Rouco se rebela contra Francisco
El cardenal de Madrid y diez altos prelados recelan del s¨ªnodo de la familia que comienza este domingo
La marejada no para de crecer en torno al pr¨®ximo s¨ªnodo de la familia, convocado por el Papa Francisco a las pocas semanas de su elecci¨®n. La palabra latina ¡®sin?dus¡¯ significa caminar juntos. Los debates empiezan este domingo en la sala mayor de la bas¨ªlica de San Pedro y las posturas est¨¢n distanciadas. Curiosamente, esta vez el cisma lo amenazan lujosas sotanas rojas. El Papa quer¨ªa implicar a todos sus fieles en el empe?o de adaptar su Iglesia a los cambios que en materia de familia y relaciones personales se han producido desde el Concilio Vaticano II, hace 50 a?os. Ni siquiera va a poder contar con una buena parte de sus cardenales, pomposamente conocidos como los Pr¨ªncipes de la Iglesia, el punto de apoyo que sostiene junto al Papa todo el catolicismo oficial (cardenal, del lat¨ªn cardo, significa precisamente eso: bisagra o gozne).
La primera parte de esta especie de peque?o concilio se celebr¨® el a?o pasado con el t¨ªtulo ¡°Los desaf¨ªos pastorales de la familia¡± y no pocas cr¨ªticas internas y externas. Se cerrar¨¢ a finales de este mes, en una segunda sesi¨®n que se presenta a¨²n m¨¢s conflictiva. Francisco ha ido preparando el camino con delicadeza y con reiteradas declaraciones sobre la necesaria apertura a la comuni¨®n a los divorciados que se han vuelto a casar, una nueva manera de ver la homosexualidad y sobre la necesidad de agilizar los procesos de nulidad matrimonial.
Las primeras voces contra esas intenciones aperturistas, a las que ahora se une la del cardenal Antonio Mar¨ªa Rouco firmando un libro con otros diez cardenales, surgieron en el propio gobierno (curia) del Vaticano, por boca nada menos que del cardenal Gerhard L. M¨¹ller, prefecto de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe. Nombrado para ese cargo por Benedicto XVI, alem¨¢n como M¨¹ller, el llamado ¡®polic¨ªa de la fe¡¯ se ha mostrado radicalmente en contra de abrir la comuni¨®n a los divorciados y recibi¨® el apoyo de varios colegas, el m¨¢s destacado el cardenal de Lima, Juan Luis Cipriani, sobresaliente miembro del Opus Dei. ¡°No pensemos que el S¨ªnodo va a inventar nada nuevo, la doctrina es la de siempre¡±, opina Cipriani. La r¨¦plica, en ocasiones virulenta, les ha llegado por boca de los cardenales Walter Kasper, Reinhard Marx y ?scar Rodr¨ªguez Maradiaga, miembros del consejo de ocho prelados llamados por Francisco para asistirlo en las reformas que dice querer abordar.
¡°Hay m¨¢s oposici¨®n al Papa de lo se imagina. Se sabe que hay un porcentaje que supera el 50% de gentes de la Curia que act¨²an bajo cuerda en su contra. Dudan del Papa. Cuestionan ciertas medidas. Conocemos sus nombres, como los diez cardenales que firman el libro con Rouco¡±, afirma Jos¨¦ Mar¨ªa Castillo, uno de los grandes pensadores cristianos. Fue jesuita y ha tenido relaci¨®n con el tambi¨¦n jesuita Francisco, que le considera un maestro.
La ¡°mayor¨ªa silenciosa¡± se moviliza
Las resistencias a Francisco son de relumbr¨®n, pero escasas si se compara con el entusiasmo con que son acogidas sus propuestas por te¨®logos e iglesias populares. En Espa?a, los apoyos llegan en forma de una titulada 'Carta al obispo de Roma'. La firman veinte te¨®logos y varios laicos con la intenci¨®n de contrarrestar "las crueles resistencias y las presiones cada vez m¨¢s potentes de los rigoristas" contra la propuesta de permitir la comuni¨®n a los divorciados. Lo sostiene Jos¨¦ Manuel Vidal, director de 'Religi¨®n Digital' y firmante de la misiva. Entre los promotores figuran el obispo em¨¦rito de Palencia, Nicol¨¢s Castellanos; el exvicario de la di¨®cesis de San Sebasti¨¢n, Jos¨¦ Antonio Pagola, y el jesuita Jos¨¦ Ignacio Gonz¨¢lez Faus.
Lanzada a trav¨¦s de la plataforma Change.org, la carta pide a las ¡°personas de buena voluntad que arropen con su firma al Papa de la misericordia y a los padres sinodales que quieran seguirlo en este camino de una misericordia exigente¡±. En apenas un mes se han recogido 10.981 firmas. Tuteando a su pont¨ªfice, le piden que escuche ¡°el clamor del Pueblo de Dios, en medio de tan crueles resistencias, para dar a la Iglesia un rostro m¨¢s conforme con el Evangelio¡±.
Entre sus argumentos, destaca la afirmaci¨®n de que ¡°la ense?anza de la Iglesia no es que esos divorciados vueltos a casar no puedan recibir la sagrada comuni¨®n sino que, seg¨²n el Concilio de Trento, "la Iglesia no yerra cuando les niega la comuni¨®n". A?aden: ¡°Esa formulaci¨®n, cuidadosamente elegida en aquel concilio, dejaba abierta la posibilidad de que tampoco haya error ni infidelidad en la postura contraria, y que se trate m¨¢s de una cuesti¨®n pastoral que de una cuesti¨®n dogm¨¢tica. En nuestra opini¨®n, la prudencia pastoral no s¨®lo permite sino que hoy m¨¢s bien reclama un cambio de postura¡±.
El libro de Rouco y sus diez colegas, editado en ingl¨¦s por Ignatius Press con el t¨ªtulo ¡®Once cardenales hablan sobre el matrimonio y la familia¡¯, parece un manifiesto. Sospechosamente, su promotor es el canonista alem¨¢n P. Winfried Aymans, un disc¨ªpulo del cardenal M¨¹ller. Adem¨¢s del arzobispo em¨¦rito de Madrid y expresidente de las Conferencia Episcopal Espa?ola, lo firman entre otros altos prelados Camillo Ruini, expresidente de la Conferencia Episcopal Italiana; Robert Sarah, prefecto de la Congregaci¨®n para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos; Jorge Urosa Savino, arzobispo de Caracas; Baselios Clemis, presidente de la Conferencia de Obispos de la India y Joachim Meisner, arzobispo em¨¦rito de Colonia
Por si hab¨ªa sospechas sobre las intenciones de estos prelados, el editor del libro ha dicho que va en la l¨ªnea de otro publicado hace un a?o con el t¨ªtulo ¡®Permanencer en la verdad de Cristo. Matrimonio y comuni¨®n en la Iglesia¡¯, escrito por otros cinco cardenales como r¨¦plica al cardenal Kasper, al que acusaban, ya entonces, de defender ¡°la tesis, contraria a la doctrina, de darles la Eucarist¨ªa a los divorciados en nueva uni¨®n¡±. Ahora se da un paso m¨¢s: llegan a escribir que el Papa parece querer autorizar el ¡°divorcio cat¨®lico¡±.
No hab¨ªa duda sobre el car¨¢cter conservador del cardenal Rouco, presidente de la Conferencia Episcopal durante 12 a?os y l¨ªder indiscutible del catolicismo espa?ol en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas. Fue siempre un hombre fiel a Juan Pablo II y Benedicto XVI, y en el ¨²ltimo c¨®nclave maquin¨® abiertamente para evitar la elecci¨®n de Francisco. Sin embargo, su firma en este libro ha sorprendido incluso a sus fieles seguidores, no porque duden de las ideas del cardenal, inflexible en las materias que se discuten en el s¨ªnodo, sino porque nunca pudieron imaginar que alzase la voz contra un documento papal, o que se resistiese a las reformas que se proponen desde el Vaticano, bien t¨ªmidas por otra parte.
Carta firmada por una veintena de te¨®logas y te¨®logos espa?oles
Hermano Francisco, "Pedro entrevisto":
Estas l¨ªneas quisieran completar, por el otro lado, el escrito de casi medio mill¨®n de fieles, en el que te piden con ah¨ªnco que "reafirmes categ¨®ricamente la ense?anza de la Iglesia de que los cat¨®licos divorciados y vueltos a casar civilmente no pueden recibir la sagrada comuni¨®n". Por amor a Jes¨²s, quisi¨¦ramos pedirte con igual af¨¢n que seamos todos fieles al Esp¨ªritu del evangelio, m¨¢s all¨¢ de supuestas fidelidades a la letra de unas determinadas ense?anzas de la Iglesia.
Hablamos de supuesta fidelidad no para juzgar la intenci¨®n de quienes te escribieron sino porque, en realidad, la ense?anza de la Iglesia no es que esos divorciados vueltos a casar "no puedan recibir la sagrada comuni¨®n" sino que, seg¨²n el Concilio de Trento, "la Iglesia no yerra cuando les niega la comuni¨®n". Esa formulaci¨®n, cuidadosamente elegida en aquel concilio, dejaba abierta la posibilidad de que tampoco haya error ni infidelidad en la postura contraria, y que se trate m¨¢s de una cuesti¨®n pastoral que de una cuesti¨®n dogm¨¢tica. En nuestra opini¨®n, la prudencia pastoral no s¨®lo permite sino que hoy m¨¢s bien reclama un cambio de postura. Por estas razones.
1.- En la Palestina del siglo I, las palabras de Jes¨²s afectaban directamente al marido que traiciona y abandona a su mujer porque otra le gusta m¨¢s, o por motivos de este tipo: son primariamente una defensa de la mujer. Ah¨ª s¨ª que resulta inapelable la frase del Maestro: "lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre". No se conoc¨ªa en tiempo de Jes¨²s la situaci¨®n de un matrimonio que (quiz¨¢ por culpa de los dos o por una incompatibilidad de caracteres, antes no descubierta), fracasa en su proyecto de pareja. Dada la situaci¨®n de la mujer respecto al marido, en la Palestina del s. I, esa hip¨®tesis era impensable. Y aplicar las palabras de Jes¨²s a otra situaci¨®n desconocida en su ¨¦poca, donde lo que hay no es el abandono de una parte sino un fracaso de los dos, podr¨ªa equivaler a desfigurar esas palabras. Estar¨ªamos as¨ª manipulando a Jes¨²s en aras de la propia seguridad dogm¨¢tica, y poniendo la letra que mata por delante del esp¨ªritu que da vida, en contra del consejo paulino.
El evangelio debe ser inculturado y, cuando no se le incultura, se le traiciona. Los ejemplos que siguen pueden aclarar esto un poco m¨¢s.
2.- El evangelista Mateo, que es quiz¨¢s el que cuenta m¨¢s transgresiones de la Ley por parte de Jes¨²s, es curiosamente el ¨²nico que pone en sus labios la frase "no pens¨¦is que he venido a derogar la Ley... He venido a cumplirla hasta la ¨²ltima tilde". Se nos da a entender as¨ª que, en aquellas transgresiones de la letra, Jes¨²s estaba cumpliendo la Ley hasta el fondo, porque estaba custodiando su esp¨ªritu. Y el esp¨ªritu fundamental de toda la ley evang¨¦lica es la misericordia: no una misericordia blandengue, por supuesto, sino una misericordia exigente. Pero de ning¨²n modo una exigencia inmisericorde. Quiz¨¢, pues, tengan algo que decirnos aqu¨ª aquellas palabras con las que Jes¨²s responde a los esc¨¢ndalos que causa su conducta misericordiosa: "a ver si aprend¨¦is lo que significa ¡®quiero misericordia y no sacrificio'... " (Mt 9,13 y 12,7).
3.- La iglesia primera ofrece otro ejemplo palmario de esa fidelidad al esp¨ªritu por encima de la letra, con el abandono de la circuncisi¨®n. La circuncisi¨®n ten¨ªa algo de sagrado como s¨ªmbolo expresivo de la uni¨®n entre Dios y su pueblo; podr¨ªa haber valido tambi¨¦n de ella la citada palabra de Jes¨²s: "lo que Dios ha unido no lo separe el hombre". Sin embargo, la Iglesia abandon¨® esa pr¨¢ctica tras fuertes discusiones y contra la opini¨®n de algunos que cre¨ªan ser m¨¢s fieles a Dios y, en realidad, buscaban su propia seguridad. Gracias a aquella decisi¨®n tan discutida, la Iglesia no s¨®lo fue fiel a Dios sino que abri¨® las puertas a la evangelizaci¨®n del mundo entero. Y hoy aquella decisi¨®n nos puede parecer evidente pero entonces les result¨® a muchos escandalosa.
El mismo Pedro, en su discurso en defensa de aquella decisi¨®n, que hoy nos parece tan fiel al Esp¨ªritu de Jes¨²s, habl¨® de "no imponer un yugo que ni nuestros padres ni nosotros somos capaces de soportar" (Hchs 15,10). Este es uno de los mayores pecados que puede cometer la Iglesia. Y es muy discutible que personas c¨¦libes puedan comprender lo que significa convivir cada d¨ªa ¨ªntima y pac¨ªficamente con otra persona con la que no hay la m¨¢s m¨ªnima sinton¨ªa. Como es discutible que personas c¨¦libes pudieran abstenerse de mantener relaciones sexuales con una persona con la que se convive d¨ªa y noche y a la que se ama.
4.- Tememos que los defensores del rigor piensen que instalar en la Iglesia una "disciplina de misericordia" equivaldr¨ªa a abrir las puertas a una relajaci¨®n moral, o a que la Iglesia acepta los mismos criterios sobre el divorcio que nuestra sociedad pagana. En realidad no es as¨ª: no se cuestiona en absoluto la indisolubilidad del matrimonio; y la disciplina de misericordia sigue siendo una disciplina a la que no todos podr¨¢n acogerse: porque reclama arrepentimiento, reconocimiento de culpa y prop¨®sito firme de enmienda. De lo que se trata es de no dejar solos y sin ayuda a quienes han fracasado. Como Jes¨²s: que com¨ªa con pecadores no porque fuesen buenos, sino para que pudieran serlo.Teresa de ?vila, cuyo centenario estamos celebrando, recuerda en su autobiograf¨ªa, que cuando se sent¨ªa pecadora o infiel recurri¨® algunas veces a abstenerse de la oraci¨®n porque no se sent¨ªa digna de ella. Hasta que descubri¨® que aquel remedio era peor que su mal. La misma Iglesia ha ense?ado siempre (y la pr¨¢ctica lo confirma) que la participaci¨®n en la Eucarist¨ªa puede ser una gran ayuda y una fuerza para vivir evang¨¦licamente. Nos tememos que privar de esa fuerza a quienes fracasaron en su primer proyecto matrimonial y han hecho ya penitencia por ese fracaso, podr¨ªa acabar apart¨¢ndolos de la fe.
5.- Finalmente queda la pregunta de si ha de tener la Iglesia una doble medida para las infidelidades al evangelio que afectan al campo sexual y para las que afectan a otros campos de la moral. Por ejemplo: la iglesia ha ense?ado siempre que el ¨²nico propietario de los bienes de la tierra es Dios y que los hombres somos s¨®lo administradores de aquello que creemos poseer. Esa condici¨®n de administrador pide al hombre poner todos los bienes que tiene de m¨¢s, al servicio de los que tienen menos: de los pobres y de los carentes de medios. Precisamente por eso, la Iglesia no reconoce un derecho absoluto a la propiedad privada, sino s¨®lo en la medida en que ¨¦ste sea un medio para satisfacer el derecho primario y absoluto de todos los hombres a los bienes de la tierra. Esa ense?anza del destino primario de los bienes de la tierra, tantas veces recordada por los ¨²ltimos papas, la incumple una mayor¨ªa de cat¨®licos sin mostrar adem¨¢s el m¨¢s m¨ªnimo arrepentimiento ni voluntad de enmienda por ello. Porque esa ense?anza de la Iglesia es tambi¨¦n muy contraria a la mentalidad de este mundo pagano. Pero ?no es una palmaria injusticia que ¨¦sos cat¨®licos sean admitidos a recibir unos sacramentos que se niegan a los otros casos de pareja fracasada, cuando en ¨¦stos haya un arrepentimiento y voluntad de enmienda que no se dan en aquellos? Dios no tiene dos pesos y dos medidas, o mejor a¨²n: su parcialidad es siempre a favor de los m¨¢s pobres y de las v¨ªctimas. En las par¨¢bolas que cuenta el evangelio del fariseo y el publicano o del hermano mayor del pr¨®digo, Jes¨²s estuvo orprendentemente de parte de los transgresores: porque a quienes los acusaban, todas sus obras buenas no les hab¨ªan servido para tener un coraz¨®n bueno, sino para tener un coraz¨®n duro. Nada m¨¢s, hermano Pedro. S¨®lo hemos querido exponer una opini¨®n. Pero agradecemos mucho tus esfuerzos, en medio de tan crueles resistencias, por dar a la Iglesia un rostro m¨¢s conforme con el Evangelio y con lo que Jes¨²s se merece.
Firmas: Xavier Alegre Santamar¨ªa, Jos¨¦ I. Calleja S¨¢enz de Navarrete, Joan Carrera i Carrera, Luc¨ªa Ram¨®n Carbonell, Nicol¨¢s Castellanos Franco, Maria Teresa D¨¢vila, Antonio Duato, Ximo Garc¨ªa Roca, Jos¨¦ Ignacio Gonz¨¢lez Faus, Lu¨ªs Gonz¨¢lez-Carvajal, M?. Teresa Iribarren Echarri, Jes¨²s Mart¨ªnez Gordo, Jos¨¦ Antonio Pagola Joaqu¨ªn Perea, Bernardo P¨¦rez Andreo, Josep M? Rambla Blanch, Andr¨¦s Torres Queiruga, Jos¨¦ Manuel Vidal, Javier Vitoria Cormenzana y Josep Vives i Sol¨¦
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.