Usos y abusos de la historia del nacionalismo catal¨¢n
Catalu?a, como todos los nacionalismos sin excepci¨®n, ha utilizado el pasado para sustentar sus reivindicaciones
La sociedad catalana est¨¢, como escribiera Garc¨ªa C¨¢rcel, enferma de pasado. Y el nacionalismo tiene buena parte de responsabilidad en ello. Este ha hecho, desde su aparici¨®n a finales del siglo XIX, un uso y abuso permanente de la historia en su proceso de nacionalizaci¨®n de la sociedad catalana. Aunque pueda afirmarse que todos los nacionalismos sin excepci¨®n recurren a la historia para sustentar sus reivindicaciones, en el caso de Catalu?a esta circunstancia llega hasta puntos de significativo delirio, como ponen de manifiesto los intentos de catalanizar a Santa Teresa, Cervantes y El Quijote.
La magna conmemoraci¨®n institucional, el a?o pasado, del tercer centenario del final de la guerra de Sucesi¨®n es otra buena muestra. Declaraciones como las del presidente de la Generalitat, Artur Mas, sobre ganar en las urnas en 2014 lo que se perdi¨® en 1714 por las armas resultan una barbaridad. Aunque han pasado ya tres siglos y casi nada vincula el presente con aquel entonces, los nacionalistas se esfuerzan en revivirlo para construir el ma?ana. La insistencia, un momento no comprensible con las categor¨ªas actuales, obliga a inventar una ¨¦poca.
Aseguraba Gaziel, en 1938, que las historias de Catalu?a elaboradas desde 1870 narraban hechos reales, pero los atribu¨ªan a una entidad que era un fantasma, esto es, Catalu?a considerada como un Estado. Estas historias hac¨ªan converger todos los acontecimientos hacia la necesidad aprior¨ªstica de obtener la plenitud de la nacionalidad catalana en una forma estatal. En este sentido, la Hist¨°ria de Catalunya de Soldevila no era la historia estricta de unos hechos, sino la de un deseo maravilloso urdido con ellos. Este periodista consideraba indispensable dejar de contar lo que debi¨® ser y no fue, para intentar explicar lo que fue. Muchas d¨¦cadas despu¨¦s, sin embargo, siguen abundando las historias a las que se les puede aplicar las cr¨ªticas de Gaziel, desde los manuales patri¨®ticos de Sobrequ¨¦s hasta el reciente libro de Fontana sobre la identidad catalana, culmen del nacional-comunismo rom¨¢ntico.
Mito e historia se han confundido en la historia de Catalu?a elaborada desde el siglo XIX. El nacionalismo lo ha fomentado, puesto que mientras que la segunda era necesaria para fundamentar el pasado del presente y sus reivindicaciones, el primero era un instrumento de conciencia y de movilizaci¨®n. Y un arma contra otros mitos creados por nacionalismos opuestos; en esencia, evidentemente, el espa?ol. Jaime I se convert¨ªa en la contrapeso del Cid Campeador, y Wilfredo el Velloso en el de Don Pelayo. En Catalu?a, el mito ha disputado su lugar a la historia en el caso de personajes (Jaime de Urgel, el patriota Claris, el m¨¢rtir Companys), acontecimientos como el Once de Septiembre o ideas y actitudes, desde el ¡°democr¨¢tico¡± pactismo hasta la intr¨ªnseca modernidad contempor¨¢nea.
Para escribir una historia rigurosa la separaci¨®n de mito e historia es imprescindible. La historiograf¨ªa catalana hizo un trabajo muy intenso en esta cuesti¨®n, tanto en la ¨¦poca de Vicens Vives como en las d¨¦cadas de 1970 y 1980. Las circunstancias cambiaron en los a?os noventa, fruto de la crisis del marxismo y de los ¨¦xitos del proceso renacionalizador. El retorno de la historia nacional volvi¨® a dar alas a los mitos. Los muchos recursos destinados desde 1980 por la Generalitat a la historia ¡ªconstrucci¨®n de museos, libros, coloquios, conmemoraciones¡ª, junto con el proceso de ensimismamiento de la historiograf¨ªa catalana en el ¨²ltimo cuarto de siglo, han hecho del uso y el abuso del pasado algo normal y no merecedor de an¨¢lisis alguno. Sin cr¨ªtica tal vez pueda existir la historia, pero dif¨ªcilmente se justifica el oficio de historiador.
Jordi Canal es historiador y profesor en la EHESS de Par¨ªs. Acaba de publicar Historia m¨ªnima de Catalu?a (Madrid, Turner-Colegio de M¨¦xico, 2015).
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