¡°Todos los d¨ªas son 11 de marzo¡±
El atentado cambi¨® para siempre la vida de 3.000 personas Las secuelas psicol¨®gicas persisten 10 a?os despu¨¦s. Laura sigue en coma vegetativo
¡°Yo viajaba en el ¨²ltimo vag¨®n del tren de El Pozo. Nada m¨¢s cerrarse las puertas, explot¨® el pen¨²ltimo. La gente se abalanz¨® sobre la puerta. Consegu¨ª salir, hab¨ªa much¨ªsimo humo. No se ve¨ªa nada. Alguien grit¨®: ¡®?Ha sido una bomba!", relata Silviu Jarnea, superviviente de los atentados. "La gente corr¨ªa hacia las escaleras. Le dije a mi amigo Juli¨¢n: ¡®Vamos a ayudar¡¯ y fui hacia el humo. ?l me pidi¨® que no fuera, que pod¨ªa haber m¨¢s bombas, pero yo no le o¨ª, me lo dijo despu¨¦s. Entr¨¦ en el vag¨®n que hab¨ªa explotado. Nadie se mov¨ªa. Ve¨ªa siluetas. No sab¨ªa si de hombre o de mujer. Vi a un chico joven, boca abajo, su cabeza ard¨ªa. Apagu¨¦ el fuego, pensando que as¨ª podr¨ªan identificarle mejor. Entonces vi a una se?orita que me miraba. Estaba casi desnuda.Ten¨ªa unas gomas en los tobillos. Luego comprend¨ª que era lo que quedaba de sus medias. Pas¨® su brazo por detr¨¢s de mi cuello y la saqu¨¦ del tren. No hablaba. La sent¨¦ en un banco en el and¨¦n y volv¨ª al vag¨®n. Quer¨ªa ayudar a m¨¢s, no sab¨ªa a qui¨¦n primero. Luego vi que el chico al que le ard¨ªa el pelo ten¨ªa el m¨®vil al lado de la cabeza, hab¨ªa intentado llamar a alguien. Yo pensaba que estaba muerto. Y llam¨¦ al 112. Les dije: ¡®?El Pozo!¡¯. Ya lo sab¨ªan. Segu¨ª ayudando hasta que lleg¨® la polic¨ªa. Llevaban la pistola en la mano. Entonces yo no ten¨ªa papeles. Sal¨ª corriendo...¡±.
Silviu Jarnea relata de un tir¨®n, como si hubiera ocurrido ayer, sus recuerdos del 11-M. Entonces ten¨ªa 29 a?os. Una d¨¦cada despu¨¦s sigue atorment¨¢ndose. ¡°Pienso en el chico que yo cre¨ª muerto y que hab¨ªa intentado llamar a alguien y en aquella chica que yo dej¨¦ semidesnuda en un banco del and¨¦n, a las ocho de la ma?ana. Despu¨¦s de los atentados he le¨ªdo mucho sobre c¨®mo actuar en esas situaciones. Aprend¨ª lo importante que era hablar a los heridos para que no se durmieran y mantenerlos calientes. Entonces yo no sab¨ªa nada. Me siento muy culpable. Cuando sal¨ª, vi cosas terribles. Un hombre herido le tapaba los ojos a un ni?o. Vi mi cazadora y los zapatos llenos de sangre. Y sent¨ª que perd¨ªa toda la fuerza. En ese momento no habr¨ªa sido capaz de sacar a la se?orita del vag¨®n. No s¨¦ si se salv¨®...¡±. Silviu se?ala en El Pozo las marcas en el suelo del antiguo banco, donde dej¨® a la mujer.
Volvi¨® a casa del peor atentado de la historia de Espa?a con solo unos cortes en las manos. O eso pensaba. Porque a los pocos d¨ªas, se dio cuenta de que le costaba horrores levantarse. Ten¨ªa pesadillas. Le daban ataques de p¨¢nico al subir al tren. A veces sal¨ªa antes de que cerraran las puertas. Otras lograba recorrer un par de estaciones. A Silviu, como a centenares de personas, le diagnosticaron estr¨¦s postraum¨¢tico.
El paso del tiempo no reduce la posibilidad de sufrir esa patolog¨ªa. ¡°Ahora afloran secuelas psicol¨®gicas que al principio no aparecieron y tambi¨¦n f¨ªsicas, porque muchos que perdieron o¨ªdo ahora padecen sordera total¡±, explica Sonia Ramos, directora general de Apoyo a V¨ªctimas del Terrorismo. La cifra de personas a las que el 11-M cambi¨® la vida asciende a 3.000, explica, entre familiares de los 192 fallecidos [191 en los trenes y un polic¨ªa en la inmolaci¨®n de los terroristas en Legan¨¦s]? y los 2.084 heridos y sus familias. Siete sufren a¨²n una "gran invalidez" y requieren de la asistencia de una persona para moverse; 21 est¨¢n considerados como "incapacitados permanentes absolutos"; 61 son ¡°incapacitados permanentes totales¡± y 28 padecen "incapacidad permanente parcial". El antecesor de Ramos, Jos¨¦ Manuel Rodr¨ªguez Uribes, elogia a las v¨ªctimas: ¡°A pesar de ser un atentado islamista, no hubo reacciones xen¨®fobas, como ocurri¨® en otros pa¨ªses¡±.
Silviu acude peri¨®dicamente a terapia. ¡°En la primera, de grupo, una se?ora contaba que o¨ªa constantemente su m¨®vil e iba a cogerlo pensando que era su marido. Pero el tel¨¦fono no sonaba y su marido hab¨ªa muerto¡±. Su terapeuta le recomend¨® volver a El Pozo. ¡°Fui con mi hija de tres a?os. Ella me pregunt¨®: ¡®Pap¨¢, ?por qu¨¦ estamos aqu¨ª?¡¯ Y yo le dije: ¡®Aqu¨ª muri¨® mucha gente¡¯. Ella me pregunt¨®: ¡®?T¨² te has muerto aqu¨ª?¡¯ Y no pude aguantar las l¨¢grimas¡±.
Muchos de los supervivientes del 11-M se sienten culpables: de haber sobrevivido, de no haber ayudado a m¨¢s gente. Como Silviu, como Araceli Cambronero, que viajaba en los trenes de Atocha: ¡°El psiquiatra me pregunt¨® si me sent¨ªa viva y le dije que no. Entre otras cosas porque me siento culpable de estar viva y de no haber hecho nada m¨¢s aquel d¨ªa que correr¡±, explica. Araceli llam¨® a su marido desde la estaci¨®n tras la explosi¨®n. ¡°Le dije que me despidiera de los ni?os. Pensaba que no sal¨ªa de all¨ª, que iba a explotar Madrid¡±.
Mientras, familiares que llamaban a los m¨®viles que tronaban en la improvisada morgue del Ifema repiten un pensamiento similar: que la vida, de alguna manera, tambi¨¦n termin¨® para ellos aquel 11 de marzo. Algunos han convertido las habitaciones vac¨ªas en altares; otros han escondido todas las fotograf¨ªas. Algunos han hecho del recuerdo de sus seres queridos y el apoyo mutuo una misi¨®n que ocupa cada minuto de sus vidas. Otros, como los padres de Laura, en coma vegetativo desde aquella ma?ana de marzo, han pedido a los especialistas del Ministerio del Interior que hacen seguimiento de las v¨ªctimas que no les llamen m¨¢s, y cada d¨ªa, en la intimidad -violada solo una vez por un peri¨®dico que se col¨® en el hospital para robar una foto de Laura-, van a ver a su hija. La ¨²ltima vez que la oyeron hablar fue hace 10 a?os. Ella ten¨ªa entonces 26.
Jos¨¦ Luis S¨¢nchez, viudo de Marion, lamenta no haber tenido tiempo de despedirse. ¡°Ella se levant¨® antes de la cuenta esa ma?ana. Yo estaba en la ducha y le ped¨ª que esperara a que saliera, pero no me esper¨®¡±. Antes no cre¨ªa en esas cosas, explica, pero ahora est¨¢ convencido de que su mujer ya no est¨¢ con ¨¦l ¡°por el destino¡±. Por eso y porque un grupo de terroristas quiso ¡°emular¡± en Madrid el 11-S. No quiere darle m¨¢s vueltas. "Si no, no vives".
¡°Hace una d¨¦cada del atentado, pero para nosotros el reloj se par¨® aquel d¨ªa. Todos los d¨ªas son 11 de marzo¡±, explica Juan Benito, padre de Rodolfo, que ten¨ªa 27 a?os cuando muri¨® en los trenes. ¡°Los aniversarios son igual de duros que cualquier otro d¨ªa. Igual de duros que los cumplea?os, las navidades, las vacaciones, que el d¨ªa que termin¨® la carrera, que cuando ves a un chico joven que se casa...Todo te trae el recuerdo de lo que pudo ser y no fue¡±.
Benito ha convertido el recuerdo de su hijo, ingeniero industrial, en una hermosa idea: la Fundaci¨®n Rodolfo Benito Samaniego, que entre otras actividades, entrega, con la ayuda del colegio de ingenieros, un premio a la innovaci¨®n tecnol¨®gica al mejor proyecto fin de carrera a estudiantes brillantes, como lo hab¨ªa sido Rodolfo. ¡° Aquella ma?ana iba en el tren a trabajar. Me lo imagino, con su cartera, con sus libros... estudiando en el tren. Su deseo era dedicarse a la ense?anza¡±, recuerda su padre. La fundaci¨®n entrega tambi¨¦n un premio a los valores que Rodolfo defend¨ªa: la tolerancia, la convivencia. El ¨²ltimo premiado ha sido el Padre ?ngel.
¡°Todos los d¨ªas aprendes cosas. Tambi¨¦n que para algunos la memoria es m¨¢s fr¨¢gil. L¨®gicamente es as¨ª: la gente tiene sus obligaciones, sus problemas y no se puede pretender que lo que a ti te afecta sea el d¨ªa a d¨ªa de los dem¨¢s. La vida ha continuado para todo el mundo, pero para nosotros de una forma diferente, porque nosotros seguimos anclados en el 11 de marzo de 2004¡±, explica Benito.?
Diez a?os despu¨¦s , muchos viven cada d¨ªa una extenuante batalla para no venirse abajo. A algunos les cuesta hablar del 11-M. Otros, como Silviu, lo hacen con profusi¨®n de detalles, para que no los coma por dentro. ¡°Conozco a una chica rumana herida en el atentado. Era guap¨ªsima, un bomb¨®n. Ahora la ves y parece una anciana. Apenas habla del tema. De hecho, apenas habla¡±.
El perfil de las v¨ªctimas, seg¨²n Interior, es el siguiente: la mayor¨ªa eran ¡°clase media-trabajadora que se dirig¨ªa a sus lugares de trabajo.Estudiantes¡±. El 78% ten¨ªa entre 36 y 65 a?os; el 17% entre 21 y 35. El 34% eran inmigrantes de 34 nacionalidades, como Silviu, rumano, que vino a Espa?a buscando una vida mejor y casi la pierde. Yolanda sobrevivi¨®, pero perdi¨® en los trenes a su marido, Wieslaw y a su beb¨¦, Patricia, de siete meses. Eran polacos. Cristina Mora Palomo logr¨® salvar dos vidas aquel 11 de marzo: la suya y la de su hija, Arantxa, que el pr¨®ximo 24 de mayo cumplir¨¢ diez a?os.
Con informaci¨®n de: Pablo X. de Sandoval y Daniele Belmiro.
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