Que la tierra le sea leve, Presidente
A pesar de llevar toda la vida dedicada a la actividad pol¨ªtica no conoc¨ª personalmente a Adolfo Su¨¢rez ni tuve nunca la oportunidad de estrecharle la mano. No tengo pues vivencias personales, recuerdos o an¨¦cdotas compartidas con las que poder convertir este obituario en una suerte de historia humana que pudiera mostrar algo nuevo sobre el que fue el primer Presidente democr¨¢tico que yo conoc¨ª.
Recuerdo, s¨ª, cuando fue designado Presidente. Veo la cara de mi padre con gesto esc¨¦ptico: "A ver...". Recuerdo tambi¨¦n cuando anunci¨® que se presentar¨ªa a las primeras elecciones democr¨¢ticas. Otra vez mi padre: "Bueno...". Y recuerdo, n¨ªtidamente, el d¨ªa que dimiti¨®. Yo estaba volviendo en tren a Bilbao desde Madrid y al llegar a la estaci¨®n me encontr¨¦, sorpresivamente, con dos dirigentes del Partido Socialista que ven¨ªan a recogerme. "Ha dimitido Suarez", me dijeron con caras serias. Recuerdo que me sorprendi¨® m¨¢s su expresi¨®n y el hecho de que fueran a buscarme que la noticia. Compartimos la preocupaci¨®n y me hicieron llegar algunos consejos y normas de seguridad que deb¨ªa respetar "mientras la cosa se aclare..." Luego, lo que todos sabemos: duque de Su¨¢rez, golpe de Estado, CDS, abandono de la pol¨ªtica, retirada de la vida...Y obituario.
Hoy es el d¨ªa en el que todos escribiremos sobre Adolfo Su¨¢rez lo que nunca fuimos capaces de decirle cuando estaba entre nosotros. Pero ninguno de los elogios compensar¨¢ los silencios del pasado y la falta de reconocimiento hacia su tarea y hacia su persona. Las sociedades cultas honran a sus vivos; nosotros solo somos capaces de recordar - y no siempre haci¨¦ndoles justicia- a nuestros muertos.
Quiero pensar que en su fuero interno, en ese rasgo de vida consciente que seguro mantuvo hasta el ¨²ltimo instante, ¨¦l se sonreir¨ªa adivinando lo que iba a ocurrir cuando muriera. Nada de todo esto ser¨¢ para Adolfo Su¨¢rez una sorpresa, porque hace mucho que ¨¦l estaba curado de espanto.
Me dir¨¢n que nada ni a nadie conoc¨ªa ni reconoc¨ªa ya... Pero nunca se sabe lo que encierra el cerebro humano, esa parte emocional que solo se percibe en el brillo y calidez de unos ojos que te miran aunque ya no sepan pronunciar tu nombre. Mi madre tambi¨¦n tuvo alzheimer, esa maldita enfermedad que te impide relacionarte con los seres a los que m¨¢s amas. Pero yo siempre cre¨ª que ella sab¨ªa que est¨¢bamos all¨ª, que la quer¨ªamos; y que en su fuero interior, sin poder expresarlo, segu¨ªa cautivo pero vivo todo su amor; toda su vida. Por eso pienso que Adolfo Su¨¢rez, ese hombre que dignific¨® la democracia y la pol¨ªtica, que demostr¨® m¨¢s valor que algunos denominados estadistas cuando se enfrent¨® a Tejero mientras otros dirigentes pol¨ªticos se escond¨ªan bajo sus esca?os, se ha ido haci¨¦ndonos un gui?o. Y dese¨¢ndonos, como en vida, lo mejor.
Que la tierra te sea leve, Presidente.
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