Guti¨¦rrez Mellado, el militar que les puso firmes
En el paso del franquismo a la democracia se retorcieron pasados para poder avanzar en la reconciliaci¨®n
Pocos sectores como el militar pod¨ªan presumir en 1975 de una hoja tan brillante y prolongada de servicios al franquismo y de enaltecimiento a su creador, el General¨ªsimo de los Ej¨¦rcitos Francisco Franco Bahamonde. Pero no solo la historia, aquella que nos hablaba de un golpe de Estado que acab¨® a sangre y fuego con la Rep¨²blica, protagonizada por los m¨¢s altos espadones de la ¨¦poca, hac¨ªa dif¨ªcil que quienes quer¨ªan enterrar bajo siete llaves aquel mal sue?o del franquismo y apostaban por el regreso a la democracia, vieran con buenos ojos esos uniformes que tan mal recuerdo tra¨ªan: el comportamiento de muchos generales, coroneles y dem¨¢s jefes durante la transici¨®n fue bochornoso, cuando no directamente golpista.
Y es que como bien dec¨ªa en 2001 el tristemente desaparecido historiador Javier Tusell, ¡°la mayor¨ªa de los altos cargos militares de la Espa?a de 1975 fueron claros oponentes a la transici¨®n¡±. Y ahora ampliaremos c¨®mo, pero ya pueden ir apuntando actos clamorosos de desobediencia, insultos sin cuento a las autoridades, incluidas las militares que no se plegaban a sus designios de volver al m¨¢s rancio franquismo, presiones indignas, amenazas con pistolas en las mesas y, por supuesto, elaboraci¨®n de planes golpistas con la presencia de tanques en las calles y secuestro, y qui¨¦n sabe si algo peor, de los pol¨ªticos de la ¨¦poca.
As¨ª que para dirigir la nave militar entre aquella galerna de proporciones descomunales, se apareci¨® a la democracia la fr¨¢gil figura ¨Cme refiero a su aspecto externo- del general Manuel Guti¨¦rrez Mellado. ?Y qui¨¦n era y de d¨®nde ven¨ªa este hombre que result¨® a la postre tan providencial para que la transici¨®n llegara a buen puerto? Pues del franquismo, como no pod¨ªa ser de otra forma, que no se era general en el Ej¨¦rcito de la ¨¦poca sin un expediente de servicio al r¨¦gimen limpio de polvo y paja. Repitamos pues la frase de L¨®pez Aranguren y rebusquemos un poco en el pasado ¨Cbien interesante- de este militar con un punto nada desde?able en su biograf¨ªa de personaje de John Le Carr¨¦. El de ¡°esp¨ªa¡± fue uno de los insultos que acostumbraban a gritarle, con tono despectivo, sus compa?eros de armas durante aquella transici¨®n tan convulsa.
Nacido en Madrid, en 1912, opt¨® muy joven por la carrera militar. A los 17 a?os ingres¨® en la Academia General Militar, justamente en la ¨¦poca ¨Cestamos en 1929- en la que su director era Francisco Franco. Muchos a?os despu¨¦s, en los setenta, tuvo que enfrentarse, precisamente, a muchos de los militares que entonces le acompa?aban en sus estudios. Una menci¨®n a su infancia: hu¨¦rfano muy temprano de padre y madre, pudo estudiar en las Escuelas P¨ªas gracias a la ayuda econ¨®mica de su t¨ªo Saturnino Calleja, propietario de la conocid¨ªsima Editorial Calleja.
Una imagen: su resistencia a
los empujones del golpista Tejero
La guerra civil le pilla destinado en el Regimiento de Artiller¨ªa de Carabanchel, en Madrid. All¨ª, en la ciudad todav¨ªa en manos de sus autoridades republicanas leg¨ªtimas, nuestro hombre fue detenido, se refugi¨® en la embajada de Panam¨¢ y posteriormente ejerci¨® de agente secreto e infiltrado al servicio de los militares sublevados. Guti¨¦rrez Mellado acab¨® la contienda en el Servicio de Informaci¨®n y Polic¨ªa Militar (SIPM), uno de los aparatos secretos de la dictadura m¨¢s opacos que tuvo una destacad¨ªsima actuaci¨®n en la feroz represi¨®n del r¨¦gimen, con miles y miles de denuncias y detenciones, muchas de cuyas v¨ªctimas acabaron fusilados o encarcelados. De aquellos a?os data su oscura fama de ¡°esp¨ªa¡± o ¡°agente secreto¡±, aumentada por el silencio oficial que al acabar la guerra sepult¨® la actuaci¨®n de aquellos servicios oscuros y represivos a los que sirvi¨® con eficacia Guti¨¦rrez Mellado. Lo cuenta con detalle Fernando Puell, colaborador durante a?os del general, en el libro ¡°Guti¨¦rrez Mellado, un militar del siglo XX: 1912-1995¡±, Biblioteca Nueva, 1997.
Tan curtida experiencia en los s¨®tanos de la inteligencia, acrecentada en la dura posguerra, le sirvi¨® para encuadrarse en 1945 en los servicios de Informaci¨®n del Alto Estado Mayor. Un profesional responsable y dedicado, pues, que lo dar¨ªa todo por esos Servicios hasta que en 1956 decide pasarse a la vida civil, donde no logra tener la estabilidad econ¨®mica que buscaba. Trabaja en una empresa de calefacciones, en otra de semillas... Pero se ve obligado a pedir el reingreso en el Ej¨¦rcito, lo que hace en 1963. Y bien: ahora le vemos en 1970, ya con el grado de general de brigada, como profesor principal en la Escuela de Altos Estudios Militares (ALEMI) dependiente del CESEDEN, (Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional) que dirig¨ªa el general Manuel D¨ªez-Alegr¨ªa. Guti¨¦rrez Mellado pronto ser¨ªa uno de sus m¨¢ximos y m¨¢s pr¨®ximos colaboradores, ya en el Alto Estado Mayor.
Conviene aqu¨ª hacer una peque?a parada para recordar al general D¨ªez-Alegr¨ªa, un militar at¨ªpico de la ¨¦poca, hermano del te¨®logo y jesuita de la liberaci¨®n Jos¨¦ Mar¨ªa, que represent¨® durante aquellos a?os, los primeros setenta, antes de que Franco falleciera, los aires de apertura en un sector, el militar, que ninguna prueba daba de que entendiera lo que estaba pasando. De hecho, en 1970, de forma absolutamente sorprendente, se hab¨ªa entrevistado con el entonces clandestino Santiago Carrillo en Bucarest. Un D¨ªez-Alegr¨ªa no del todo ajeno a los oficiales de la Uni¨®n Militar Democr¨¢tica (UMD), tan injustamente tratados despu¨¦s por la naciente democracia y que tanto hicieron en los cuarteles por introducir el concepto de democracia y libertad en aquellos costrosos cuarteles de la ¨¦poca.
Lo que dijo El Pa¨ªs: ¡°Un s¨ªmbolo con el que identificarse¡±
A Guti¨¦rrez Mellado se le quer¨ªa. Las sociedades necesitan s¨ªmbolos con los que identificarse, y ninguno tan representativo de la dignidad y autoridad moral como el de ese hombre de aspecto fr¨¢gil que el 23 de febrero de 1981 se enfrenta a un golpista armado y resiste su intento de abatirlo, o la de ese militar dem¨®crata que el 4 de enero de 1979, en el funeral por un general asesinado por los terroristas, exige disciplina a quienes, brazo en alto, reclaman la vuelta del "Ej¨¦rcito al poder". La inteligencia y buen sentido con que dirigi¨® la modernizaci¨®n del Ej¨¦rcito, determinante en su acatamiento de la Constituci¨®n y adaptaci¨®n al r¨¦gimen de Monarqu¨ªa parlamentaria, le hacen acreedor del agradecimiento de los espa?oles. As¨ª, el afecto, la admiraci¨®n y el agradecimiento de sus compatriotas le acompa?an en su despedida de este mundo.
Pero volvamos a 1975, donde una c¨²pula militar absolutamente reaccionaria y fan¨¢ticamente franquista trataba de salvar un r¨¦gimen que se ca¨ªa a pedazos. No fue raro que se eligiera entre los colaboradores de D¨ªez-Alegr¨ªa al militar encargado de la tit¨¢nica labor de encauzar hacia la democracia a un estamento que nada entend¨ªa, esclerotizado en su ideolog¨ªa tanto como en su organizaci¨®n y formaci¨®n. Tras algunos pasos intermedios, es por fin el 21 de septiembre de 1976 cuando es nombrado vicepresidente primero del gobierno de Adolfo Su¨¢rez. Desde ese momento, su papel es m¨¢s conocido, tanto como apoyo pol¨ªtico indispensable para la transici¨®n, como reformador y modernizador efectivo de las estructuras de todos los Ej¨¦rcitos.
Ha quedado en su biograf¨ªa el recuerdo de aquellos a?os de un Guti¨¦rrez Mellado introvertido, receloso, hura?o con los suyos, con pocos amigos y muchos enemigos entre sus iguales. ?Como para no serlo! Tantos eran estos ¨²ltimos, que en nada debe extra?ar esa desconfianza hacia todo lo que le rodeaba, que era, en su mayor¨ªa, golpista y rid¨ªculamente reaccionario. Desde las maniobras involucionistas de su antecesor, Fernando Santiago y D¨ªaz de Mend¨ªvil, hasta la dimisi¨®n del almirante Gabriel Pita da Veiga por la legalizaci¨®n del PCE, en abril de 1977, toda la ¨¦poca est¨¢ atravesada por los compl¨®s, las amenazas, los insultos en p¨²blico y las manipulaciones de una c¨²pula herida de muerte, incapaz de entender que el mundo a su alrededor giraba en direcci¨®n contraria. Y alentados, adem¨¢s, por una prensa facciosa, sobre todo El Alc¨¢zar, que ced¨ªa sus p¨¢ginas a los llamamientos a la rebeli¨®n de los golpistas. Algunos de ellos camuflados bajo o junto a la famosa firma Almendros.
Pero no solo fueron maniobras de sal¨®n, m¨¢s o menos groseras, las que acechaban la naciente democracia. Un grupo de militares, reunidos en la cafeter¨ªa Galaxia, en Madrid, ten¨ªa previsto el 17 de noviembre de 1978 asaltar el Palacio de la Moncloa con 200 polic¨ªas nacionales y secuestrar a Adolfo Su¨¢rez y todo su Gobierno mientras estaba reunido el Consejo de Ministros. Entre los conjurados, finalmente detenidos, un capit¨¢n bien conocido en la ¨¦poca por sus afinidades ultraderechistas, Ricardo S¨¢enz de Ynestrillas, asesinado por ETA en 1986, y Antonio Tejero. Un simulacro de Consejo de Guerra, celebrado en 1980, conden¨® a la rid¨ªcula pena de seis meses y un d¨ªa a Ynestrillas y siete meses a Tejero, sin p¨¦rdida de su empleo militar. ?Por intentar secuestrar al Gobierno! As¨ª que ante lo barato que sal¨ªa cometer tales barbaridades, Antonio Tejero volvi¨® a intentarlo el 23 de febrero de 1981, cuando tom¨® el Congreso bajo aquella luminosa y aguerrida frase hist¨®rica: ¡°?Se sienten, co?o!¡±.
Y ah¨ª, de nuevo, volvemos a encontrar al general Guti¨¦rrez Mellado, todo dignidad enfrentando sus enjutos m¨¢s de 70 a?os a aquellos fornidos guardias civiles con metralletas en las manos. El propio Tejero intent¨®, sin ¨¦xito, derribarle al suelo, como se vio perfectamente en una de las m¨¢s vergonzosas escenas de todo aquel circo de pesadilla. Pero es esa imagen extraordinaria la que justamente ha quedado en la retina de los espa?oles.
As¨ª, por ejemplo, le recordar¨ªan escritores tan alejados de su filiaci¨®n pol¨ªtica como Manuel Vicent ¨C ¡°Gracias, general, por no haber sido tumbado¡±, escrib¨ªa en una columna que se titulaba ¡°H¨¦roe¡±- o Manuel V¨¢zquez-Montalb¨¢n, que escribi¨® este p¨¢rrafo: ¡°Se explica el respeto que inspira. La autoridad que emana de ¨¦l, aunque ya no tenga mando en plaza¡±.
No, Manuel Guti¨¦rrez Mellado, fallecido en 1995 en un accidente automovil¨ªstico, no era un paranoico intratable. Es que en verdad ten¨ªa muchos y montaraces enemigos. Que adem¨¢s quer¨ªan verle, doliente, por los suelos.
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