Pasi¨®n y curiosidad de un amigo de Espa?a
Para el corresponsal del 'Frankfurter Allgemeine Zeitung' era dif¨ªcil separar lo espa?ol de lo alem¨¢n
Recordar a Walter Haubrich ¡ªel veterano corresponsal alem¨¢n, fallecido el lunes, que amaba tanto a Espa?a que resulta dif¨ªcil separar sus rasgos hispanos de los intr¨ªnsecamente germanos¡ª es ver a un tipo con enorme presencia f¨ªsica, algo gru?¨®n, reservado. A lo largo de m¨¢s de treinta a?os, Haubrich represent¨® al Frankfurter Allgemeine Zeitung en el mundo hispano, y lo hac¨ªa a su estilo. Con una curiosidad que nace del respeto. Con un rigor informativo hoy desconocido. Con un empe?o period¨ªstico infatigable.
Dicen que fue el hombre de la Transici¨®n porque en su piso madrile?o se sol¨ªa reunir gente de la oposici¨®n clandestina y de partidos pol¨ªticos prohibidos en la etapa franquista. Fue amigo de Felipe Gonz¨¢lez, por ejemplo, y de muchos m¨¢s. Cre¨ªa en el proyecto del socialismo espa?ol y la democratizaci¨®n de una sociedad durante largos a?os estancada. Pero m¨¢s all¨¢ de su vocaci¨®n de izquierdas, yo le llamar¨ªa un testigo nato, el hombre que estuvo all¨ª. Haubrich no se limitaba a escribir bien sino que siempre buscaba la fuente original para llegar al fondo del asunto.
En la era predigital, tan remota, se obten¨ªa informaci¨®n comiendo. Por eso Haubrich pasaba m¨¢s tiempo que nadie de sobremesa, receptivo y receptor, el medio por el que pasaban susurros, secretos y filtraciones. Para ¨¦l, constitu¨ªan todos los conocimientos del mundo hispano que val¨ªa la pena saber. El olor de la calle, vamos. La vida diaria y real de un pueblo. As¨ª que, a pesar de ser amigo de escritores como Jorge Sempr¨²n, Jos¨¦ Saramago o Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, Haubrich no ten¨ªa paciencia para leer mucho rato seguido. Prefer¨ªa estar con seres humanos, recontar lo que le hab¨ªan contado a ¨¦l, informar y opinar e influir todo lo que pudiera. En esto y mucho m¨¢s, fue un ser ¨²nico.
No es f¨¢cil explicar a lectores espa?oles el lujo que tuvimos los corresponsales del Frankfurter Allgemeine Zeitung en tiempos pasados. Un lujo de seriedad, de espacios y recursos. El peri¨®dico alem¨¢n de referencia siempre se ha definido por la calidad de su cobertura internacional. Cuando me enviaron a Madrid, en 1998, para trabajar de corresponsal de cultura para la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica, tal puesto no exist¨ªa. Fue un invento del Frankfurter. Corr¨ªan tiempos de bonanza.
Sin embargo, hab¨ªa una pega. Tuve que explicarle al corresponsal pol¨ªtico, Walter Haubrich, el rinoceronte reinante y durante muchos a?os el ¨²nico representante del Frankfurter en el mundo hispano, que ¨ªbamos a cohabitar en Madrid. Una noche calurosa de septiembre qued¨¦ con ¨¦l para cenar. Una vez terminadas dos botellas de albari?o, bast¨® un minuto de frases breves y media sonrisa para ponernos de acuerdo. Levantamos las copas. Aquella noche, con un m¨ªnimo de gestos, nos hicimos amigos.
Para m¨ª fue una alegr¨ªa constante compartir temas, charlas y comidas con Haubrich. Nunca sabr¨¦ si fui merecedor de su generosidad, pero as¨ª me trataba: con una generosidad y un cari?o muy especiales. Por extra?o que parezca, nunca nos peleamos. No lo hicimos, supongo, por afinidades electivas, por respeto mutuo o por ser los dos del Real Madrid. Pero nunca lo sabr¨¦. Debajo de aquel aspecto campechano, ocultaba mucha discreci¨®n y la timidez de un ni?o.
Paul Ingendaay es escritor y periodista alem¨¢n.
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