¡°No debe haber escondites para autores de cr¨ªmenes contra la humanidad¡±
El ¨²ltimo fiscal de Nuremberg vivo participa en Madrid en un congreso sobre jurisdicci¨®n universal
Benjamin Ferencz sabe c¨®mo es el infierno. Visit¨® muchos de sus barrios: Mauthausen, Ohrdruf, Dachau... y casi setenta a?os despu¨¦s a¨²n puede verlo, cuando cierra los ojos, porque olvidarlo es imposible. Ten¨ªa 27 a?os cuando se convirti¨® en el fiscal del mayor juicio por el mayor crimen de la historia, la muerte de un mill¨®n de jud¨ªos a manos de los Eisatzgruppen, los grupos de acciones especiales de las SS. Era su primer caso. Con 95 a?os, el ¨²ltimo fiscal de Nuremberg que queda vivo ha volado de Nueva York a Madrid para participar en el congreso sobre jurisdicci¨®n universal que celebra hasta el viernes la Fundaci¨®n Internacional Baltasar Garz¨®n. ¡°Le admiro por su coraje, sus logros, y su perseverancia en ideales comunes. S¨¦ lo que le pas¨®. Cuando la gente valiente trata de hacer progresos, siempre hay alguien que intenta por todos los medios que no lo consiga¡±.
¡°Una de las experiencias m¨¢s gratificantes de mi vida¡±
Ferenz ha dedicado toda su vida a promover que ¡°los perpetradores de cr¨ªmenes contra la humanidad no puedan esconderse en ning¨²n sitio¡±. Garz¨®n ha organizado este congreso tras el carpetazo del Gobierno a la jurisdicci¨®n universal.
Despu¨¦s de licenciarse en derecho en Harvard, en 1943, Ferencz fue reclutado por el Ej¨¦rcito americano. Gertrude, su novia de siempre, le esper¨® hasta que termin¨® la II Guerra Mundial y despu¨¦s se reuni¨® con ¨¦l en Nuremberg. Su ya marido se lo ofreci¨® como una ¡°luna de miel¡± europea. Terminaron siendo 10 a?os. Sus cuatro hijos nacieron en Nuremberg.
¡°Una de las experiencias m¨¢s gratificantes de mi vida¡± ¡ªexplica este hombre bajito, apenas 1,53 cent¨ªmetros, que se enfrent¨® con la ley a los m¨¢s sanguinarios generales nazis¡ª, fue la liberaci¨®n de Francia de la ocupaci¨®n alemana. ¡°Lloraban, re¨ªan, nos besaban, nos daban todo lo que ten¨ªan... A¨²n me emociono al recordarlo¡±, relata a EL PA?S en su primera entrevista en Espa?a, mientras estudiantes y profesores de derecho hacen cola para hacerse una foto con ¨¦l. ¡°Yo solo quer¨ªa darle la mano¡±... le explica con timidez un veterano acad¨¦mico.
Tras la liberaci¨®n de Francia, Ferencz recibi¨® el encargo de recoger pruebas de las atrocidades cometidas por los nazis y recorri¨® el infierno. ¡°Pilas de piel humana, pilas de cad¨¢veres, esqueletos andantes, muertos de hambre... Algunos con fuerza suficiente para lanzarnos una sonrisa de gratitud. Mi mente no aceptaba lo que mis ojos estaban viendo...¡±.
En el campo de Ebensee presenci¨® una escena espeluznante. Un grupo de prisioneros apaleaba a uno de sus guardianes. ¡°Lo metieron dentro del crematorio, lo cocinaron, lo volvieron a sacar y siguieron peg¨¢ndole. Yo no hice nada. No hubiera podido evitarlo, pero tampoco lo intent¨¦¡±.
¡ª?Por qu¨¦ no hizo nada?
¡ª (Larga pausa). Mi primer impulso fue pensar que no deb¨ªan hacerle eso. Luego pens¨¦ que probablemente se lo merec¨ªa. Es duro volver atr¨¢s e intentar ser anal¨ªtico.
¡ª?Se arrepiente?
¡ªNo. A veces me sorprende que no me hubiese unido. En ese momento yo ya hab¨ªa visto ciudades arrasadas donde todo el mundo hab¨ªa muerto.
Ferencz explica que construy¨® ¡°un muro mental¡± para poder cumplir su misi¨®n y recoger pruebas de la atrocidad nazi. ¡°No pod¨ªa pararme y sentir. Eso fue despu¨¦s (se emociona)¡±.
¡ª?Cu¨¢nto tiempo despu¨¦s?
¡ªHasta hoy.
Un di¨¢logo del juicio del que fue fiscal da cuenta del grado de barbarie. Se le pregunta a uno de los acusados, el general Otto Ohlendorf, si su unidad mat¨® a 90.000 jud¨ªos. Responde que no puede confirmarlo porque a veces sus hombres exageraban las cifras.
¡ª¡°?Fueron entonces 80.000 o solo 70.000?¡±.
¡ª¡°Es posible¡±.
¡ª¡°?100.000 quiz¨¢s?¡±
¡ª¡°Puede ser¡±.
La acusaci¨®n pregunt¨® entonces si entre las v¨ªctimas hab¨ªa ni?os. ¡°S¨ª, por supuesto¡±, respondi¨® Ohlendorf. Pero intentando mostrar humanidad a?adi¨® que no permit¨ªa a sus hombres que los mataran ¡°estrellando sus cabezas contra un ¨¢rbol¡± sino que les hab¨ªa recomendado que cogieran a su madre y permitieran que esta abrazara al ni?o contra su pecho. As¨ª, dec¨ªa, se pod¨ªa matar a dos jud¨ªos (madre e hijo) de un solo tiro. Ohlendorf tambi¨¦n explic¨® que hab¨ªa prohibido que se usaran camiones para gasear porque cuando los transportaban hasta la fosa, algunos segu¨ªan vivos, vomitaban, se ara?aban y eso, dijo, era muy desagradable para sus hombres. ¡°Esto lo dec¨ªa un hombre inteligente, padre de cinco hijos, con un doctorado¡±, recuerda Ferencz. Entre los 22 acusados hab¨ªa un excantante de ¨®pera. Ninguno mostr¨® arrepentimiento.
Cuando Ohlendorf fue condenado a muerte, Ferencz fue a verlo. ¡°Le pregunt¨¦ si pod¨ªa hacer algo por ¨¦l. Me dijo que los jud¨ªos americanos pagar¨ªan por lo que yo hab¨ªa hecho. Pens¨¦ que en aquel momento ver¨ªa su humanidad, pero me encontr¨¦ a un hombre arrogante convencido de lo que hab¨ªa hecho. Le mir¨¦ a los ojos y le dije: ¡®Adi¨®s, se?or Ohlendorf¡±.
¡ªEn su alegato inicial en Nuremberg declar¨®: ¡°La venganza no es el objetivo de este juicio. Lo que pedimos a este tribunal es que sostenga mediante la acci¨®n penal el derecho de un hombre a vivir en paz y con dignidad independientemente de su raza o credo. Este caso es una s¨²plica de la humanidad a la ley¡±. Pero de los 22 acusados, 13 fueron condenados a muerte y cuatro finalmente ejecutados. ?La pena de muerte no es venganza, una forma de rendici¨®n de la ley?
¡ªA veces es ¨²til, un disuasor efectivo, pero yo no ped¨ª penas de muerte. ?Una pena de muerte por haber matado a un mill¨®n de personas? Matarlos no era suficiente. Era demasiado poco. Yo creo en la ley, soy abogado.
¡ªCritic¨® que los Navy Seals mataran a Bin Laden.
¡ªHay una norma que dice que no disparar¨¢s al enemigo que se ha rendido o est¨¢ herido. No me gust¨® ver al presidente de EE UU y Nobel de la Paz anunciando en televisi¨®n la muerte de Bin Laden. No lamento su p¨¦rdida, pero como abogado, me parece que disparar en la cabeza de un hombre en pijama, hacer desaparecer su cuerpo y a los testigos, apesta. Me hubiera gustado ver a Bin Laden en un juicio. Si le matas, te creas m¨¢s enemigos. No puedes matar una ideolog¨ªa con un arma, necesitas una ideolog¨ªa mejor.
¡ª?Y eso no es aplicable a los nazis condenados a muerte?
¡ªNo fue una venganza. Podr¨ªamos haber matado a todos los que cogimos, pero les llevamos a un juicio con todas las garant¨ªas. A una peque?a muestra de todos los responsables porque la justicia nunca es completa, es imperfecta. Especialmente en este tipo de cr¨ªmenes, donde solo puedes hacer una justicia simb¨®lica. El objetivo era crear un mundo m¨¢s humano y evitar que nadie quisiera imitarles.
¡ªGarz¨®n abri¨® una causa contra el franquismo por cr¨ªmenes de lesa humanidad y fue suspendido. La justicia espa?ola argumenta que esos cr¨ªmenes han prescrito. ?Est¨¢ de acuerdo?
¡ªEn las sociedades civilizadas, no hay limitaciones para juzgar cr¨ªmenes contra la humanidad. Los perpetradores de esos delitos no deber¨ªan poder esconderse en ning¨²n sitio.
¡ªEspa?a acaba de dar carpetazo a la jurisdicci¨®n universal. Una de las v¨ªctimas afectadas dice que est¨¢ intercambiando ¡°dinero por derechos humanos¡±. ?Comparte esa opini¨®n?
¡ªLa mayor¨ªa de Estados est¨¢ haciendo lo mismo. Decir ¡®a partir de ahora no vamos a perseguir este tipo de delitos¡¯ es una forma de alentarlos. Pero creo que lo fundamental es conseguir cambiar la forma de pensar de la gente sobre este tipo de cr¨ªmenes. Eso lleva mucho tiempo. Hay que hacerlo desde la educaci¨®n, ense?ando tolerancia y educaci¨®n en las escuelas.
¡ª?Alguna vez ha pensado que el mundo necesitaba unos nuevos juicios de Nuremberg?
¡ªLa Corte Penal Internacional es el nuevo Nuremberg. He dedicado muchos a?os a pedir que se creara y el fiscal Luis Moreno Ocampo me dio el honor de intervenir en el primer caso de ese tribunal.
Ferencz ten¨ªa entonces 92 a?os. Era su segundo caso, porque entre Nuremberg y La Haya se dedic¨® a escribir y promover que no haya escondites o intereses econ¨®micos que permitan escabullirse a los criminales m¨¢s salvajes; como los que le miraban a los ojos, sin pesta?ear, sin arrepentimiento, en aquel juicio hist¨®rico al nazismo.
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