?Hay que reformar la Constituci¨®n?
El consenso sobre las soluciones es el punto de llegada no el de partida
La pregunta que da t¨ªtulo a esta columna ha sobrevolado estos d¨ªas de aniversario en todos los medios de comunicaci¨®n. Hace 36 a?os el pueblo espa?ol aprob¨® la Constituci¨®n. Todo un ¨¦xito: las buenas constituciones est¨¢n hechas para durar y esta, a pesar de las actuales cr¨ªticas, resiste bien el paso del tiempo. La Espa?a de 1978 poco tiene que ver con la actual. ?Esto es debido a la Constituci¨®n? Por supuesto que no. Pero esto ha sido posible dentro de la Constituci¨®n: algo habr¨¢ contribuido, pues, en este gran salto adelante.
Nadie niega su conveniencia, s¨®lo algunos ponen en cuesti¨®n su oportunidad
En la pol¨¦mica de estos d¨ªas sobre la necesidad de la reforma constitucional pueden percibirse dos actitudes: los expertos jur¨ªdicos parecen ser partidarios de la reforma y los partidos se muestran divididos y, en general, m¨¢s recelosos. Nadie niega su conveniencia, s¨®lo algunos ponen en cuesti¨®n su oportunidad. Falta consenso, es peligroso abrir el mel¨®n. Cierto: el consenso es imprescindible porque es una necesidad de toda constituci¨®n.
El momento constituyente necesita el consenso, un acuerdo de m¨ªnimos sobre cuestiones b¨¢sicas
Efectivamente, las constituciones regulan aquello que no puede votarse en un Parlamento de acuerdo con las reglas de procedimiento propias de las leyes ordinarias. Las materias constitucionales son aquellas que quieren bloquearse ¡ªno blindarse, palabra de moda¡ª con el fin de que s¨®lo puedan ser reformadas por amplias mayor¨ªas. Por ello las constituciones no deben ser muy extensas y han de ser escritas en t¨¦rminos a veces vagos e indeterminados, con el fin de que sean desarrolladas por leyes de maneras diversas para que bajo una misma constituci¨®n puedan gobernar la derecha, el centro y la izquierda sin tener que reformarla. Por ello el momento constituyente necesita el consenso, un acuerdo de m¨ªnimos sobre cuestiones b¨¢sicas.
Ahora bien, las constituciones pueden reformarse, con dificultades para que sean estables, pero pueden reformarse: en otro caso no ser¨ªan normas democr¨¢ticas. Y en estos momentos, en el caso espa?ol, parece haber un cierto acuerdo en las principales materias a reformar: la organizaci¨®n auton¨®mica, los partidos como canales de participaci¨®n popular y la direcci¨®n pol¨ªtica del poder judicial.
No hay consenso en las soluciones, se dice, y es verdad. Pero puede haber consenso en la necesidad de la reforma y en las materias a las que debe afectar. A partir de ah¨ª todo es empezar: el consenso sobre las soluciones es el punto de llegada, no el de partida. Una comisi¨®n compuesta de expertos y pol¨ªticos, o el mismo Consejo de Estado, deber¨ªan poner manos a la obra para ir detectando problemas, acercando posiciones, buscando alternativas. Dar vueltas a las cosas en un clima reposado, fuera de la escandalera medi¨¢tica. Discretamente, preparando borradores, estableciendo criterios fundamentales. Como se sabe, el roce hace el cari?o.
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