Fiebre roja
¡°Pasi¨®n por los ciudadanos, pasi¨®n por la gente. Eso es el PSOE: pasi¨®n por Espa?a¡±. Alfredo P¨¦rez Rubalcaba, sudaba a chorros, apasionad¨ªsimo, gritando a la militancia a todos los decibelios que le daba su garganta rota. Ni el calor de horno del Palacio de Congresos. Ni las hormonas en flor del centenar de muchachos de las juventudes que le hab¨ªan puesto a sus pies de atrezzo, como Jes¨²s predicando a su reba?o. Ni siquiera el ardor de m¨¢s de mil almas puestas en pie al son de su arenga ten¨ªa la culpa, sino la fiebre que le hab¨ªa pegado Elena Valenciano, con los pulmones a¨²n a medias despu¨¦s de una neumon¨ªa severa. ¡°Es tan socialista¡±, dijo de ella el jefe, ¡°que socializa hasta los virus¡±. Y eso fue lo que les mand¨® a hacer a todos. Extender la calentura roja que se supone ha vuelto a invadirles.
Algunos partidos son como ciertas empresas. Salvando a los capataces y a las vacas sagradas, uno vale lo que vale su ¨²ltimo trabajo, o su ¨²ltima aparici¨®n en la tele. As¨ª, ayer, ciertos exministros con historia a sus espaldas ¡ªL¨®pez Aguilar, y su ley del matrimonio gay; Caldera y su ley de dependencia¡ª deambulaban a ratos por el atrio solos, absortos en su m¨®vil, como perro sin amo, mientras otros m¨¢s nuevos y con menos curr¨ªculo no daban abasto a retratarse con el ¨²ltimo militante de Bollullos del Condado.
Ciertos exministros deambulaban solos con su m¨®vil, como perros sin su amo
La presidenta de la Junta de Andaluc¨ªa, Susana D¨ªaz, supernova indiscutible de la cita pese a quien pese, y seguro que le pesa a alguien, no pod¨ªa dar un paso mientras Jos¨¦ Antonio Gri?¨¢n, su antecesor hasta anteayer, pod¨ªa charlar con Jos¨¦ Mar¨ªa Barreda, exbar¨®n de Castilla-La Mancha, sobre las virtudes de la nueva baronesa. ¡°Ya has colocado a la ni?a¡±, dijo alguien que pasaba. ¡°Se ha colocado ella sola¡±, respondi¨® Gri?¨¢n como un resorte. ¡°S¨ª, pero una cosa es Andaluc¨ªa y otra Madrid¡±, replic¨® el espont¨¢neo. ¡°Cuando alguien es presidente de la Junta, influye en toda Espa?a. A m¨ª no me sorprende, yo sab¨ªa c¨®mo era, ha sido mi m¨¢s ¨ªntima colaboradora¡±, insisti¨® el expresidente. ¡°O sea, que t¨² la viste primero¡±, zumb¨® el pesado. ¡°Dej¨¦moslo en que Pepe tiene buen ojo¡±, zanj¨®, salom¨®nico, Barreda, y se disolvi¨® el corro.
Antes, los andaluces, la delegaci¨®n m¨¢s nutrida, hab¨ªan posado para la foto de familia cantando una versi¨®n de La Internacional que puso la carne de gallina hasta a la sobria Aina Calvo, exalcaldesa de Palma, que no pudo evitar sumarse al coro por lo bajo. Miquel Iceta, hombre del PSC de Pere Navarro, dec¨ªa que era ¡°m¨¢s espa?ol que la tortilla de patatas¡±, antes de que a su jefe se le saltaran las l¨¢grimas despu¨¦s de ver al auditorio en pie tras decirle Rubalcaba: ¡°Reconstruiremos las relaciones con Catalu?a, y lo vamos a hacer juntos, Pere¡±.
¡°Si queremos gobernar Espa?a, ?a qu¨¦ tener pudor en nombrarla?¡±
Una comuni¨®n de compa?eros y una inyecci¨®n de ideas para salir a pescar votos antes de volver a batirse por el poder interno. Eso se lo llevaron puesto. Una tregua de calma chicha que no logra ocultar cierto mar de fondo. Lo dec¨ªa ?scar L¨®pez: ¡°Este partido no sabe disimular. Cuando estamos encabronados, se nos nota. Y si estamos contentos, tambi¨¦n. Todo a su tiempo¡±.
A las tres, hora espa?ola de la comida dominguera, todo hab¨ªa acabado. Nunca se oy¨® tanto la palabra Espa?a entre socialistas. Lo dijo D¨ªaz: ¡°Si queremos gobernar Espa?a, ?por qu¨¦ ese pudor en nombrarla a boca llena?¡±.
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