¡°Presidente, presidente¡±
Albert Rivera se erige en protagonista de la recepci¨®n de los Reyes en el Palacio de Oriente
Se trataba de estrechar la mano a los Reyes ¡ªdo?a Letizia aprieta m¨¢s fuerte¡ª y de hacerse el encontradizo con Albert Rivera, cuya pujanza en las encuestas lo ha convertido esta ma?ana en presidente in pectore, o en presidente sin predicado, pues "presidente, presidente" lo llamaban los aduladores para desconcierto de Mariano Rajoy en el sal¨®n de baile del Palacio de Oriente. All¨ª se produjo la recepci¨®n de sus majestades con ocasi¨®n de la fiesta nacional, pero no estaba claro si felicitarlos o acompa?arlos en el sentimiento, precisamente porque las ausencias de Artur Mas, I?igo Urkullu, Uxue Barkos y Pablo Iglesias retrataban la pinza con que el nacionalismo y la izquierda alternativa se propone neutralizar los alardes mon¨¢rquicos. Se habl¨® de ellos en los corrillos y se dej¨® de hacerlo en cuanto concurrieron otras noticias. Las que se produjeron, como el saludo desenfadado de Rivera y S¨¢nchez. Y las que no se produjeron, pues Mariano Rajoy mantuvo un cord¨®n de seguridad para evitar confundirse con sus adversarios.
Concedi¨® a los periodistas algunas reflexiones sobre el retroceso electoral del PP, todas ellas desprovistas de dramatismo, refractarias al cambio de guardia que se percib¨ªa en el Palacio de Oriente un a?o despu¨¦s de haberse consumado la transici¨®n de Juan Carlos I a Felipe VI.
El nuevo Rey proporcion¨® a los cortesanos la foto y los argumentos de un encuentro con Albert Rivera. Resultaba tentador especular con el trance. Y m¨¢s tentador resultaba a los invitados abastecer al l¨ªder de Ciudadanos de tarjetas de visita a la antigua usanza. Las cre¨ªa uno extinguidas, pero proliferaron esta ma?ana porque la fiesta nacional todav¨ªa conserva resabios decimon¨®nicos y artificios preconciliares. Hab¨ªa incluso exministros de UCD ¡ªS¨¢nchez-Ter¨¢n, Sancho Rof¡ª y abundaban los exministros en general, o se dilu¨ªan en el inmenso pelot¨®n de los cargos salientes y em¨¦ritos, a medida de una santa compa?a institucional donde brillaron las condecoraciones de los uniformes militares y escasearon los h¨¢bitos eclesi¨¢sticos.
Por eso reluc¨ªan las nobles telas del nuncio, Renzo Fratini, y lo hac¨ªa alguna que otra excelencia de rito oriental, aportando acaso un sesgo cosmopolita o ex¨®tico ¡ªtantos embajadores invitados¡ª a una kermesse entre rancia y posmoderna que hubiera extasiado a un abogado penalista y en la que desfilaron unas 2.000 personas.
Desfilaron ¡ªdesfilamos¡ª en sentido estricto, disciplinando el trance del besamanos, cavilando para los adentros qu¨¦ decirle a los Reyes, aunque la velocidad del rito y el virtuosismo mec¨¢nico de sus majestades, solo comparable a esos gatos mec¨¢nicos que venden en los chinos, no consiente la menor oportunidad al momento de gloria individual.
Otra cuesti¨®n es la astucia de los codos en el sal¨®n de baile. Y la asombrosa habilidad que prodigan los cortesanos experimentados. No solo para la captura de los canap¨¦s en posiciones acrob¨¢ticas, tambi¨¦n para ubicarse en los corrillos que importan. No era cuesti¨®n, por ejemplo, de perder el tiempo con Esperanza Aguirre ni de comentar con Jos¨¦ Montilla los tiempos del tripartito. Ni siquiera de hablar de antropolog¨ªa con el maestro Juan Luis Arsuaga. Urg¨ªa m¨¢s bien organizarle un besamanos oficioso al presidente Albert Rivera.
Nunca hab¨ªa acudido a la recepci¨®n del 12 de octubre ni terminaba de creerse la adulaci¨®n de los arribistas. Celoso de su momento, de su papel presidenciable, el l¨ªder de Ciudadanos se apresuraba a comentar que "no pensaba bailar con nadie". Y "que, en todo caso, bailaba solo". Alud¨ªa a las quinielas electorales, a los pactos que lo convierten en prodigio coyuntural, a las hip¨®tesis que le incitan a definir el movimiento de la bisagra.
No era momento de adquirir compromisos. Se explica as¨ª la prudencia de Alberto N¨²?ez Feij¨®o en su papel de delf¨ªn. Lo asediaron tambi¨¦n a ¨¦l los periodistas para extraerle un titular, pero el presidente de la Xunta entendi¨® que resultaba contraproducente un gesto de deslealtad de Rajoy. Que parec¨ªa ya un presidente en funciones, por mucho que los ministros se multiplicaran en su estela para apuntalar la agon¨ªa del final de una ¨¦poca.
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