Invasiones b¨¢rbaras
Quince muertos. ?Quince! Y no merecen que se abra una comisi¨®n de investigaci¨®n en el Parlamento espa?ol. ?Se imaginan lo que hubiera ocurrido si entre ellos se encontrara uno, nada m¨¢s que uno, con pasaporte estadounidense, suizo o similares? Habr¨ªan rodado cabezas en el Ministerio del Interior y a Exteriores le hubiera ca¨ªdo un marronazo espectacular. Pero, claro, el contraf¨¢ctico se cae por su propio peso: ?C¨®mo iban a querer entrar de esa manera, jug¨¢ndose la vida, quienes pueden hacerlo por la puerta grande? Solo los muy desesperados, la hez de la tierra, tiene que recurrir a esos medios. Son los nuevos b¨¢rbaros, quienes ya tienen poco que perder, los que se agolpan ante nuestras murallas, ad portas, para recibir algunas migajas de nuestro presunto bienestar.
Hemos devenido en sociedades cargadas de temores y, lo que es peor, sin alma
B¨¢rbaro es el otro, el extra?o, el que no cuenta. Personas sin rostro, sin papeles, sin derechos. No cuentan, pero se les cuenta. Son 80.000 mil los b¨¢rbaros que nos acechan, seg¨²n nos comunica el ministro. Las cifras no nos dicen, sin embargo, si esas vidas importan, si sus muertes o sus penalidades cuentan. Parece que no. Aunque, como nos dijo la comisaria europea, haya que mantener ciertos protocolos. Somos ¡°civilizados¡±, una cosa es no dejarles entrar y otra es dispararles pelotas de goma mientras de forma lastimera tratan de acceder a la costa. Los procedimientos mandan, se imponen sobre otro tipo de consideraciones porque necesitamos mantener nuestra buena conciencia. Y esta es m¨¢s importante que el destino de aquellos que solo aspiran a acceder a una vida mejor, a una vida tout-court.
S¨ª, ya s¨¦ que no podemos permitir la entrada a todos los que lo deseen sin tener que renunciar a la vez a las comodidades de las que gozamos. Pero seamos conscientes de una vez de la formidable contradicci¨®n en la que incurrimos. Los valores que predicamos y de los que tan orgullosos nos sentimos los subvertimos despu¨¦s con nuestras acciones y nuestra indiferencia y los recubrimos bajo el manto de una justicia puramente procedimental. O nosotros o ellos. A esto la extrema derecha europea lo denomina ¡°eurorrealismo¡±, el nuevo mantra que se abre camino en el continente y que comienza a prender tambi¨¦n en otras formaciones pol¨ªticas. Nuestro miedo peque?o burgu¨¦s frente a la esperanza de los sin rostro; nosotros, los asediados, frente a ellos, los ¡°invasores¡±.
Tocqueville dec¨ªa que la democracia es algo m¨¢s que un sistema de gobierno, es una forma de vida, un ¡°estado de la sociedad¡±. Si esto es as¨ª, nuestra democracia, amurallada, solipsista, encerrada en ego¨ªsmos nacionales, expresa una forma de vida poco edificante; refleja una sociedad acobardada y sin ambiciones ni utop¨ªas. Hemos devenido en sociedades cargadas de temores y, lo que es peor, sin alma, carentes de grandeza. Los b¨¢rbaros al menos tienen eso que a nosotros nos falta, ?coraje!
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