Valiente y generoso
Sobre sus hombros cay¨® la responsabilidad de hacer de Espa?a un Estado moderno y de ayudar a sus ciudadanos a ir hacia la democracia

Adolfo fue quien, desde el primer momento, con su fuerza y convicci¨®n, nos dirigi¨® a todos para que la nave, que era una Espa?a sin rumbo, encontrara el camino. Para que virara hacia el cambio necesario. Y lo consigui¨®. Sufri¨® mucho en el empe?o. Fueron muchas fustas las que recayeron sobre su espalda de forma injusta. La pol¨ªtica no es f¨¢cil. Ahora puede ser una profesi¨®n de riesgo, pero a final de los a?os setenta, tras 40 a?os de dictadura y con una incivil Guerra Civil todav¨ªa en la retina, con un futuro incierto y un presente que hab¨ªa de construirse casi segundo a segundo, con dos Espa?as todav¨ªa separadas, Adolfo puso la inteligencia, el m¨²sculo y la cara para guiarnos y recibir todos los golpes.
Fue un hombre valiente y generoso. Amante de la buena conversaci¨®n, inquieto y curioso con todo lo que acontec¨ªa, con las ideas claras, trabajador incansable durante d¨ªas y noches que se alargaban tantas veces hasta la madrugada. Sobre sus hombros cay¨® la responsabilidad de hacer de Espa?a un estado moderno y de ayudar a sus ciudadanos a ir hacia la democracia. Ide¨® con otros y obr¨®, al principio casi solo, el cambio de un sistema a otro. Sac¨® adelante un proyecto que ten¨ªa claro desde un principio. Se vio revestido de una misi¨®n muy clara a cuyo servicio se puso incondicionalmente. Para conseguirla, utiliz¨® sobre todo su audacia, coraje y honestidad. Era seductor en las distancias cortas. En estas mismas distancias, quienes trabajamos alguna temporada junto a ¨¦l le vimos ilusionarse por los progresos y hundirse por los fracasos y las cr¨ªticas. Pero esas cr¨ªticas, muchas veces destructivas, fueron dando fe de su mayor logro: el establecimiento de esa tan esperada y ansiada democracia.
Echando la vista atr¨¢s, con la experiencia de estos a?os, y evaluando el presente, se constata que no todo lo que se hizo tuvo el resultado esperado o ideal. Espa?a parece estar en el div¨¢n. Sin embargo, lo que se puede asegurar es que su liderazgo, su determinaci¨®n y los objetivos que marc¨® a quienes nos integramos en su proyecto pol¨ªtico, nos guiaron hacia una meta que no fue otra que la de dar a este pa¨ªs, que ¨¦l tanto quer¨ªa, la entidad que obligatoriamente ten¨ªa que tener y se merec¨ªa.
Han tenido que pasar 40 a?os para que la figura de Adolfo Su¨¢rez sea un¨¢nimemente reconocida. Lamentablemente, esto se ha producido cuando la triste enfermedad que ha sufrido, y le ha llevado a la muerte, le ha impedido enterarse. Adolfo ya ha pasado a la historia de este pa¨ªs y del siglo XX como uno de los grandes pol¨ªticos, uno de los imprescindibles l¨ªderes y uno de los hombres de paz que la Historia nos proporciona cada cierto tiempo. Tuve la oportunidad de trabajar junto a ¨¦l, de aprender de ¨¦l, de re¨ªrme con ¨¦l y llorar con ¨¦l, de enfadarme con ¨¦l, de discutir, de debatir, de ver su ascenso pero tambi¨¦n su ca¨ªda. Sobre todo tuve la suerte de verlo de cerca en acci¨®n y de haber compartido con ¨¦l momentos de amistad.
Denostada est¨¢ la profesi¨®n pol¨ªtica hoy en d¨ªa. Quiz¨¢ haya que mirar al pasado y ver y aprender de este Pol¨ªtico que se nos ha ido y de evaluar la herencia que nos ha dejado.
Jos¨¦ Pedro P¨¦rez-Llorca fue ministro con Adolfo Su¨¢rez.
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