Antonio Dorado Soto, el obispo de la asignatura de Religi¨®n
Juan Pablo II bloque¨® su ascenso por no ser duro con los Gobiernos socialistas

Formado por los jesuitas en la Universidad Pontificia de Comillas cuando este centro de Cantabria ya cerrado era el mayor vivero de jerarcas del catolicismo espa?ol para todo el mundo, a Antonio Dorado Soto le cort¨® las alas Juan Pablo II por no haber sido suficientemente duro con los Gobiernos socialistas. Mucho antes, Pablo VI lo hab¨ªa hecho obispo de Guadix-Baza. Ten¨ªa 38 a?os, una edad muy temprana para llegar a esa dignidad eclesi¨¢stica. Fue en marzo de 1970, y tres a?os despu¨¦s era destinado a la di¨®cesis de C¨¢diz-Ceuta, donde permaneci¨® dos d¨¦cadas, entre 1973 y 1993. Se jubil¨® en 2008 despu¨¦s de ocupar la sede de M¨¢laga-Melilla desde 1993. Falleci¨® el pasado d¨ªa 17 a los 83 a?os a causa de una infecci¨®n pulmonar que le provoc¨® un atragantamiento mientras com¨ªa. Hab¨ªa nacido en 1931 en Urda (Toledo).
Los servicios prestados por Dorado a su Iglesia se prolongan durante d¨¦cadas, tambi¨¦n bajo el mandado del cardenal Antonio Mar¨ªa Rouco al frente de la Conferencia Episcopal Espa?ola (CEE). Pero sus formas suaves y dialogantes, siempre accesible para los medios de comunicaci¨®n, se hab¨ªan forjado en el c¨ªrculo del cardenal Vicente Enrique y Taranc¨®n, el prelado requerido por Pablo VI para aplicar en Espa?a el Concilio Vaticano II y para guiar el complicado paso de su organizaci¨®n desde el nacionalcatolicismo franquista a las libertades religiosas y de conciencia. Dorado destac¨® tambi¨¦n por aceptar de buena gana la Constituci¨®n de 1978, alej¨¢ndose del debate ultramontano de muchos de sus colegas, que exig¨ªan meter y citar a Dios en la Carta Magna. Finalmente, sali¨® citada la Iglesia cat¨®lica en el art¨ªculo 16, lo que tampoco evit¨® el voto contrario de numerosos prelados de entonces.
A aquel tiempo achacaba Juan Pablo II la creciente secularizaci¨®n de la sociedad espa?ola y la p¨¦rdida de influencia de la Iglesia romana, que intent¨® remediar aupando al poder a un prelado correoso, el citado cardenal Rouco. La lectura del Pont¨ªfice polaco, sin embargo, no se ajusta a la realidad de los hechos. El obispo Dorado lo explic¨® en declaraciones a EL PA?S en 2005, cuando los prelados salieron a la calle en manifestaci¨®n contra la ley educativa promovida por el Ejecutivo de Rodr¨ªguez Zapatero. Presid¨ªa entonces la Comisi¨®n de Ense?anza y Catequesis en la CEE y, pese a no figurar entre los halcones del episcopado, apoy¨® la revuelta. Pero declar¨®, algo compungido: ¡°Ser¨ªa mucho mejor dialogar que enfrentarse¡±.
Lo hab¨ªa hecho Dorado en dos mandatos anteriores al frente de la comisi¨®n que negoci¨® el muy discutido estatus de la asignatura de catolicismo en las escuelas e institutos. Lo hab¨ªan elegido para eso los obispos, que tambi¨¦n le auparon al comit¨¦ ejecutivo de la CEE, habitualmente copado por arzobispos y cardenales, y lo prefirieron tres veces para que les representase en otros tantos S¨ªnodos ordinarios celebrados en Roma.
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