?Reformas a voleo?

De repente, todo son propuestas de reforma, a las reformas pol¨ªticas e institucionales me refiero. Parece que los resultados de las elecciones europeas han estimulado a los dos grandes partidos a plantear reformas de este tipo; es la llamada ¡°regeneraci¨®n democr¨¢tica¡±. Desde luego, ?bienvenidas sean! Hay anhelos y necesidad de regeneraci¨®n.

Ahora bien, ?la forma en que se plantean es una buena forma de plantearlas? Tengo mis dudas.

En efecto, se proponen y amontonan reformas atropelladamente, a voleo, sin orden ni concierto, sin una prelaci¨®n entre ellas y, lo que es peor, en ciertos casos, por necesidades inmediatas, t¨¢cticas o estrat¨¦gicas, de los partidos, no con el fin de mejorar el funcionamiento de nuestro sistema democr¨¢tico en su conjunto. De un procedimiento de reforma tan atrabiliario incluso puede resultar un sistema que funcione todav¨ªa peor. Y la clave est¨¢, precisamente, en esta palabra: sistema. Efectivamente, las instituciones pol¨ªticas del Estado, de las comunidades aut¨®nomas y de los municipios y provincias, forman un sistema.

?Qu¨¦ significa, en general, el t¨¦rmino sistema? Se suele emplear el t¨¦rmino sistema como aquel conjunto de elementos que se relacionan entre s¨ª y se condicionan mutuamente, hasta el punto que si uno de ellos cambia se transforma el contenido, y hasta la naturaleza, no s¨®lo del propio sistema, sino tambi¨¦n de los dem¨¢s elementos. Lo mismo podr¨ªamos decir del t¨¦rmino estructura que, en el sentido que estamos tratando, le es equiparable. Por ello un sistema (o estructura) debe ser considerado siempre, en alguna de sus dimensiones, como una unidad.

Pues bien, las instituciones pol¨ªticas forman un sistema. Ello no quiere decir que todos los aspectos institucionales sean elementos del sistema,es decir, sean sist¨¦micos. Es obvio que algunos, incluso muchos, no lo son. Pero los elementos sist¨¦micos, aquellos cuyo cambio transforma el sistema en su conjunto, deben ser modificados, como es obvio, teniendo en cuenta las repercusiones que producen en los dem¨¢s.

Por todo ello, si nos tomamos en serio la reforma institucional, no debemos utilizar el m¨¦todo del goteo, de la aprobaci¨®n individual de cada reforma, una a una, sino estableciendo previamente un examen de conjunto sobre el estado de la cuesti¨®n y procediendo en consecuencia. Para ello, primero hay que elaborar un diagn¨®stico y luego establecer un plan: nada de eso se est¨¢ haciendo. Parece como si la urgencia en transmitir a la opini¨®n p¨²blica la voluntad de reformar, urgencia dictada por simples razones partidistas y electoralistas, se antepusiera a su rigor t¨¦cnico y pol¨ªtico.

¡°Poco a poco y buena letra¡±, me dec¨ªan los maestros cuando era peque?o. Ello no significa que las reformas deban retrasarse, todo lo contrario. Pero a veces lo urgente es enemigo de lo importante, m¨¢s todav¨ªa cuando se puede sospechar que lo urgente consiste en aparentar que se quiere reformar y lo importante que s¨®lo se quiere modificar alg¨²n detalle de escasa importancia.

Ya se sabe, cambiar todo para que nada cambie. ?Cuidado, pues!