La indignidad de la pol¨ªtica
Al parecer restringir la ley del aborto es una cuesti¨®n menor al lado de la cohesi¨®n y la disciplina del grupo
El martes se vot¨® en el Parlamento la primera iniciativa contra la reforma de la ley del aborto. No es un tema menor, ni una cuesti¨®n de tr¨¢mite, es un proyecto de ley de enorme gravedad que afecta a la libertad y a los derechos de las mujeres. Sin embargo, para los parlamentarios lo ¨²nico relevante era si los diputados del PP romp¨ªan o no la disciplina de grupo. Lo hab¨ªa provocado el PSOE, al exigir el voto secreto para incentivar con el anonimato la resoluci¨®n del conflicto interior de aquellos miembros del PP con dudas de conciencia. Y lo hab¨ªa alimentado el propio PP prohibiendo tajantemente a los suyos que votaran por libre. De modo que la prioridad no era la cuesti¨®n en s¨ª, sino la obediencia debida. ?C¨®mo pueden esperar nuestros dirigentes que los ciudadanos les tomen en serio si para ellos la cohesi¨®n del partido ¡ªes decir, la lealtad corporativa¡ª es m¨¢s relevante que retirar o no a las mujeres un derecho adquirido en la legislaci¨®n vigente?
Las im¨¢genes de unos diputados populares jaleando a Gallard¨®n despu¨¦s de la votaci¨®n recordaban inevitablemente otro infausto momento de la historia de nuestra democracia: el d¨ªa que los diputados del PP festejaron con obsceno entusiasmo que todos hab¨ªan votado como un solo hombre a favor de la guerra de Irak. Espa?a se acababa de apuntar a una guerra y el PP no pod¨ªa contener su alegr¨ªa porque nadie hab¨ªa roto la disciplina.
Son dos iconos de la indignidad de la pol¨ªtica. La inquebrantable unidad del partido por encima de todas las cosas. Al parecer restringir la ley del aborto, en este retroceso dirigido por el PP para situarnos de nuevo en la cola de Europa en materia de derechos y libertades, o apostar por una guerra absolutamente innecesaria, como han demostrado los hechos, son cuestiones menores al lado de la cohesi¨®n y la disciplina del grupo. Y lo llaman democracia. Lamentable espect¨¢culo que solo pone de manifiesto la miseria de nuestra clase pol¨ªtica, con unos partidos cerrados y burocratizados, jer¨¢rquicos y opacos, que impiden la irrupci¨®n de actores pol¨ªticos con personalidad y criterio capaces de romper la cultura de casta cuando es necesario. Se empieza por olvidarse de las ideas propias, se aprende a no contradecir al jefe, se asume que fuera del partido no hay vida, se ponen una venda en los ojos para no ver las cosas feas y, a veces, algunos, incluso acaban robando, para bien del partido, por supuesto. Y se estigmatiza como antipol¨ªticos a aquellos ciudadanos que piden la palabra, denuncian la indignidad y gritan ¡°no nos representan¡±. Con espect¨¢culos como el del martes en el Congreso, se lo ganan a pulso. Si los partidos son lo ¨²nico importante, ?qu¨¦ pintamos los ciudadanos?
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