay una derecha que grita m¨¢s.
Algunos manifestantes se toparon una hora antes con los defensores de la sanidad p¨²blica (la marea blanca). La posibilidad de que algunas personas pudieran simultanear ambos actos se auguraba remota. La realidad demostr¨® que era imposible. El choque no fue violento y al grito de ¡°?terroristas de bata blanca!¡± y ¡°provocadores¡±, los sanitarios se fueron alejando.
En uno de los lados que rodea la fuente de Col¨®n se situ¨® una se?ora envuelta en una bandera espa?ola. Vest¨ªa pantal¨®n vaquero, camiseta blanca, gafas de pasta, pulsera con los colores de la bandera. La se?ora sujetaba un p¨®ster tama?o folio con los rostros de Gallard¨®n, Rajoy y Rubalcaba detr¨¢s de la imagen de un terrorista encapuchado que sujetaba una pistola. El papel rezaba: ¡°ETA asesina, Gobierno UE c¨®mplices, cadena perpetua o pena de muerte¡±. La se?ora sujetaba ese folio en su pecho. Y, de vez en cuando, gritaba: ¡°?D¨®nde est¨¢s, Mariano?¡±.
La se?ora lo dec¨ªa ajena a cuanto suced¨ªa a su alrededor, sin darse cuenta de que estaba originando un debate entre los presentes. ¡°?D¨®nde est¨¢s, Mariano?¡±, repet¨ªa. Se acerc¨®, entonces, una persona, y le increp¨®: ¡°?Ponga a Zapatero y a Guerra, que siguen pactando!¡±.
La mujer se defendi¨® gritando que hab¨ªa perdido un hijo en ¡°la Rep¨²blica Argentina¡±, a lo cual un se?or malencarado, con el brazo en cabestrillo, le respondi¨® con un insulto: ¡°?Ponga ah¨ª a Felipe que pact¨® con los terroristas y sigue pactando!¡±. La mujer irrumpi¨® en l¨¢grimas y sigui¨® diciendo: ¡°Yo he perdido a un hijo en la Rep¨²blica Argentina y tengo derecho a decir lo que quiera, ?d¨®nde est¨¢s Mariano?, ?d¨®nde est¨¢s Mariano?¡±.
-?Hija de puta, ?y Zapatero? ?Por qu¨¦ no preguntas por Zapatero?, se escuch¨®.
La bronca ocasion¨® la formaci¨®n de peque?os debates entre la gente, como si hubiera que demostrar qui¨¦n era m¨¢s digno de estar ah¨ª. Surgi¨®, entonces, un hombre corpulento y se dirigi¨® a todos cual improvisado l¨ªder.
-Aqu¨ª estamos los buenos. Los que no est¨¢n aqu¨ª no son los buenos, pero debemos estar unidos. Si han matado a un familiar de esta mujer, tiene derecho a decir lo que quiera.
¡°?Tiene raz¨®n la se?ora!,? Rajoy no est¨¢!¡±, intercedi¨® un se?or mayor. ¡°Rajoy es un traidor, ?Aguirre al poder!¡±, respondi¨® un manifestante con unos tirantes rojos. ¡°Debemos estar unidos porque nosotros somos los buenos¡±, volvi¨® a a?adir el l¨ªder improvisado.
"Aqu¨ª estamos los buenos. Los que no est¨¢n aqu¨ª no son los buenos, pero debemos estar unidos"
La se?ora era para entonces un ba?o de l¨¢grimas, se hab¨ªa sentado a llorar y empezaba a ser consolada por otras mujeres, mientras el se?or del cabestrillo la volv¨ªa a increpar. ¡°?Pon a Zapatero!¡±
-Mi hijo muri¨® en la rep¨²blica¡!, repet¨ªa la mujer.
¡°?Y a m¨ª que me importa que haya muerto en Argentina!¡±, le espet¨® a un metro de distancia, mientras las mujeres le reprochaban que la tratara as¨ª.
Algunas le daban la mano. Otras se acercaban y se hac¨ªan una foto con ella. Una corriente de solidaridad se despert¨® a su alrededor. La actitud de la mujer hab¨ªa provocado peque?os corros de gente que comentaba sobre si el actual Gobierno ten¨ªa culpa. ¡°Pues yo a Rajoy no le pienso votar¡±, se o¨ªa en un grupo de cuatro personas.
Terci¨® de nuevo el pacificador y dedic¨® un aplauso a la mujer, que se reh¨ªzo, se volvi¨® a subir al lateral de la fuente y pos¨® para los fot¨®grafos, mientras volv¨ªa a gritar: ¡°?D¨®nde est¨¢s, Mariano?¡±.
La mujer para entonces se hab¨ªa convertido en objetivo de algunos c¨¢maras, de otros concentrados y, entre ellos, de un se?or que llevaba un visible cartel junto a una bandera espa?ola con un agujero en medio y una leyenda que dec¨ªa ¡°mejor una dictadura que esta democracia¡±. El hombre repart¨ªa folletos de la denominada Uni¨®n Nacional Independiente Reconstitucional.
A pesar de que los discursos ya hab¨ªan comenzado, la mujer de vez en cuando romp¨ªa el silencio: ¡°Mariano, ?d¨®nde est¨¢s?¡± que, en alguna ocasi¨®n alternaba con un ¡°?Rubal, d¨®nde est¨¢s?¡± (no mencionaba el apellido completo) o un m¨¢s di¨¢fano ¡°?viva la Guardia Civil!¡±.
Algunas mujeres se preguntaron extra?adas por su familiar muerto en Argentina. El equ¨ªvoco permaneci¨® durante toda la concentraci¨®n entre los asistentes: la mujer no se refer¨ªa a la Argentina, sino al atentado provocado por ETA en la plaza de la Rep¨²blica Argentina (8 de septiembre de 1985, donde muri¨® un ciudadano americano, fueron heridos 16 guardias civiles, y algunos murieron tiempo despu¨¦s a consecuencia de las heridas).
Cierto es que una mayor¨ªa de gente asisti¨® a todos estos hechos en silencio y con respeto. Y que no se inclin¨® en el debate sobre Rajoy. Pero siempre hay una derecha que por gritar m¨¢s, no escucha. Y sembr¨® la confusi¨®n.
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