La vivienda como primer paso contra la exclusi¨®n social
Un programa piloto en Madrid, M¨¢laga y Barcelona trata de integrar a los sin techo
De los muros de la habitaci¨®n de Ansir Hussain ¡ªpaquistan¨ª de 34 a?os que vivi¨® en la calle en Barcelona por m¨¢s de cuatro a?os¡ª solo cuelga un corcho. All¨ª est¨¢n los avisos de citaci¨®n para tratar sus problemas hep¨¢ticos y el retrato que le hizo un amigo. En el dibujo, Ansir se ve taciturno. Pero cuando le ofrece caf¨¦ a sus visitantes o se esmera en dejar sus pocas pertenencias en el puesto correspondiente se ve cercano, hablador. "Ha cambiado mucho", dice la coordinadora que le acompa?a en el proceso de dejar la calle. ?l asiente.
Ansir es uno de los 28 sin techo que participan en una prueba piloto de manejo de ese problema, realizada por RAIS Fundaci¨®n en Madrid, Barcelona y M¨¢laga, con la colaboraci¨®n de los Ayuntamientos. El programa se basa en la f¨®rmula Housing First (la vivienda es lo primero) que en 1992 cre¨® la entidad Pathways to Housing en Nueva York,
En este enfoque se cambia el orden de c¨®mo se suelen hacer las intervenciones. Tradicionalmente, los servicios sociales buscan que el contacto con los sin techo derive en que estos ingresen en hogares de paso, albergues y, a medida que van alcanzando ciertos objetivos, pasen a pensiones y pisos compartidos. La meta final es llegar a tener un hogar independiente. En Housing First, se empieza por el final. En el primer caso, una reca¨ªda puede implicar volver a la casilla de salida, un c¨ªrculo vicioso dif¨ªcil de romper.
Alejandro L¨®pez, subdirector general t¨¦cnico de RAIS, explica que Ansir y sus compa?eros tuvieron la ¨²ltima palabra para entrar en el programa piloto pero que fueron seleccionados dentro de un perfil espec¨ªfico: no menos de tres a?os viviendo en la calle, con problemas de salud y/o adicciones. L¨®pez aclara que hay m¨¢s hombres (80%) que mujeres para emular la realidad demogr¨¢fica de los habitantes de la calle.
"Cuando me hicieron el ofrecimiento no me lo cre¨ªa. ?Un piso para m¨ª solo!", recuerda el joven paquistan¨ª, que parece mucho mayor de lo que es. El 2 de enero de este a?o comenz¨® el piloto con diez pisos en Barcelona y otros tantos en Madrid. En M¨¢laga son ocho. Las viviendas est¨¢n ubicadas en edificios de vecinos, sin ninguna particularidad.
La ¨²nica condici¨®n para participar es permitir que un d¨ªa a la semana el coordinador del programa entre en la casa. Cuando la persona tiene ingresos ha de aportar el 30%. No se pide ni dejar de consumir drogas o alcohol ni someterse a tratamientos m¨¦dicos para sus dolencias. Estas decisiones las va tomando el participante a medida que ve su propio progreso. "Me ducho, lavo mi plato, organizo la casa. Y tengo una actividad cada d¨ªa: ir al m¨¦dico, a la sesi¨®n de alcoh¨®licos an¨®nimos, hacer la compra", dice Ansir. Nada que ver con el hombre que, cuando beb¨ªa y, desesperado por no tener trabajo, no iba al centro de acogida de la Zona Franca para evitar la verg¨¹enza de haber reca¨ªdo.
"El balance de estos meses de es satisfactorio. Todos los participantes a¨²n mantienen la casa", relata L¨®pez. Adem¨¢s, ocho de cada diez participantes ha reducido el consumo de sustancias y la mitad han reestablecido lazos con su familia, en muchos casos tras a?os sin relaci¨®n. La mitad trata con sus vecinos de escalera: es decir, empiezan a solidificar lazos sociales.
Estos resultados han hecho que los Ayuntamientos de Madrid y Barcelona hayan decidido apostar con m¨¢s fuerza por el modelo. Antes del verano, en la capital catalana habr¨¢ 50 pisos m¨¢s, que fueron adjudicados hace poco en concurso. "Esto es el futuro, aunque no quiere decir que no construyamos m¨¢s albergues. Una plaza en un piso cuesta 48 euros al d¨ªa, una en un albergue oscila entre los 55 y 71 euros", explica Maite Fandos (CiU), la quinta teniente de alcalde. En Madrid habr¨¢ antes de que acabe el a?o otros diez pisos.
La metodolog¨ªa de Housing First se aplica desde hace a?os con muy buenos resultados en pa¨ªses como Francia, Canad¨¢ Portugal o Finlandia. Si bien el modelo no pone un l¨ªmite de estancia, en Barcelona, por ejemplo, es de tres a?os. Ansir sabe que este programa le sac¨® de la calle y de una muerte segura si segu¨ªa bebiendo. Ahora, su casa huele a lej¨ªa, un olor a limpio que simboliza el cambio que ha dado su vida. ?l espera mejorar de salud, legalizar su situaci¨®n en Espa?a y encontrar un trabajo. "Lo que ha pasado ha pasado. Mi futuro ser¨¢ mejor", asegura. Es ya un hombre diferente al taciturno Ansir del retrato.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.