Si Rajoy quisiera la regeneraci¨®n
El presidente podr¨ªa anticipar las elecciones a febrero o marzo de 2015
El PP se apunta al discurso de la regeneraci¨®n democr¨¢tica. Lo hace a su manera: con escasa concreci¨®n y con el entusiasmo del que se siente arrastrado adonde no quiere ir. Tanto es as¨ª que, formulada la declaraci¨®n de intenciones, la primera decisi¨®n ha sido aplazar el debate hasta septiembre. En febrero de 2013, acosado por la explosi¨®n de la bomba B¨¢rcenas,el PP ya anunci¨® un programa de regeneraci¨®n institucional. Ha pasado a?o y medio y todav¨ªa no se ha aprobado una sola de las medidas sugeridas. De modo que la voluntad regeneradora del PP tiene poca credibilidad.
Por la desidia y por otras tres razones: la tendencia de la derecha al ejercicio solitario del poder, empe?ada en un programa de restauraci¨®n conservadora muy sectario, dise?ado para excluir a la oposici¨®n; la resistencia de Mariano Rajoy a cualquier cambio que pueda modificar m¨ªnimamente el statu quo institucional; y, sobre todo, su comportamiento en materia de corrupci¨®n. Un partido que tiene el caso B¨¢rcenas en su coraz¨®n org¨¢nico, las finanzas de la sede central, y el caso G¨¹rtel en su ¨¢rea de cercan¨ªas, s¨®lo puede tener credibilidad como reformador si asume, al m¨¢ximo nivel, las responsabilidades pol¨ªticas que derivan de estos sistemas de extorsi¨®n. Hay dos causas principales de la irritaci¨®n de la ciudadan¨ªa con la pol¨ªtica institucional: la sensaci¨®n de que ni nos representan ni nos escuchan, que viven aislados en su mundo; y la corrupci¨®n. O se empieza con una se?al pol¨ªtica fuerte en este ¨¢mbito o no hay reforma que cale en la opini¨®n p¨²blica.
El PP habla de regeneraci¨®n democr¨¢tica porque es lo que toca despu¨¦s de las elecciones europeas. Pero tiene que entender que estamos en tiempos en que hablar ya no basta. Con simples insinuaciones ya no se enga?a al personal. Si Rajoy quisiera regenerar, si realmente tuviese la determinaci¨®n de emprender reformas de calado, deber¨ªa atender una sugerencia que circula estos d¨ªas por medios pol¨ªticos y econ¨®micos. En ejercicio de sus competencias, el presidente podr¨ªa anticipar las elecciones generales a febrero o marzo del a?o pr¨®ximo, orientando la convocatoria hacia reforma institucional, Constituci¨®n incluida. De esta forma, romper¨ªa el inmovilismo en el que se ha parapetado ante la crisis del r¨¦gimen, dar¨ªa un cauce pol¨ªtico a las fracturas abiertas (Catalu?a, legitimidad mon¨¢rquica, representaci¨®n), pillar¨ªa a los socialistas en pleno proceso renovador sin apenas tiempo a la consolidaci¨®n del nuevo liderazgo, trastocar¨ªa el calendario del independentismo catal¨¢n, evitar¨ªa tener que ir a las elecciones generales habiendo perdido Madrid y Valencia, y, por tanto, recuperar¨ªa la iniciativa pol¨ªtica perdida. Demasiado para Rajoy, un conservador estructural, que ha hecho de la resistencia a los cambios su principal activo, que siente alergia al riesgo, y que, adem¨¢s, lleva el caso B¨¢rcenas en la mochila. Una regeneraci¨®n democr¨¢tica impulsada por este presidente suena a contradicci¨®n en los t¨¦rminos.
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