Alma cient¨ªfica, cuerpo militar
La Academia de Artiller¨ªa de Segovia fue fundada hace 250 a?os por Carlos III El rey la cre¨® con un af¨¢n ilustrado que a¨²n perdura en sus aulas
Hay un gesto en la artiller¨ªa espa?ola que retumba menos que los ca?ones y, sin embargo, merece figurar en una galer¨ªa memorable. Una secuencia que arranc¨® en 1862 y sigue en marcha. Aquel a?o se declar¨® un incendio en el Alc¨¢zar de Segovia, sede original del Real Colegio de Artiller¨ªa, que inutiliz¨® el edificio. Dentro se alojaba una de las mejores bibliotecas cient¨ªficas del humanismo espa?ol (11.000 vol¨²menes). Se salvaron 299 libros, que los alumnos hab¨ªan arrojado desde las ventanas. Entre ellos, el cat¨¢logo de la biblioteca. ¡°En base a ese ¨ªndice se moviliz¨® a todo el cuerpo para tejer una red que permitiese reponer el fondo, y se ha conseguido en buena parte¡±, recordaba el jueves el coronel Jos¨¦ Andr¨¦s Cu¨¦llar, a poca distancia de algunos tomos donde se aprecia la huella de aquel fuego, como el Traite des Mines o una colecci¨®n en franc¨¦s de la Academie des Sciences.
Ese empe?o, transmitido entre generaciones (en la academia se han formado 11.548 oficiales), ha tenido su recompensa: la actual biblioteca (ronda los 60.000 vol¨²menes) cuenta de nuevo con casi todos los t¨ªtulos. Apenas les restan 500 para completar el cat¨¢logo primitivo. A¨²n no dan por cerrada la misi¨®n.
Su biblioteca fue una de las mejores del humanismo espa?ol
Esta historia ilustra el af¨¢n que arrop¨® la creaci¨®n hace 250 a?os del Real Colegio de Artiller¨ªa (hoy, Academia de Artiller¨ªa y con sede en un antiguo convento franciscano) para preparar cadetes con una doble mirada: militar y cient¨ªfica. ¡°Cuando llega al trono Carlos III, se da cuenta de que la artiller¨ªa es el punto d¨¦bil del ej¨¦rcito y se trae al conde de Gazola de N¨¢poles para que organice un colegio que forme oficiales. Gazola viaja por Espa?a para buscar el emplazamiento adecuado, elige a los mejores profesores y les dota de los mejores medios¡±, expone Diego Quir¨®s Montero, coronel en la reserva y autor de varios libros sobre historia de la artiller¨ªa.
En 1785 la instituci¨®n ficha nada menos que a Louis Proust, uno de los padres de la qu¨ªmica moderna, descubridor de la glucosa y fundador de un laboratorio en Segovia al que asist¨ªan los fabricantes de pa?o para descubrir tintes. A Proust, que m¨¢s tarde pagar¨ªa el precio de ser franc¨¦s durante la guerra contra Napole¨®n (saqueos en sus dependencias de Madrid), se debe que la Academia posea una colecci¨®n de 3.000 minerales, f¨®siles y rocas que, seg¨²n el brigada Jes¨²s Mu?oz Zapata, rivaliza en antig¨¹edad con la del British Museum.
En sus 250 a?os ¡ªes una de las instituciones de formaci¨®n militar en activo m¨¢s antiguas del mundo¡ª se ha forjado una identidad que prima lo colectivo sobre lo particular. Al estilo mosquetero. ¡°Todos para cada uno, y cada uno para los dem¨¢s¡±. El lema figura en el Pasillo de Honor, donde los alumnos reciben una clase introductoria nada m¨¢s llegar para empaparse de las batallas que enorgullecen al cuerpo. ¡°No est¨¢ claro qui¨¦n copi¨® a qui¨¦n: si Dumas a nosotros o nosotros a Dumas¡±, bromea el coronel Cu¨¦llar.
¡°Todos para cada uno y cada uno para los dem¨¢s¡± es su lema
La Guerra de la Independencia proporcion¨® algunos momentos de gloria a los artilleros, empezando por sus h¨¦roes del 2 de Mayo, los capitanes Da¨®iz y Velarde. Pero el ¨¦xito de la artiller¨ªa reside m¨¢s en el conjunto que en el individuo, aunque de las aulas de la Academia hayan salido personalidades brillantes como Tom¨¢s de Morla, cuyos tratados fueron copiados en Europa. ¡°Se les preparaba para manejar unidades militares, pero tambi¨¦n como ingenieros capaces de dirigir las f¨¢bricas¡±, subraya Diego Quir¨®s.
En diciembre de 1808 la academia se cerr¨® ante el avance franc¨¦s. Durante los siguientes seis a?os profesores y alumnos vagabundearon de ac¨¢ para all¨¢ (Salamanca, Lisboa, Sevilla, Palma de Mallorca¡). ¡°Iban con carros y libros, dando clase como pod¨ªan¡±, recuerda Quir¨®s. Uno de esos alumnos errantes era Francisco Elorza, que m¨¢s tarde viajar¨ªa por Europa para espiar sus industrias y finalmente modernizar¨ªa la siderurgia espa?ola. ¡°Fue tambi¨¦n un pionero de la formaci¨®n profesional porque cre¨® escuelas de aprendices para los hijos de los obreros que trabajaban en los altos hornos¡±, explica Cu¨¦llar.
En la sala donde se acumulan s¨ªmbolos de la historia hay un tomo abierto sobre el que Cu¨¦llar se detiene: el Libro de las Renuncias, donde los oficiales formados en la Academia firmaron a partir de 1892 para dejar constancia de que rechazar¨ªan los ascensos por m¨¦ritos en el campo de batalla. ¡°Defend¨ªan los ascensos por antig¨¹edad, puesto que muchos eran destinados a dirigir f¨¢bricas y nunca podr¨ªan ascender por acciones de guerra¡±. Se podr¨ªa decir que el libro hizo correr la p¨®lvora. Primo de Rivera lo prohibi¨®, pero los artilleros lo hac¨ªan circular de forma clandestina. Al igual que antes hab¨ªa hecho Amadeo de Saboya, el dictador disolvi¨® en dos ocasiones aquel indisciplinado cuerpo del ej¨¦rcito. El rechazo hacia Primo no se repiti¨® con Franco. Desde el 18 de Julio, la Academia se situ¨® al lado de los sublevados, aunque en las l¨¢pidas que honran a los oficiales muertos figuran los artilleros republicanos.
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