La violencia es un recuerdo en la zona m¨¢s castigada por ETA
La ausencia de atentados y 'kale borroka' se percibe en detalles cotidianos que pasan desapercibidos y que antes eran inconcebibles
Siempre evit¨® tocar "el tema". Tan solo una vez se sincer¨® y le pidi¨® que dejara la pol¨ªtica: "Al final te van a pegar un tiro y yo me voy a quedar hu¨¦rfano. ?Por qu¨¦ no te sales de todo eso?", cuenta Manuel, nombre ficticio, que quiere preservar su identidad. Entonces era un cr¨ªo, pero ahora es un hombre de mirada templada, que esboza una sonrisa seria al recordar que, como a todos los hijos de ediles amenazados por ETA, la vida le puso "algunos obst¨¢culos". "Me manten¨ªa al margen, o lo intentaba", comenta. Pero all¨ª, en la esquina del mapa que va de la zona de San Sebasti¨¢n hasta la frontera francesa, "era dif¨ªcil". Un corredor de poco m¨¢s de 20 kil¨®metros en el que la banda terrorista asesin¨® a cerca de una quinta parte de sus 845 v¨ªctimas ¡ªseg¨²n el reciente Informe Foronda¡ª y donde la violencia era un fen¨®meno tan cotidiano como el sirimiri que cae en oto?o.
La capital guipuzcoana es la ciudad vasca que ha registrado m¨¢s muertes por el terrorismo de ETA; en torno a 100. El fot¨®grafo donostiarra Javier Etxezarreta ha recorrido "toda Gipuzkoa de atentado en atentado". "Lleg¨® a ser una rutina", asume. Recuerda uno de tantos, un coche bomba en un barrio de su ciudad: "Escuch¨¦ el pum y ya sab¨ªa lo que era. Agarr¨¦ la moto. Al llegar hab¨ªa un socav¨®n que a¨²n humeaba. Cachos de coche por todas partes, manchas de sangre en la fachada. Me gir¨¦ y a mis pies vi algo. Era un torso. Hab¨ªa por all¨ª un ertzaina, m¨¢s grogui que yo. Le dije que habr¨ªa que taparlo. Llegaron otros agentes y ya me dijeron: t¨², a tomar por culo de aqu¨ª".
"El trabajo pod¨ªa ser muy desagradable", dice este reportero gr¨¢fico que trabaja para una agencia de noticias y que guarda en su archivo miles de im¨¢genes de "aquella ¨¦poca". "?Qu¨¦ voy a hacer con esas fotos? Nada. No quiero ni verlas". Apaga su cigarro y reflexiona. "Me alegro mucho de poder decir que no vivo de hacer fotos sobre la violencia que causaba ETA, porque antes creo que no pod¨ªamos decirlo. Ahora somos fot¨®grafos normales".
Si se sigue el camino unos ocho kil¨®metros al este desde la bah¨ªa donostiarra, en paralelo al Cant¨¢brico, se pasa por Pasaia y se llega a Renter¨ªa. Este antiguo n¨²cleo industrial era un hervidero de la kale borroka. Un peri¨®dico local public¨® una vez: "Ayer no hubo barricadas en Renter¨ªa". Los ni?os jugaban a recoger pelotas de goma y a veces casquillos.
La Casa del Pueblo de Renter¨ªa, atacada 27 veces, tiene hoy terraza
A la puerta de la Casa del Pueblo, la sede del PSE, de la localidad, atacada 27 veces, un militante socialista que ha ocupado cargos p¨²blicos ¡ª"no me saques el nombre"¡ª reconoce que su vida ha cambiado radicalmente en los ¨²ltimos a?os. Ya no le escupen sus vecinos, los mismos que pasaban informaci¨®n a los terroristas sobre sus rutinas. "Lo peor era vivir con escoltas, es muy duro", recalca. A veces la libertad se traduce, cuenta, "en algo tan sencillo como poder viajar en autob¨²s p¨²blico". Hoy, la Casa del Pueblo tiene una modesta terraza en la que es posible tomar caf¨¦, no cuenta con barrotes en las ventanas y han desaparecido las dotaciones de la Ertzaintza que sol¨ªan custodiarla.
Mejor ambiente
El corredor discurre flanqueado por las cimas verde oscuro de Pe?a de Aia y Jaizkibel, a cuyos pies se encuentran feudos tradicionales de la izquierda abertzale como Lezo. El alcalde, Kepa Garbizu, del PNV, desbanc¨® a Bildu en las pasadas elecciones locales. El ambiente a¨²n ¡°no es normal¡±, pero ¡°ha mejorado¡±, explica. ¡°Algunas malas miradas ya no se ven y entre las cuadrillas de amigos tambi¨¦n se percibe m¨¢s flexibilidad¡±, apostilla. Asiente al preguntarle si en estas tierras hubo mucho sufrimiento. "Ahora parece que todos hemos perdido un poco de peso", comenta.
Un poco m¨¢s adelante, en las faldas de las monta?as que lindan con Navarra, est¨¢ Oiartzun. En el centro del pueblo es dif¨ªcil no toparse con paredes pintadas de ¡°PSOE fascista¡± o ¡°Free Otegi¡±. En el Ayuntamiento hay carteles que piden el acercamiento de los presos etarras y, junto a la puerta de alcald¨ªa, un cuadro grande con una escena de soldados franquistas fusilando a varios hombres. El autor, Jose Mari Isasa, oiartzuarra, explica que algunos de los ejecutados eran paisanos del pueblo. Prefiere no hablar de "politiqueo". Reconoce que las cosas han cambiado un poco, aunque no especifica m¨¢s. "La paz tiene que llegar", dice. El alcalde, de Bildu, no se pronuncia y se remite al pr¨®ximo comunicado que saque su partido.
La ¨²ltima ciudad antes de arribar a Francia es Ir¨²n. Este municipio y Renter¨ªa suman casi medio centenar de muertos a manos de la banda. Polic¨ªas, concejales, taxistas, trabajadores... El p¨¢rroco Jokin Mitxelena, natural de Oiartzun, se prepara. En pocos minutos tiene que oficiar la misa en una parroquia irunesa. ¡°Yo no bendigo ning¨²n acto violento, pero como cura tengo que hablar claro¡±. Se remonta al franquismo para dar su explicaci¨®n sobre el origen de la violencia. Recuerda que la dictadura ¡°mat¨®, tortur¨® y encarcel¨® a mucha gente¡±, sin que con la llegada de la democracia se reparara aquel da?o. ¡°Aquello fue terrible, y nadie fue juzgado¡±, considera. "Y eso no se olvida". Reconoce que las nuevas generaciones "no han conocido todo eso" y que, a medida que el tiempo pasa, el ambiente "se tranquiliza".
Las pintadas que jaleaban a la banda han desaparecido de las paredes
Seg¨²n los datos del Euskobar¨®metro, la poblaci¨®n vasca ya no tiene entre sus m¨¢ximas preocupaciones el terrorismo y ha descendido notablemente el ¨ªndice de los que expresan miedo a hablar de la violencia que azot¨® estas tierras durante d¨¦cadas. Sin embargo, al sacar el tema, los semblantes a¨²n se ensombrecen. La mayor¨ªa prefiere zanjar la conversaci¨®n antes de que empiece. Cerca del Bidasoa, el trasiego fronterizo es incesante. La gente corriente prefiere no comentar nada sobre si ha cambiado el ambiente. La menci¨®n de ETA hace cambiar lo que en un inicio son caras relajadas y congela las sonrisas. "Lo siento, esas cosas no me interesan", comenta una mujer. "Agua pasada", dice otro transe¨²nte. Aprietan el paso.
Cuatro a?os despu¨¦s del cese de la actividad armada, la ausencia de violencia se nota en detalles que es f¨¢cil que pasen desapercibidos, pero que hace pocos a?os eran inconcebibles. Los amenazados ya no caminan junto a la sombra de los escoltas. Los polic¨ªas patrullan en parejas y con el rostro descubierto. En los feudos abertzales de la zona resulta dif¨ªcil encontrar las pintadas jaleando a ETA que antes plagaban las paredes. Y concejales de formaciones antes irreconciliables llegan a brindar juntos.
"Porque alguno tendr¨¢ que luchar". Esa fue la respuesta que recibi¨® el hijo que tem¨ªa quedarse hu¨¦rfano. Desde entonces, explica, "las cosas han cambiado bastante". Ya no le da vueltas a que morir por un coche bomba es peor que un tiro en la nuca. O si habr¨¢n puesto un artefacto bajo el coche familiar. Si se cumplir¨¢n las funestas amenazas. Los rodeos que daba para no pasar por lugares en los que antes le increpaban por ser hijo de concejal solo son parte de un mal recuerdo. "Ni olvido, ni perdono. Siempre he ido con la cabeza muy alta. ?A mis hijos? Les dir¨¦ que hubo gente que intent¨® cambiar las cosas. Que quiz¨¢ no pudieron cambiarlo todo. Pero que ganaron la batalla contra el miedo".
Poblaciones en la diana del terrorismo
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