La campa?a de Felipe y Letizia
Los Pr¨ªncipes han multiplicado sus apariciones juntos en los quince d¨ªas previos a su proclamaci¨®n
Tres Goyas como tres soles ¡ªfant¨¢sticos retratos de Carlos IV, Mar¨ªa Luisa de Parma y Francisco de Godoy: la Troika espa?ola de la ¨¦poca¡ª reciben a los visitantes de la exposici¨®n del Museo Arqueol¨®gico Nacional El ¨²ltimo viaje de la fragata Mercedes. Dentro, en un abisal ambiente de fondo marino, los tesoros recuperados por el Estado tras el expolio que del buque espa?ol hundido en el siglo XVIII realiz¨® la empresa cazatesoros estadounidense Odyssey. Pero ni los Goya, ni los cientos de monedas de ocho reales de plata con el perfil de Carlos III acu?ado en la cara, ni ning¨²n otro a?ejo potos¨ª que valga. El trofeo m¨¢s codiciado, y la verdadera odisea para el p¨²blico del viernes, era lograr hacerse una foto con Felipe de Borb¨®n y/o Letizia Ortiz Rocasolano, pr¨ªncipes de Asturias e inminentes Reyes de Espa?a.
Ora del bracete, ora de la mano, dicen quienes les siguen que no se hab¨ªan mostrado tan cari?osos en p¨²blico desde su noviazgo. As¨ª cubri¨® la pareja los treinta metros de pase¨ªllo que separaban su coche de la puerta del Museo, el trayecto m¨¢s largo que se les hab¨ªa visto hacer juntos a pie en mucho tiempo. Ella caminaba recta, casi envarada, midiendo cada paso, como debe de suponer que tiene que caminar una reina. ?l, m¨¢s suelto, aparentemente m¨¢s a gusto en sus zapatos, pero con cierto nerviosismo patente en el rostro. Est¨¢n en capilla.
El descenso virtual ¡ªy f¨ªsico: la exposici¨®n est¨¢ en el s¨®tano del Museo¡ª a las profundidades oce¨¢nicas donde a¨²n reposa el pecio de la Mercedes fue el ¨²ltimo mitin de los Pr¨ªncipes como tales. Porque, pese a lo que algunos reclaman, no tendr¨¢n que pasar por ningunas urnas, y porque su acceso al trono tiene fecha, hora y minuto tasado en el calendario. Si no, podr¨ªa pensarse que, en las ¨²ltimas dos semanas, los pr¨ªncipes de Asturias han llevado a cabo su particular campa?a para ganarse a los ciudadanos de quienes ser¨¢n monarcas.
Por tierra, mar y aire se les ha visto. Juntos y por separado. Desde el marcial desfile del d¨ªa de las Fuerzas Armadas, hasta la solemne cena de gala en honor del presidente mexicano, Enrique Pe?a Nieto, pasando por la glamurosa entrega de los Premios Nacionales de la Moda. Nunca antes se les hab¨ªa visto tanto en tantos sitios tan seguido. O s¨ª. Pero no se les hab¨ªa hecho tanto caso. ¡°Qu¨¦ barbaridad, nunca os hab¨ªais interesado tanto por m¨ª¡±, les solt¨® el Rey a las decenas de periodistas que cubrieron su audiencia al presidente de la C¨¢mara de Comercio de Estados Unidos, horas despu¨¦s del anuncio de su retirada. Ni el Pr¨ªncipe ni la Princesa han dicho nada semejante en p¨²blico, pero lo cierto es que no concitaban tanta expectaci¨®n desde su boda. M¨¢s de 50 medios nacionales y extranjeros siguieron sus pasos tras las huellas de la Mercedes.
En realidad, todos los actos de la campa?a estaban previstos hace semanas, cuando no meses. Pero, desde luego, parec¨ªan dise?ados a prop¨®sito. Pese a la aparente naturalidad que puedan transmitir en pantalla, se trata de eventos r¨ªgidos. Medidos y tasados al mil¨ªmetro y al minuto. Con los medios asistentes previamente filtrados por acreditaci¨®n, convocados al menos tres cuartos de hora antes, y confinados por la seguridad de la Casa a varios metros de distancia de los protagonistas. Y, sobre todo, localizados en paisajes y con paisanajes te¨®ricamente controlados.
Estas dos semanas, de cara al p¨²blico, los Pr¨ªncipes no se han bajado de tribunas, palcos y palacios civiles. No han pisado m¨¢s que museos, m¨¢rmoles y moquetas de dos dedos de espesor. Escenarios institucionales donde se antoja poco probable la presencia de ciudadanos desafectos a la monarqu¨ªa, o por lo menos con ansias de expresarlo ruidosamente. Hasta los adolescentes del colegio Alcovea, un centro privado de Alcobendas (Madrid), que fueron autorizados por la seguridad a quedarse a verlos en el atrio del Arqueol¨®gico, parec¨ªan, con su pulcro uniforme de pantal¨®n marino y polo celeste, sacados de un casting.
Lejos de la pitada que soportaron en el Liceo de Barcelona hace ahora un a?o, coincidiendo con la primera imputaci¨®n de la infanta Cristina por el juez Castro, don Felipe y do?a Letizia no han escuchado estos d¨ªas en directo una voz m¨¢s alta que otra. No han o¨ªdo ni visto ni un abucheo, ni una bandera, ni un gallardete republicano de las que s¨ª se vieron en las solapas de leg¨ªtimos representantes del pueblo en el Congreso de los Diputados el d¨ªa de la votaci¨®n de la Ley Org¨¢nica de Abdicaci¨®n del Rey Juan Carlos. Est¨¢ por ver lo que sucede cuando los Pr¨ªncipes pisen la calle como Reyes.
La tarde del viernes anterior al lunes 2 de junio, fecha hist¨®rica del anuncio de la retirada, a¨²n hac¨ªan su vida cotidiana. ?l emprend¨ªa un viaje oficial a El Salvador, de donde regres¨® un par de horas antes de que su padre abdicara. Ella, ejerc¨ªa de mam¨¢ acompa?ando a su hija Leonor, heredera al trono a partir del mi¨¦rcoles, al cumplea?os de un amiguito en un centro de ocio infantil madrile?o. Las fotos de do?a Letizia, robadas con el m¨®vil por alg¨²n otro pap¨¢ invitado o un empleado, llenaron minutos de alg¨²n programa rosa. Nada comparado con las horas, bites y p¨¢ginas de televisi¨®n, radio, webs y papel prensa que ha generado los quince d¨ªas laborables de campa?a. Vistosidad, desde luego, no ha faltado.
Dos semanas de v¨¦rtigo ¡ªincluida una visita de Estado, la de Pe?a Nieto y su esposa, de las que no se produc¨ªan desde 2011, debido a la crisis¡ª en las que las autoridades se han dado una paliza a cumplimentar a los futuros Reyes. Un estr¨¦s a?adido para las se?oras y los caballeros que no quisieran repetir modelo con una agenda capaz de agotar el m¨¢s abisal de los fondos de armario. Como el de Cristina Cifuentes, delegada del Gobierno en Madrid y republicana confesa, que coincidi¨® fatalmente en formato ¡ªtraje pantal¨®n¡ª, tejido ¡ªlino¡ª y color ¡ªchamp¨¢n, cava o whisky, al gusto¡ª con la Princesa mientras ambas hac¨ªan como que no se daban cuenta.
As¨ª han sido los ¨²ltimos d¨ªas p¨²blicos de los Pr¨ªncipes. Mir¨¢ndoles a la cara, a los tres metros m¨ªnimos que impone su s¨¦quito, ella parece tensa, como quien no sabe qu¨¦ cara poner para no pecar por exceso ni por defecto. Solo cuando sus ojos se cruzan con los de otro parecen querer hablar m¨¢s que su due?a. ?l luce a veces risue?o y otras abstra¨ªdo. El estr¨¦s, como el miedo, es libre, y no conoce clases. Tienen 41 y 46 a?os. Acabado el redoble de tambores de las v¨ªsperas, se acerca la hora de la verdad del jueves, cuando se asomen al balc¨®n de Palacio como nuevos Reyes.
Hay estos d¨ªas en Madrid un atasco de ¨®rdago. Despu¨¦s de a?os sin tapar un socav¨®n, la alcaldesa ha emprendido la Operaci¨®n Asfalto. Ya que no una alfombra de claveles en su desfile por Gran V¨ªa, ni un camino de rosas en su reinado, Felipe y Letizia pisar¨¢n alquitr¨¢n reci¨¦n planchado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.