El todo por el todo
Sab¨ªa que solo haciendo lo imposible iba a transformar el fatalismo de la historia espa?ola

Horas, oc¨¦anos de caf¨¦, pocas prote¨ªnas y vegetales y muchos ducados fueron testigos de las conversaciones de un hombre que todo lo tuvo en contra. Sin embargo, ¨¦l sab¨ªa que no importa lo que hayas hecho antes, una vez que diriges y tienes la oportunidad de cambiar la historia de tu pueblo, debes dar lo mejor de ti.
Recuerdo con claridad muchas de las conversaciones que tuve con Adolfo Su¨¢rez reci¨¦n nombrado presidente del Gobierno espa?ol. Era agosto de 1976, justo despu¨¦s de que provocara en el franquismo un gran latigazo al declarar: ¡°Asombraremos al mundo¡±.
Considerando que ven¨ªa de aquel c¨¦lebre titular en un art¨ªculo de este peri¨®dico y de muchos que lo secundamos (¡°?Qu¨¦ error, qu¨¦ inmenso error!¡±), esa preocupaci¨®n de Su¨¢rez explicando su programa de Gobierno parec¨ªa una tomadura de pelo o la prueba m¨¢s consciente de que el Rey hab¨ªa cometido un error que le costar¨ªa la Corona al nombrarlo presidente.
Su¨¢rez, que naci¨® pobre y ha muerto pobre, sab¨ªa que hacer lo imposible era lo ¨²nico que pod¨ªa transformar el fatalismo de la historia de Espa?a.
Se ha dicho que nunca tuvo ideolog¨ªa. Es verdad. Eso, suponiendo que el patriotismo ¡ªcuando no es la trampa de los canallas¡ª no sea en s¨ª mismo una ideolog¨ªa.
Recibi¨® el encargo de gobernar, pero sobre todo de hacer el milagro de cambiar un r¨¦gimen desde sus entra?as a las que ¨¦l se lo deb¨ªa todo. Adolfo nunca olvid¨® que lo importante era lo que estaba por venir y no lo que hab¨ªa pasado.
Por eso, Su¨¢rez hizo lo que hizo y cambi¨® la historia de Espa?a.
Su¨¢rez nunca permiti¨® que nadie hablara de los enemigos, salvo de ¡°los golpistas¡± y los enemigos de la paz, salvo de quienes entend¨ªan que en la punta de la bayoneta, en la boca de los tanques estaba la ¨²nica posible conformaci¨®n del orden espa?ol.
Los encuentros y los desencuentros con sus compa?eros pol¨ªticos del franquismo acabaron pronto. Por su parte, respecto a los de la Transici¨®n especialmente con Felipe Gonz¨¢lez tuvo dos tiempos, cuando fueron competencia ¡ªcosa que r¨¢pidamente desapareci¨® ante la enorme superioridad en votos de la t¨¦cnica pol¨ªtica del l¨ªder socialista¡ª, y despu¨¦s, cuando pasaron a ser los dos administradores de las debilidades del sistema que hab¨ªan construido para hacer una transici¨®n del d¨ªa a d¨ªa que fue lo que finalmente hizo Adolfo.
Las decepciones y los zarpazos producidos por el desencantamiento ¡ªcomo le pas¨® a Churchill¡ª, en el sentido de que no es lo mismo ser un pol¨ªtico capaz de ganar una guerra que de ganar unas elecciones, produjeron su primera muerte en la pol¨ªtica.
Ya convertido e instaurado en una figura referente y venerada, Su¨¢rez muri¨® por segunda vez a manos del zarpazo cruel de la vida a trav¨¦s de la p¨¦rdida de su familia.
Nunca supe, ni creo que lo sepa alguien, incluso sus m¨¦dicos, si lo que enferm¨® a Adolfo fue el Alzheimer o la tristeza. La muerte de Amparo y Marian es, para quienes pasamos tantas horas con ¨¦l, lo que le abri¨® la puerta al ¡°no querer saber¡±.
Adolfo lleva muchos a?os fuera del espect¨¢culo cotidiano. Lleva muchos a?os paseando y hablando con Amparo. Lleva muchos a?os esperando a Marian. Lleva muchos a?os queri¨¦ndose morir pobre (materialmente) y muy rico (espiritualmente).
La tercera muerte, la f¨ªsica, la que ahora redime no pasar¨¢ porque Su¨¢rez entendi¨® que gran parte de la tragedia espa?ola est¨¢ en que el complejo de ser siempre hijos bastardos de la historia, de la corrupci¨®n, de lo mal hecho, hizo que la historia de Espa?a apenas tenga en sus archivos nacionales algunos testimonios de lo que fue el gobierno del d¨ªa a d¨ªa.
El desaparecido Eduardo Navarro; el permanente Inocencio Amores; el constante Jos¨¦ Luis Gaullera y tantos que le acompa?amos, fuimos ¡ªen cierto sentido¡ª, quienes recibimos el encargo de mantener viva la memoria y el recuerdo; carta a carta, memor¨¢ndum a memor¨¢ndum, de unos a?os sin los cuales es imposible explicar c¨®mo llegamos hasta aqu¨ª. Aunque el hasta aqu¨ª sea lo que es.
Todo es empeorable. Su¨¢rez ha muerto creyendo que realmente lo permanente en Espa?a no es la dictadura y el fracaso de la convivencia, sino que tantos a?os de transici¨®n, tantos a?os de Constituci¨®n han hecho que se pueda demostrar que en Espa?a la libertad es posible.
?C¨®mo se sinti¨® Su¨¢rez en los ¨²ltimos a?os? Nunca lo sabremos. ?Se habr¨¢ enterado de Catalu?a y de la crisis de la monarqu¨ªa?
Quedan dos grandes lagunas; en el momento en que se pueda cumplir su voluntad hist¨®rica se aclarar¨¢n. Primero, ?qu¨¦ pas¨® la tarde del 23 de febrero de 1983? Segundo, ?cu¨¢les fueron las posiciones que los grandes l¨ªderes de la Transici¨®n obtuvieron en las horas inmediatas ese d¨ªa?
Mientras tanto, el mejor homenaje que se le puede rendir al amigo, al pol¨ªtico, al l¨ªder es afirmar que ¡°muri¨® intacto¡±. S¨¦ y puedo garantizar que nunca, en toda su vida, atraves¨® ¡ªsalvo por necesidades pol¨ªticas en la lucha electoral¡ª, ni un solo punto de la impunidad, la cual acompa?a normalmente la historia de la mayor parte de la generaci¨®n pol¨ªtica que le acompa?¨® por esos tiempos.
Los l¨ªderes est¨¢n solos. Hay dos liderazgos: el articulado y el que permiti¨® terminar la utop¨ªa, es decir, construir un pa¨ªs despu¨¦s de ganar una guerra, que es el que hizo Gonz¨¢lez y el que acometi¨® solo Adolfo Su¨¢rez.
Al final, Su¨¢rez todos los d¨ªas se repet¨ªa los poemas de Rudyard Kipling. A todos nos habl¨® del poema Si. A unos pocos nos transmiti¨® el poema de Kipling a la Reina Victoria en su muerte: ¡°Los capitanes y los reyes mueren en soledad¡±. ?Que no olvidemos Se?or, que no olvidemos!
Antono Naval¨®n es periodista.
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