El discurso del odio
Sobre Zapata ha ca¨ªdo la reacci¨®n colectiva ante unos textos que rezuman antisemitismo y trivializaci¨®n del hecho terrorista
No es una tormenta medi¨¢tica que ha ca¨ªdo sobre ¨¦l, sino la l¨®gica reacci¨®n colectiva, excluidos sus simpatizantes, ante unos textos que rezuman antisemitismo y trivializaci¨®n del hecho terrorista. Tampoco cabe esgrimir que fueron escritos cuando el autor carec¨ªa de responsabilidades p¨²blicas, circunstancia eximente que est¨¢ siendo aplicada asimismo a otro colega suyo que practic¨® la exaltaci¨®n de la violencia ¨Ctorturas, muerte- contra un pol¨ªtico en el Gobierno. Es m¨¢s, pensando que fueron escritas en tales circunstancias resultan aun m¨¢s significativas, ya que reflejan abiertamente su pensamiento, sin las inhibiciones propias de la expresi¨®n oficial. Y de humor no hablemos: dos de las famosas caricaturas danesas eran abiertamente ofensivas para el Islam al presentarle como terrorista, y eso se encuentra por encima del supuesto humorismo. Como tales hubieran debido ser denunciadas y condenadas por la justicia, que es la conducta propia de un Estado de derecho. As¨ª sucede en este caso, y no es irrelevante en el plano ideol¨®gico que los macabros chistes se hagan a costa de los jud¨ªos y de una v¨ªctima de ETA. Obviamente, trat¨¢ndose de un tuit, la escapatoria del contexto no funciona.
La pregunta es: ?cu¨¢l hubiera debido ser la reacci¨®n colectiva ante quien hiciese p¨²blico un tuit semejante a costa de los muertos por naufragio en las pateras que intentan llegar a Europa? Parece que la respuesta no tiene duda, y cabr¨ªa extenderla a toda manifestaci¨®n de un discurso del odio, como la de aquel l¨ªder pol¨ªtico emergente que exaltaba a Robespierre por su uso intensivo de la guillotina, ¡°ya que perdonar a un opresor es barbarie¡±. En l¨ªnea con uno de los casos de hoy. Apostilla: menospreciar el significado de esa promoci¨®n del odio es insensatez.
La instancia superior, sobre quien ha reca¨ªdo la penosa tarea de enjuiciar el caso, alude al valor del arrepentimiento y a la posibilidad de cambiar con el tiempo. Exhibe un ejemplo dudoso: poco orgullo cabe exhibir, aunque fuese una necesidad, por haber integrado en la pol¨ªtica a quienes rechazan aun hoy el reconocimiento de los pasados cr¨ªmenes. Adem¨¢s, la circunstancia de ¡°indignaci¨®n¡±, por v¨¢lida que fuese, nunca justifica el llamamiento a la tortura y a la muerte. Y aun cuando exista el arrepentimiento, la responsabilidad pol¨ªtica contra¨ªda, como en el caso de los chistes macabros, no desaparece. Muchos colaboracionistas con el nazismo, tomaron luego en Francia el h¨¢bito de dem¨®cratas bajo Miterrand, y la exigencia de juicio no se desvaneci¨® por ello. Para ser estimado, el arrepentimiento debi¨® haber precedido al descubrimiento de la infracci¨®n.
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