Perder la verg¨¹enza

Uno de los problemas del debate p¨²blico en Espa?a es que se est¨¢ perdiendo el sentido de la verg¨¹enza. Que los dirigentes pol¨ªticos pueden enga?ar, disimular, tergiversar y hasta mentir sin sonrojarse. En esta campa?a hemos visto a Garc¨ªa Albiol arrojar falsedades sobre Ada Colau y Manuela Carmena para da?ar su imagen, como si la G¨¹rtel, la P¨²nica y otras tramas que afectan al PP no fueran con ¨¦l. Hemos visto a Miquel Iceta defender la presunci¨®n de inocencia del exalcalde de Sabadell Manuel Bustos alegando que no ha sido condenado, cuando acaba de serlo por tr¨¢fico de influencias. Y hemos o¨ªdo a Espadaler y a Mas presentarse como adalides de la lucha contra la corrupci¨®n y haber promovido la ley catalana de transparencia, que permite ver muchas cosas, pero no una de fundamental: la identidad de los donantes de las fundaciones que financian a sus partidos. La ley ha entrado en vigor justo cuando se investiga el posible cobro de comisiones a trav¨¦s de esas fundaciones a cambio de la adjudicaci¨®n de obra p¨²blica.

Hemos visto tambi¨¦n la instrumentalizaci¨®n m¨¢s descarada de las instituciones con fines partidistas. Lo hizo el Gobierno, llevando a Garc¨ªa Albiol a Madrid para presentar el ejemplo m¨¢s grave: el de la reforma del Tribunal Constitucional. Lo ha hecho Mas, convirtiendo la Diada y su discurso institucional como presidente en una arenga electoral. Y lo han hecho tambi¨¦n sus adversarios, despu¨¦s de criticarle con raz¨®n por este atropello, al jalear que el gobernador del Banco de Espa?a irrumpiera en la campa?a hablando de la posibilidad de un corralito en Catalu?a.

No est¨¢ claro el efecto que puede tener todo esto en el electorado, cuya inteligencia convendr¨ªa no menospreciar. Es muy posible que tanta desverg¨¹enza en un asunto tan grave como la corrupci¨®n y tanta manipulaci¨®n de las instituciones acabe pasando factura.