La hora de los bailongos
Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa baila en 'El hormiguero' y el PP lanza su operaci¨®n Simpat¨ªa
Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa inaugur¨® anoche en El hormiguero la operaci¨®n simpat¨ªa. Una estrategia improvisada del PP que pretende acercarnos a sus prebostes, demostrarnos que son humanos. Y que son bailongos, como la vicepresidenta defini¨® a Mariano Rajoy.
Es una peligrosa trivializaci¨®n del jefe del Gobierno. Preferimos su lejan¨ªa en el plasma y su acartonamiento al embarazo que supone imaginarlo ¡°moviendo el esqueleto¡± ¨Cexpresi¨®n viejuna de su iconograf¨ªa- con los grandes ¨¦xitos de los ochenta. Entre ellos, el himno de AP. Que lo cantaba Jaime Morey y que se titulaba La verdadera libertad. Porque la libertad no verdadera ya nos la hab¨ªa ense?ado el mismo Manuel Fraga durante la dictadura.
Nos revel¨®, en efecto, Soraya que Rajoy era un bailongo en un pasaje de la entrevista de Pablo Motos. Entrevista inocentona, edulcorada, simpaticona, premonitoria o preparatoria del momento coreogr¨¢fico que la vicepresidenta debi¨® ensayar con ternura y abnegaci¨®n en su despacho de Moncloa.
Enternece la iniciativa y subestima la madurez de la opini¨®n p¨²blica. Seducirnos con la danza del vientre en el sprint final de la legislatura y de la campa?a, apelar a un movimiento tribal para inocularnos la amnesia, retrata, en realidad, la impostaci¨®n y la improvisaci¨®n, contradiciendo incluso la beligerancia con que Andrea Levy y Garc¨ªa Albiol ridiculizaron los bailes de Iceta en el karaoke de la campa?a catalana.
Aceptaba las preguntas la vicepresidenta anoche porque eran inofensivas. Porque hubiera resultado antip¨¢tico restringirlas a la usanza de los actos marianistas. Y porque su presencia obedec¨ªa a la aspiraci¨®n de introducirse en nuestros hogares. Un programa familiar. ¡°Siente a un pol¨ªtico en la mesa¡±, sobrentend¨ªa el mensaje de normalizaci¨®n con que el PP ha abjurado de la estrategia del miedo. Y del pavor, expuesto con factura de serie B italiana en aquel v¨ªdeo en blanco y negro donde aparec¨ªan los dirigentes hablando catal¨¢n en la intimidad, adoptando muecas terror¨ªficas, escenificando un funeral preventivo.
Ha llegado la hora de sonre¨ªr y de bailar. Ha llegado el momento de escenificar el final de la crisis. Ninguna manera m¨¢s adecuada que contraprogramar el esc¨¢ndalo de Rodrigo Rato en los telediarios con la catarsis de un bailoteo liberatorio, como si Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa quisiera despojarse del veneno a la usanza de la tarantela.
Ella no est¨¢ involucrada en el esc¨¢ndalo. Ni en las corruptelas de la vieja guardia. Ni siquiera est¨¢ involucrada en el partido. La observan con suspicacia en G¨¦nova. Interpretan, con raz¨®n, que ha iniciado una campa?a de reputaci¨®n personal. Y se r¨ªen a sus espaldas del baile. No porque les haga gracia, sino porque la temen. Porque la ubican entre quienes se han concienciado con el traje nuevo del emperador.
Admitamos que los Obama han hecho un da?o irreparable a la pol¨ªtica. No porque lo pretendieran, sino porque su carisma, su telegenia y su naturalidad han forzado las costuras de los imitadores. Pedro S¨¢nchez fue el primero. Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa no ser¨¢ la ¨²ltima, pero deber¨ªan saber unos y otros entre los escombros de una sociedad hastiada la diferencia que existe entre los espectadores y los votantes.
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