Felipe y Letizia, de cerca
La andadura de don Felipe no ha sido sencilla. Muchas veces se ha sentido solo. Distinto Ha tenido que buscar su ruta. Es obstinado y cabezota. Su estilo tiene algo de prueba-error Ella mantiene sus fuentes con el exterior; sus padres son asalariados de clase media
![Jes¨²s Rodr¨ªguez](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F8771f65f-831c-4588-9188-71673fb6e9b3.jpg?auth=2db1d4e671e8aa364cc3295e66eaf1080b955363ad628965712b32b99ecc6003&width=100&height=100&smart=true)
![Do?a Letizia y don Felipe, fotografiados para 'El Pa¨ªs Semanal' en 2006, con motivo del 25 aniversario de los premios Pr¨ªncipe de Asturias](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/UF3T5UYCRMPQGEOQLLGNFBL5CM.jpg?auth=27ea23f40dd67254e18028f1b7542ef76fdf0ebde232d8b4032974e1b3164319&width=414)
Nunca ha querido ser un florero ni un elemento decorativo. Felipe Vi odia desde ni?o los viajes de balc¨®n, la prensa rosa como fedataria p¨²blica de su trabajo y pronunciar discursos est¨¦riles escritos por otro. Su obsesi¨®n es que su trabajo sea ¨²til para Espa?a; tenga un sentido; valga; la prestigie. Y a partir de ah¨ª, est¨¢ dispuesto a dejarse el pellejo; dar lo mejor de s¨ª; escuchar; buscar consensos; sumar; unir. Estar¨¢ donde se le necesite. Es un idealista. Su voluntad es hacerlo bien. Perfeccionando ese peculiar oficio de familia con cinco siglos de historia y poni¨¦ndolo al d¨ªa. Est¨¢ convencido de que la monarqu¨ªa puede ser un elemento de cohesi¨®n, concordia y progreso. Que es una pieza importante dentro de la marca Espa?a. Pero tambi¨¦n es consciente de que hay que hacerla m¨¢s moderna, ¨¦tica, abierta, cercana y transparente. Que ¨¦l y su familia est¨¢n para servir. Y si no, todo ese aparato institucional no tiene sentido.
Para empezar, intentar¨¢ transformar la estructura de apoyo a la Jefatura del Estado, la Casa de Su Majestad el Rey, hoy formada exclusivamente por hombres lindantes con la jubilaci¨®n y que pertenecen a las Fuerzas Armadas o a los altos cuerpos del Estado, de cara a los nuevos tiempos. La clave es que la Zarzuela deje de ser un cuartel; un coto de hombres maduros de uniforme; que se convierta en algo m¨¢s parecido a la Casa Blanca que al Vaticano. Donde el protocolo y la seguridad no dominen y encorseten a la jefatura del Estado y haya un mayor espacio para el an¨¢lisis, la prospectiva y el contacto con los ciudadanos. Dejando de lado la pompa y ceremonia y los tratamientos decimon¨®nicos. Ese ser¨¢ su primer desaf¨ªo: pulir la casa. A continuaci¨®n, ganarse a los ciudadanos. Para lograrlo tendr¨¢ que desplegar el completo cat¨¢logo de gestos que domina gen¨¦ticamente su familia.
Su andadura no ha sido sencilla. Muchas veces se ha sentido solo. Distinto. Condenado al silencio. Estando sin estar. Sin asumir m¨¢s protagonismo del necesario. Sin tomar decisiones de calado. Cuando tuvo un m¨ªnimo margen para hacerlo demostr¨® que sabe hacerlo; es un tipo sereno pero no tiene miedo; est¨¢ dispuesto a luchar por lo que cree: se cas¨® con una periodista plebeya y divorciada. Ante el esc¨¢ndalo de los m¨¢s reaccionarios que nunca se lo perdonaron. Quiz¨¢ hubieran preferido una arist¨®crata centroeuropea piadosa y pacata. Enseguida, pusieron la proa a la nueva princesa de Asturias. Que nunca se pleg¨® a ser juzgada por el largo de su falda ni a abrir las puertas de su hogar al papel cuch¨¦. Do?a Letizia lo ha pasado mal en estos diez a?os. Le han zurrado fuerte desde la prensa y la televisi¨®n rosa, negra y amarilla. El nivel de acoso y cr¨ªtica a su imagen, actividades y estilo ha sido a veces insoportable. Fue incluso objeto de alg¨²n desaire en el interior de la maquinaria palaciega. Lo ha superado sin arrugar el gesto ni perder los papeles. Ha cumplido. Ha aprendido a controlar sus emociones. Ha adoptado un perenne perfil bajo. Ha interiorizado que su papel es secundario y siempre ser¨¢ as¨ª. Pero quiere ayudar. Ella tambi¨¦n ya est¨¢ preparada y lista para el futuro. En su entorno afirman que ha ganado en seguridad y ser¨¢ a¨²n mejor reina que princesa.
Do?a Letizia ha aportado frescura, cercan¨ªa y normalidad a la vida de Don Felipe y, en la medida en que la han dejado, al funcionamiento de la Corona. Y tiene mucho que decir. Para empezar, va a ser decisiva en la formaci¨®n de sus hijas (la mayor estar¨¢ llamada un d¨ªa a ser reina de Espa?a); y tambi¨¦n en la vida diaria, en la intrahistoria y la letra peque?a de la instituci¨®n. Tiene una gran ventaja frente a su marido: conoce el sistema educativo p¨²blico, la sanidad universal, el mercado laboral, la olla a presi¨®n de la universidad y pagar una hipoteca cada mes; sabe qu¨¦ pasa ah¨ª fuera; mantiene sus fuentes con el exterior; su padre y su madre son dos asalariados de clase media; es vitalista y directa; preguntona y batalladora; si pone en marcha todo su potencial, ser¨¢ clave en el desarrollo de la monarqu¨ªa del siglo XXI. Letizia es la ventana de don Felipe a la calle; un soplo de aire fresco que traspas¨® los 80 kil¨®metros de muros hist¨®ricos que circundan el monte del Pardo, propiedad de la Corona (aunque hoy adscrito a Patrimonio Nacional) desde hace seis siglos. En nadie conf¨ªa tanto don Felipe como en ella. Sabe que tiene criterio y decisi¨®n. Y que su lealtad a la naci¨®n es absoluta. Porque ella es una hija del pueblo.
Ese ser¨¢ su primer desaf¨ªo: pulir la casa. A continuaci¨®n, ganarse a los ciudadanos
Felipe de Borb¨®n ha trabajado estos a?os sin libro de instrucciones. Buscando su espacio. Luchando por convertirse en un s¨ªmbolo de la Naci¨®n y, al tiempo, en un ciudadano corriente, un hombre, un padre de familia, alguien que disfruta profundamente de las cosas peque?as de la vida. Tiene los pies en la tierra. No est¨¢ en la inopia. Pronto supo que la experiencia de sus antepasados no val¨ªa, que la instituci¨®n a la que pertenece no se hab¨ªa puesto al d¨ªa como las otras coronas europeas tras la II Guerra mundial, que no hab¨ªa tradici¨®n mon¨¢rquica en Espa?a y que el estilo y el momento hist¨®rico de su padre iban a ser muy distintos al suyo. Y que ¨¦l estaba obligado a trazar su camino. No ten¨ªa a quien preguntar. Ni siquiera a su abuelo, que vivi¨® toda su vida en el exilio. Ni a sus primos griegos, cuyo padre, el rey Constantino, hermano de do?a Sof¨ªa, fue expulsado con toda su familia de Grecia en 1967, un a?o antes de que naciera don Felipe; ni a su padre, preso en sus a?os de formaci¨®n de los caprichos de Franco; ni a su madre, que vivi¨® toda su infancia en el exilio. Tampoco hab¨ªa un master para aprender a ser rey m¨¢s all¨¢ de observar a su padre y pasar esa experiencia por el tamiz de su inefable sentido com¨²n. En sus momentos de duda, y los hubo, no desperdici¨® ni un minuto en compadecerse y darle vueltas. No enred¨®. Es demasiado honrado. Y quiere demasiado a su padre. Prefiri¨® tomarse las cosas con calma. Intentando no correr m¨¢s r¨¢pido que la historia. Y, mientras tanto, prepararse lo mejor posible intelectual y humanamente para cuando llegara su hora. Aunque estuviera muy distante en el tiempo. Su turno le ha llegado a los 46 a?os.
En realidad, su camino empez¨® desde la misma pila bautismal, en torno a la cual se reunieron por primera vez en d¨¦cadas su familia en el exilio (su bisabuela, la reina Victoria Eugenia, y su abuelo, don Juan de Borb¨®n) con el dictador Francisco Franco, en Madrid el 8 de febrero de 1968. Un a?o m¨¢s tarde don Juan Carlos era proclamado sucesor. El ni?o hab¨ªa llegado con un pan bajo el brazo. Don Juan Carlos se har¨ªa tras la muerte de Franco con el control de la dictadura que demoler¨ªa autom¨¢ticamente desde dentro.
![Los Pr¨ªncipes con las infantas Leonor y Sof¨ªa, en Palma en 2009.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/V4JXDBGBWPEZROU2Z3CBPLVTFQ.jpg?auth=2de8e855ba433b5842f00203196d62bad407bc55144cfd53482f946a2ffb646c&width=414)
En aquella reuni¨®n bautismal se pudo visualizar que el ne¨®fito, adem¨¢s de un beb¨¦ muy grande y muy rubio, ¡°un machote¡±, seg¨²n su padre, era un objeto de Estado. Un protagonista de la historia. Y que cada uno de los pasos que diera a partir de esa fecha iba a ser seguido y registrado minuciosamente por la opini¨®n p¨²blica. Su educaci¨®n, aficiones, amistades, estudios, amores. Hasta la asfixia. Y con escaso margen de maniobra. Hoy, intenta a toda costa que su heredera, Leonor, de ocho a?os, crezca con el sosiego y la intimidad que a ¨¦l a veces le falt¨®. Su familia, su mujer, Letizia Ortiz, y sus dos hijas, son, junto a Espa?a, su gran empe?o. Es lo ¨²nico que le quita el sue?o a un hombre que duerme como un lir¨®n, es tranquilo hasta la pachorra y que cuando estaba en la Academia General Militar de Zaragoza se pon¨ªa media docena de despertadores para levantarse a tiempo y estar listo a la hora de la revista. No siempre lo consigui¨®. Tampoco evitar unos dolores de espalda desde que a los 18 a?os creci¨® una cabeza en un a?o.
Abogado y economista; soldado, piloto y marino; regatista ol¨ªmpico y buen esquiador; experto en relaciones internacionales y en la Uni¨®n Europea; la mejor agenda latinoamericana del planeta. Dos carreras, tres academias, un m¨¢ster y un largu¨ªsimo aprendizaje en el d¨ªa a d¨ªa. Testigo de grandes momentos de la historia partiendo del 23-F. Con grandes maestros como Aurelio Men¨¦ndez, Enrique Fuentes Quintana, Cayetano L¨®pez o Francisco Tom¨¢s y Valiente y tambi¨¦n escuchando a esa gente que le fascina y a los que ha atra¨ªdo a Espa?a trav¨¦s de su Fundaci¨®n, uno de sus sue?os m¨¢s queridos, desde Woody Allen a Nelson Mandela o Gunter Grass. Si algo ha aprendido Felipe desde ni?o es a escuchar. Tomar notas, empollar y sacar partido a esas ideas y experiencias. Es un esforzado de la reflexi¨®n.
Las armas de don Juan Carlos durante su reinado han sido el olfato, la simpat¨ªa, la capacidad de seducci¨®n y la caudalosa experiencia pol¨ªtica adquirida desde muy ni?o; viviendo durante toda su infancia y juventud entre adultos conservadores y cat¨®licos ultramontanos. La biograf¨ªa de padre de don Felipe es la de un superviviente y, m¨¢s tarde, la de un triunfador. El hombre que apost¨® por Adolfo Su¨¢rez, legaliz¨® el Partido Comunista, renunci¨® a los poderes heredados del dictador, impuls¨® la Constituci¨®n, fren¨® a los golpistas, fue el primer monarca espa?ol en dar paso en paz y normalidad a un gobierno de izquierdas con el que convivi¨® a las mil maravillas y transmiti¨® al mundo una imagen renovada de la Espa?a que sal¨ªa del aislamiento y quer¨ªa ocupar un puesto destacado en el concierto mundial; al que recib¨ªan todos los presidentes estadounidenses y besaban en la mejilla todas las coronas europeas. Don Juan Carlos era alto, rubio, arrollador; atractivo, deportista al filo de la temeridad, carism¨¢tico, hablaba idiomas y ten¨ªa una broma siempre a punto. Sin embargo, tambi¨¦n era m¨¢s propicio a la melancol¨ªa que su hijo. M¨¢s de altos y bajos.
Son muy diferentes. Don Felipe tiene un estilo m¨¢s centrado, minimalista y cient¨ªfico; basado en la observaci¨®n, la reflexi¨®n, la recogida de informaci¨®n y un an¨¢lisis detenido de la misma hasta llegar a una toma de decisiones muy meditada. Tarde lo que tarde. No le importa. Es obstinado y cabezota. Su estilo tiene algo de prueba-error. Le da vueltas a las cosas. Nunca se precipita. Sopesa todas las posibilidades antes de tirarse a la piscina. Habr¨ªa sido un buen analista estrat¨¦gico o un buen oficial de estado mayor, diseccionando las ventajas e inconvenientes de una situaci¨®n antes de acometerla. Durante a?os ha trabajado sin red. Sin aforamiento, sin un estatuto, sin una estructura propia, con un m¨ªnimo equipo y permanentemente a la sombra del Rey. No era un vicerey ni un adjunto ni un jefe de Estado bis. Rey solo hay uno. La punta de la pir¨¢mide es unipersonal. Y en ese lugar escueto de tama?o residen la jefatura del Estado, la cabeza de una instituci¨®n hist¨®rica y una familia muy peculiar. ?l estaba debajo del Rey pero en realidad no era nada; no era su n¨²mero dos. No pod¨ªa asumir unas atribuciones que la Constituci¨®n no le otorgaba. Incluso para viajar a la toma de posesi¨®n de los mandatorios latinoamericanos representando al Rey (algo que ha hecho en m¨¢s de 60 ocasiones), el Gobierno ten¨ªa autorizarle mediante un decreto a medida publicado en el BOE y siempre acompa?ado por un ministro o secretario de Estado. Felipe estaba obligado a llenar de contenido un puesto que en principio no era m¨¢s que un envase pomposo y hueco. Ha tenido tres d¨¦cadas para conseguirlo. La falta de una legislaci¨®n estricta sobre sus misiones le permit¨ªa tambi¨¦n una enorme amplitud de posibilidades. Solo era necesario encontrarlas. Y ponerse manos a la obra. Lo hizo en serio a partir de 1995. Se recorri¨® Latinoam¨¦rica de punta a punta; visit¨® con intensidad casi todas las Comunidades Aut¨®nomas; se sumergi¨® en el engranaje de la UE; aprendi¨® a descifrar el complejo engranaje de la Administraci¨®n del Estado; consigui¨® la confianza de sus compa?eros militares; apost¨® por la excelencia y la reconciliaci¨®n desde la Fundaci¨®n Pr¨ªncipe de Asturias y ha estado donde se le ha necesitado, para empezar, junto a las v¨ªctimas del terrorismo.
Desde que jur¨® la constituci¨®n a los 18 a?os, ataviado con su primer chaqu¨¦ y luciendo por primera vez el tois¨®n de oro en la solapa, su empe?o innato ha sido defender nuestros intereses, nuestra imagen, nuestro prestigio, nuestras empresas, nuestro idioma, nuestro arte, nuestra ciencia, nuestra cultura. ?C¨®mo lo llevar¨ªa a cabo? Quiz¨¢ sus objetivos m¨¢s tangibles se traduc¨ªan en dar una imagen de estabilidad institucional del pa¨ªs, representarle dignamente en el exterior (estableciendo relaciones especiales con Latinoam¨¦rica, Oriente Medio y sus parientes de las otras monarqu¨ªas europeas y asi¨¢ticas), abrir puertas a las empresas espa?olas en el mundo, crear un ambiente propicio para atraer inversiones y turistas, proporcionar voz a los que no la ten¨ªan e impulsar la excelencia, la innovaci¨®n la lengua y la cultura, a?adiendo al vocabulario de la monarqu¨ªa t¨¦rminos como sostenibilidad o medio ambiente. El muestrario era amplio. Era cuesti¨®n de ponerse.
No sab¨ªa muy bien c¨®mo hacerlo. Ha buscado su camino. Un estilo sosegado que ha ido empapando poco a poco la imagen de la nueva monarqu¨ªa. Nunca ha decepcionado, aunque le haya supuesto, por ejemplo, romper en p¨²blico y en privado con su hermana Cristina. Felipe es un hombre de ideas, valores y principios. Y ah¨ª no tiene sitio un comportamiento como el de I?aki Urdangar¨ªn. Don Felipe cree en un mundo mejor y m¨¢s justo. Cree en el valor de lo p¨²blico. ?l concibe su trabajo como un servicio p¨²blico. Y ha demostrado m¨¢s intuici¨®n para llevar a cabo su cometido y librarse de las r¨¦plicas del caso No¨®s de los que algunos auguraban.
![Los Pr¨ªncipes, durante un acto en Madrid tras la abdicaci¨®n del Rey.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/EFLQSNYIVTZBZUDPLJGKX6KX4I.jpg?auth=594a472f646176c373dce37bc552c61761899be05d619e635c16394fc3511e9a&width=414)
Es un hombre tranquilo. Concienzudo como un deportista. Disciplinado como un militar. Cort¨¦s como un diplom¨¢tico. Sagaz como un pol¨ªtico. Global como un alto ejecutivo. Acostumbrado a aguardar sin denotar inquietud en su papel de heredero al trono. Adicto a la discreci¨®n desde que era ni?o. Muy celoso de su intimidad. M¨¢s aficionado al trabajo en equipo que al relumbr¨®n del campe¨®n en solitario. No tensa, no impone, jam¨¢s eleva la voz. Se toma su tiempo antes de afrontar una decisi¨®n. Rara vez pierde los nervios. Nunca dice una palabra que no deba. Atesora la legendaria memoria de los Borbones. Intenta ser amable con todo el mundo. De cerca, tiene una presencia imponente desde sus dos metros. M¨¢s de traje o uniforme que cuando adopta un estilo casual en el que parece sentirse menos c¨®modo. Su altura le permite otear el ambiente a vista de p¨¢jaro. A veces con una expresi¨®n ausente. La desconexi¨®n dura poco; enseguida brota la sonrisa. Es un profesional. Se debe a cada auditorio. Ha envejecido r¨¢pido. Especialmente en estos ¨²ltimos a?os, cuando la monarqu¨ªa ha pasado entre la opini¨®n p¨²blica del notable al suspenso clamoroso. Aunque en las encuestas bisemanales de la Zarzuela siempre super¨® el aprobado. El pelo se le ha te?ido de gris, las entradas se le han acentuado y han surgido profundas arrugas en la frente y en torno a esos ojillos azules que siempre revelan su estado de ¨¢nimo aunque ¨¦l intente ocultarlo tras un halo de imperturbable buena educaci¨®n. Es un tipo atractivo e impecable al que una dentadura imperfecta y una cicatriz producto de una ca¨ªda infantil en monopat¨ªn que le cruza la barbilla le a?aden un toque m¨¢s humano; las manos, peque?as para su estatura y delicadas, con la alianza en el anular de la derecha, y una risa directa, abierta y expansiva, son los elementos que remiten a la ni?ez ya casi olvidada del futuro Rey.
Felipe no tendr¨¢ poder pero tendr¨¢ influencia. La Constituci¨®n le otorga la ampl¨ªsima y et¨¦rea funci¨®n de arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones y de ser el s¨ªmbolo de la unidad y permanencia del Estado. Y eso puede ser todo o nada. De ¨¦l depende. Llegar¨¢ hasta donde su utilidad p¨²blica y su conducta intachable entre los ciudadanos le permitan. Tendr¨¢ que ganarse el sueldo cada d¨ªa. No lo tiene f¨¢cil. Pero a los 46 a?os ha alcanzado el punto justo de madurez. ?l, y su compa?era de viaje, do?a Letizia, tras rodar juntos estos ¨²ltimos diez a?os a bordo de un veh¨ªculo que solo tiene dos asientos y donde la discreci¨®n, la reserva, la prudencia y la sensatez son algunas de las virtudes b¨¢sicas. Al lado de la pareja, su estructura de apoyo directo ha sido m¨ªnima. As¨ª se decidi¨® cuando don Felipe regres¨® de su master americano en 1995, y se le dot¨® de una secretar¨ªa pero no de una casa. La diferencia era considerable. No habr¨ªa bicefalia en la Zarzuela. No habr¨ªa dos jefes, dos gabinetes ni dos encargados de comunicaci¨®n ni de seguridad. Una estructura que en la Corona brit¨¢nica (seg¨²n los cerebros grises de la Zarzuela) no hab¨ªa funcionado. El Pr¨ªncipe tendr¨ªa a su servicio a toda la maquinaria real pero en su apoyo inmediato solo contar¨ªa con media docena de administrativos, y cuatro ayudantes militares (cada uno trabaja a su lado 24 horas seguidas), a un abogado del Estado, Jaime Alfons¨ªn, de 57 a?os, al frente de todo el equipo y a dos militares de completa confianza de don Felipe y do?a Letizia, Emilio Tom¨¦ y Jose Manuel Zuleta, para su servicio inmediato. Ese pu?ado de fieles ha sido el ¨²nico testigo del trabajo de los pr¨ªncipes y de su ilusi¨®n por hacer las cosas bien incluso en los momentos de m¨¢xima adversidad.
El resto es su vida privada. Un hogar infranqueable construido junto a su mujer y sus dos hijas, Leonor y Sof¨ªa, de ocho y siete a?os. Las maratonianas sesiones de cine en versi¨®n original a la que est¨¢ enganchada do?a Letizia; las tapas en el Madrid viejo; los desayunos y cenas de los cuatro juntos; los experimentos gastron¨®micos org¨¢nicos de la futura reina; los paseos con las ni?as por el campo; los planes con matrimonios j¨®venes con ni?os; los deberes de las dos infantas cada tarde; los cuentos en la cama antes de dormir. La preocupaci¨®n por c¨®mo ser¨¢ la vida de ambas; por proporcionarlas la mejor formaci¨®n; que sepan y nunca olviden quienes son pero que tambi¨¦n tengan los pies en el suelo y no vivan jam¨¢s en una burbuja. Ese es el otro gran reto de don Felipe y do?a Letizia. El reto de la vida diaria de los futuros reyes de Espa?a.
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