?Un pa¨ªs sin l¨ªderes?
Existe en nuestra vida pol¨ªtica actual una grave carencia de figuras con el suficiente respaldo
Desde hace meses, dos reci¨¦n llegados a la escena p¨²blica nacional ¡ªel rey Felipe VI (al que ahora aprueba un 81% de los espa?oles y desaprueba un 17%) y Albert Rivera (al que aprueba un 50% y desaprueba un 42%)¡ª resultan ser los ¨²nicos cuya evaluaci¨®n ciudadana arroja un saldo positivo (+64 puntos y +8, respectivamente). Tras ellos aparecen, con saldos evaluativos moderadamente desfavorables (-16 ambos), Pedro S¨¢nchez y Alberto Garz¨®n, en apreciable ascenso desde comienzos de mes y vinculados los dos a formaciones con un pasado de turbulencias internas que estar¨ªa pas¨¢ndoles a¨²n alguna factura. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (con un estable -48) y el l¨ªder de Podemos, Pablo Iglesias (con un asimismo estable -32) quedan claramente descolgados en el aprecio ciudadano (aunque no, l¨®gicamente, en el de sus potenciales votantes).
Estos datos subrayan la grave carencia en nuestra vida pol¨ªtica actual de figuras con el suficiente respaldo y auctoritas para articularla y, a la vez, proporcionarle puntos de anclaje referencial que la orienten. Esta orfandad de liderazgos resulta especialmente gravosa en un momento como el actual en que la sociedad espa?ola actual se debate entre la (comprensible) ira de muchos ¡ªpor todo lo sufrido, y sin saber todav¨ªa bien por qu¨¦, ni por culpa de qui¨¦n¡ª y el intenso y latente deseo de concordia de una amplia mayor¨ªa ¡ªlos espa?oles llevan cuatro a?os clamando, masivamente y en vano, por un retorno al ¡°esp¨ªritu de la Transici¨®n¡ª. Y para colmo, a la figura que, seg¨²n el dictamen ciudadano estar¨ªa en claras mejores condiciones para llenar ese clamoroso vac¨ªo ¡ªel actual Jefe del Estado¡ª le est¨¢ constitucionalmente vedado hacerlo. Albert Rivera, y tras ¨¦l Pedro S¨¢nchez (a Garz¨®n le lastrar¨ªa para ello el previsiblemente reducido peso electoral de su formaci¨®n) parecen contar con mejores bazas para emerger como nuevos l¨ªderes. A Pablo Iglesias su apuesta por ¡°un discurso ¨¢spero y de clase y con un estilo plebeyo¡± no parece estarle ayudando precisamente a generar simpat¨ªas transversales sobre todo si la principal demanda ciudadana pasa a ser, como parece, un renovado esp¨ªritu de concordia.
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