Nacionalismo y econom¨ªa
Los nacionalismos han respondido a la evoluci¨®n de transformaciones capitalistas
En tiempos de utilizaci¨®n masiva del marxismo como m¨¦todo para la explicaci¨®n de los fen¨®menos sociales, un conocido historiador se vio obligado a desautorizar su aplicaci¨®n esquem¨¢tica, en particular a la historia de las ideas, advirtiendo en tono de broma que no era cierto que cada clase social llevase encima su ideolog¨ªa como la bestia de carga porta su albarda. Pero eso no significa que el an¨¢lisis de las ideolog¨ªas y de los comportamientos pol¨ªticos por ellas influidos pueda prescindir de las relaciones de poder en el interior de una sociedad, y de la consiguiente jerarqu¨ªa de clases y de intereses econ¨®micos. Marx sigue aqu¨ª en parte vivo, como el concepto de ideolog¨ªa dominante, y basta pensar en lo que son el PP y su pol¨ªtica para comprobarlo.
Los nacionalismos no son una excepci¨®n, y menos en Espa?a, donde el desarrollo, los cauces y las frustraciones de los movimientos nacionalistas han respondido a la evoluci¨®n de las transformaciones capitalistas en cada espacio, en el marco del atraso econ¨®mico que estrangul¨® durante el siglo XIX la construcci¨®n del Estado-naci¨®n. La ¡°excentralizaci¨®n¡± de Galicia, de que hablara el precursor Faraldo, su marginaci¨®n econ¨®mica, impidi¨®, lo mismo que para Breta?a y Provenza en Francia, que de los factores ¡°objetivos¡± surgiera un nacionalismo consistente. Otro tanto diagnosticaba Engels para los vascos hacia 1850, si bien aqu¨ª la industrializaci¨®n rompi¨® el pron¨®stico pesimista, siendo entonces el mejor ejemplo de que la adscripci¨®n al nacionalismo responde a la diversificaci¨®n de intereses en el interior del desarrollo capitalista. Una cosa eran los sectores dominantes (industriales, financieros) y otra los hermanos enemigos Sabino Arana y Sota. Claro que el nacionalismo requiere ser interclasista, como espejo de toda su naci¨®n, y a ese efecto las tradiciones y las invenciones culturales, la creaci¨®n de s¨ªmbolos, el rechazo de otras pol¨ªticas, singularmente la estatal, generan una din¨¢mica pol¨ªtica aut¨®noma que a veces, como en la gestaci¨®n de ETA o ahora en el catalanismo, hace peligrar sus intereses materiales.
?Quien puede dudar que CiU o el PNV sean partidos de las respectivas burgues¨ªas, o ¨¦lites econ¨®micas? Ello no supone verles como las albardas antes citadas. Una din¨¢mica de radicalizaci¨®n al modo catal¨¢n puede sugerir una fractura total, pero hasta el Estatuto frustrado y mientras el objetivo era el Pacto Fiscal, la coincidencia fue absoluta. Por mucho que presionaran las ¨¦lites culturales, el independentismo pol¨ªtico estaba en el 10%. Luego vino el desbordamiento y con ¨¦l la imagen retrospectiva de disociaci¨®n. A la inversa, en Euskadi el soberanismo se ha amortiguado al ser consciente el PNV (Urkullu vs Ibarretxe) de los grandes beneficios del Concierto econ¨®mico en plena crisis. Aunque la econom¨ªa no basta para contrarrestar los errores pol¨ªticos.
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