¡°Todos ca¨ªmos en la tentaci¨®n¡±
Villaca?as, capital del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, se reinventa Los parados de las f¨¢bricas de puertas vuelven a clase y al campo
Ten¨ªamos que ir a buscar a los alumnos a sus casas. Hab¨ªa profesores destinados a hacer labor de captaci¨®n porque el abandono era alt¨ªsimo. Estudiar en Villaca?as era de tontos. Con 16 a?os se iban a trabajar a las f¨¢bricas de puertas a ganar 1.000 euros al mes. Se re¨ªan en tu cara. Luego pasaban por delante de ti con el cochazo o con la moto nueva y te dec¨ªan: ¡®?Para qu¨¦ iba a seguir estudiando? ?Para ganar lo que ganas t¨²?¡±. Luis Escribano, director del centro de educaci¨®n para adultos Luis Vives, aguant¨® aquel choteo durante a?os, como la mayor¨ªa de los profesores de este pueblo de Toledo que se convirti¨® en paradigma del pinchazo de la burbuja inmobiliaria. En esta localidad de 10.000 habitantes lleg¨® a haber 10 f¨¢bricas que empleaban a 6.000 personas y produc¨ªan 11 millones de puertas al a?o. Hoy quedan cuatro empresas con menos de 600 trabajadores. El pol¨ªgono industrial, que ocupa casi tanta superficie como el suelo residencial, est¨¢ pr¨¢cticamente desierto. Hace a?os, los directores de las f¨¢bricas tuvieron que pactar distintos horarios de entrada de sus empleados para evitar los atascos. Las f¨¢bricas se han vaciado, pero las clases vuelven a llenarse. Y a punto de jubilarse, Escribano puede celebrar el haber logrado reenganchar al sistema educativo a muchos de aquellos chavales que se re¨ªan en su cara.
Carmen Lara, directora del instituto Enrique de Arfe, recuerda lo que le respond¨ªan los alumnos cuando les preguntaba lo que quer¨ªan estudiar: ¡°Yo derecho, profe. Derechito a las puertas¡±. ¡°Se iban buscando el dinero r¨¢pido, pero luego se arrepintieron¡±, explica Miguel ?ngel Herraiz a punto de empezar una clase de matem¨¢ticas para aquellos chavales, hoy treinta?eros. ¡°Daba pena. La mayor¨ªa no ten¨ªa ni el graduado escolar¡±. El aula en la que se dispone a dar clase est¨¢ empapelada con carteles para recordar expresiones incorrectas que suelen utilizar los alumnos: ¡°Sin en cambio¡±; ¡°menchero¡±; ¡°ag¨¹ela¡±, ¡°amoto¡±, ¡°tosjuntos¡±...
¡°Algunos vienen un mes y luego abandonan. Pero cuando siguen es una satisfacci¨®n muy grande¡±, explica Herraiz. En 2013 tuvieron casi 500 matr¨ªculas, cuando antes de la crisis apenas llegaban a las 150. Ahora hay unos 300 matriculados en los cursos de reenganche formativo para adultos.
Sentado en uno de los pupitres, Fernando resume su historia, que es la misma que la de la mayor¨ªa de la clase y de la gente de su edad en el pueblo. ¡°Yo tengo 34 a?os. Dej¨¦ de estudiar a los 16 para trabajar en las puertas. Imag¨ªnate, 16 a?os y 1.000 euros al mes. Eres el puto amo¡±. Los padres no ayudaban, recuerda Escribano. ¡°Si no quiere estudiar, que no estudie, dec¨ªan¡±. Familias enteras viv¨ªan de las puertas. Las madres y las hermanas trabajaban en las oficinas; los maridos y los hijos, en las f¨¢bricas. Hab¨ªa casas en las que entraban m¨¢s de 4.000 euros al mes.
¡°Repet¨ª un curso y mi padre me dijo: ¡®A trabajar¡¯. Me met¨ª en una f¨¢brica. Ten¨ªa 16 a?os¡±, relata Javier Aparicio, ya cumplidos los 31. ¡°Ten¨ªas dinero para los fines de semana, en cuanto cumpl¨ªas los 18, un coche. Era muy tentador y ca¨ªmos todos¡±.
A una edad en la que la mayor¨ªa tiene que conformarse con la paga que le dan sus padres, los j¨®venes de Villaca?as se vieron con sueldos de 1.000 euros en el bolsillo cada mes. ¡°Eran carne de ca?¨®n¡±, asegura Escribano. Aparicio relata que muchos de sus amigos han tenido problemas de adicciones. ¡°En aquellos a?os corr¨ªa la coca¨ªna y el ¨¦xtasis. En el pueblo lleg¨® a haber hasta tres centros antidroga y cuatro discotecas. Hoy queda una que se abre para bodas¡±.
Aparicio retom¨® los estudios y ha terminado un m¨®dulo de mantenimiento industrial. Despu¨¦s de las puertas, ha trabajado en una f¨¢brica de chocolates y ha ayudado a poner en marcha una cooperativa de azafr¨¢n. La idea surgi¨® de Manuel Huete, uno de los pocos chavales del pueblo que salt¨® del tren antes de que descarrilara. Dej¨® la f¨¢brica en 2007, cuando nada hac¨ªa pensar que Espa?a iba a dejar de pedirle 11 millones de puertas al a?o a aquel pueblo toledano que abastec¨ªa la voracidad inmobiliaria de un pa¨ªs que constru¨ªa m¨¢s viviendas que Alemania, Italia y Francia juntas. ¡°Me gustaba la econom¨ªa y estudi¨¦ la carrera. Gracias al dinero de las puertas, mi padre, que trabajaba en una de esas f¨¢bricas, pudo enviarme a la London School of Economics, y cuando volv¨ª empec¨¦ a trabajar en el Banco de Espa?a¡±, recuerda Huete. Su padre, su hermana y dos de sus t¨ªos est¨¢n ahora en paro. ?l es empleado de BME (Bolsas y Mercados Espa?oles) y lleva 8 a?os viviendo fuera de Villaca?as. No olvid¨® su pueblo.
¡°Me puse a pensar en una alternativa a las puertas, en construir algo para crear puestos de trabajo. Antes de las f¨¢bricas, la gente se dedicaba al campo, as¨ª que pens¨¦ en productos agr¨ªcolas que necesitaran mucha mano de obra, y as¨ª llegamos al azafr¨¢n¡±. Con ayuda de vecinos del municipio cre¨® la asociaci¨®n Azafr¨¢n Solidario La Mancha (Asoma). Reunieron 35.000 euros con una campa?a de crowdfunding. Vecinos de Villaca?as les cedieron 20 hect¨¢reas de terreno para cultivar. Y el pasado mi¨¦rcoles los miembros de la cooperativa, que ha dado trabajo de momento a 15 parados, empezaron a entregar a sus mecenas un gramo de azafr¨¢n por cada 10 euros que hab¨ªan donado. A los vecinos del pueblo, como Mariano Castilla, que dej¨® la f¨¢brica de puertas tras cortarse una mano con una guillotina, se lo entregaron en persona. A otros benefactores, como los que supieron de la iniciativa desde Suiza, les llegar¨¢ por correo.
Ra¨²l G¨®mez, de 53 a?os, 22 de ellos en una f¨¢brica de puertas, realiza ilusionado algunas de esas entregas. Entre los miles de parados que dej¨® el pinchazo de la burbuja inmobiliaria en este pueblo tambi¨¦n hay muchos hombres de su edad, y saben que lo tienen m¨¢s dif¨ªcil. Carmelo G¨®mez, de 47, 14 en Puertas Visel, hace ahora 225 kil¨®metros al d¨ªa para trabajar en Madrid como vigilante de seguridad nocturno por menos dinero del que ganaba en la f¨¢brica que ten¨ªa a dos minutos de casa. Juan Manuel Guijarro, de 48 a?os, recuerda los 13 que pas¨® en Visel como los mejores. ¡°All¨¢ donde miraras ve¨ªas gr¨²as, y donde hay gr¨²as, hay alegr¨ªa porque significan casas, y las casas, puertas. Aunque yo sab¨ªa que aquello no pod¨ªa durar¡±. Mientras dur¨®, lo disfrut¨®, como el resto de habitantes del pueblo. ¡°Ve¨ªas muchos coches de alta gama, la gente se iba de crucero, se hac¨ªa chal¨¦s..., luego muchos se refugiaron en el alcohol. Ahora este pueblo est¨¢ muerto y no hay quien lo levante¡±. A ¨¦l le fue mejor que a otros porque tom¨® a tiempo dos decisiones importantes: vendi¨® sus acciones en la empresa antes de que todo se fuera al traste para montar un bar, El Oasis, y le dijo a su hijo que las puertas ten¨ªan que ser para ¨¦l ¡°la ¨²ltima opci¨®n¡±, no la primera. Los caf¨¦s y desayunos que sirve en el bar le permiten ahora salir adelante. El chico est¨¢ estudiando en Madrid.
Las f¨¢bricas de puertas cayeron como un domin¨® al estallar la crisis y muchas de las familias que hab¨ªan estado alimentando durante a?os se vieron en la tesitura de pedir comida a C¨¢ritas. El responsable de la entidad en Villaca?as recuerda cu¨¢nto le sorprendi¨® verlos en el centro. ¡°El perfil de la gente que atend¨ªamos cambi¨® radicalmente. Familias enteras de parados por las puertas. Antes de la crisis era algo impensable¡±.
La misma sorpresa se llev¨® Gloria Gonz¨¢lez, que fue psic¨®loga en el programa de integraci¨®n social del Ayuntamiento ¡ªel alcalde de Villaca?as, Santiago Garc¨ªa Aranda (PSOE), rechaz¨® hablar con este peri¨®dico¡ª. ¡°Pasamos de atender a personas de etnia gitana, inmigrantes... a familias que se acababan de quedar en paro y en las que el trabajo hab¨ªa ocultado durante a?os graves problemas de incomunicaci¨®n, de falta de habilidades...¡±, explica. Muchos matrimonios no superaron el cierre de las f¨¢bricas.
Los j¨®venes volvieron a estudiar o emigraron. Los mayores regresaron al campo. Unos pocos aguantaron en las cuatro f¨¢bricas de puertas que quedaron, pero con peores condiciones, explica Ra¨²l Alguacil, secretario de organizaci¨®n de Metal, Construcci¨®n y Afines de UGT en Castilla-La Mancha.
El pueblo se esfuerza poco a poco en levantar cabeza, consciente de que nada volver¨¢ a ser como antes. El Oasis cierra a las siete de la tarde porque nadie toma caf¨¦s despu¨¦s de esa hora y nadie tiene dinero para pagarse otra cosa. Del gigante Molduras Visel solo queda el esqueleto. En el interior de las naves de esta f¨¢brica, cerrada en 2011, unas fotos tiradas en el suelo muestran una copiosa cena de Navidad. No pone la fecha, pero con seguridad pertenecen a un tiempo que no volver¨¢. P¨®steres de mujeres desnudas empapelan el interior de las antiguas taquillas de los empleados. Eso y unas tarjetas plastificadas con consejos empresariales que alg¨²n directivo dej¨® olvidadas en su despacho son los ¨²nicos signos de vida que quedan en el interior de esta f¨¢brica destartalada. ¡°Hacer que nuestra empresa sea un lugar agradable y atractivo que merezca la pena visitar¡±, dice la n¨²mero 18. ¡°Identificado el problema, actuar de manera inmediata para solucionarlo¡±, pone en la 26. No les dio tiempo o no quisieron verlo. Donde hab¨ªa gr¨²as, hab¨ªa alegr¨ªa.
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