La libertad, ?qu¨¦ libertad?
Gozar de m¨¢s libertades debiera implicar ser m¨¢s responsable de lo que se hace. Pero no suele ser as¨ª
Es imposible discrepar de la tesis de que la democracia en Espa?a ha significado, por encima de cualquier otra cosa, el desarrollo, la protecci¨®n y el respeto a las libertades individuales. Basta un ejemplo de hace unos d¨ªas: el Tribunal Constitucional no impidi¨® que se celebrara el debate en torno a la declaraci¨®n independentista en la constituci¨®n del nuevo Parlamento de Catalu?a. La raz¨®n que dio es que no se debe suspender un debate. Otra cosa ser¨¢ la resoluci¨®n que haya que tomar sobre el contenido de la declaraci¨®n.
Una sociedad liberal se distingue -escribi¨® Ronald Dworkin- por el hecho de que tiende a reducir los contenidos del c¨®digo penal. Con la democracia, en Espa?a, se aprob¨® el divorcio, se ha liberalizado la ley del aborto, los homosexuales pueden casarse y exhibir su homosexualidad p¨²blicamente, se admiten muy variados modelos de familia, a los pacientes se les pide su consentimiento antes de iniciar un tratamiento m¨¦dico. En s¨ªntesis, las limitaciones a la libertad son cada vez m¨¢s difusas, cuando no imperceptibles.
Un valor que ha de desarrollarse con el resto de valores que te¨®ricamente suscribimos: la equidad, el respeto mutuo, la solidaridad, la profesionalidad
Sin embargo, el ejercicio de la libertad y sus consecuencias es uno de los escollos con los que choca una democracia que lamenta el deterioro de sus instituciones, el servilismo partidista de los pol¨ªticos, la extensi¨®n de la corrupci¨®n o la falta de conciencia c¨ªvica en la ciudadan¨ªa. Hay libertad, pero falta criterio y voluntad para utilizarla responsablemente a muchos niveles. Gozar de m¨¢s libertades debiera implicar ser m¨¢s responsable de lo que se hace. Pero no suele ser as¨ª. La pol¨ªtica y la ¨¦tica se han judicializado, lo que significa que, mientras no haya un tribunal que lo sentencie, nadie se siente responsable de nada. Falta conciencia ciudadana, que no es otra cosa que la conciencia de formar parte de una comunidad cuyos problemas debieran concernir a todos.
No es un problema s¨®lo nuestro, sino de la condici¨®n humana y, precisamente, de la concepci¨®n del individuo como se?or de su vida y de sus actos. La expansi¨®n de las libertades choca, en todas partes, con la dificultad del individuo de autolimitarse, de eludir las malas pr¨¢cticas aun cuando no est¨¦n expl¨ªcitamente prohibidas, de conseguir la autonom¨ªa que consiste en cumplir las normas que uno acepta como correctas, pero que son normas al fin y al cabo. Nos encontramos en la situaci¨®n que tan bien describi¨® Benjamin Constant al referirse a la ¡°libertad de los modernos¡±: la libertad individual para elegir un modo de vida y tratar de realizarlo, sin prestar demasiada atenci¨®n a las desgracias y requerimientos de los dem¨¢s ni a lo que ser¨ªa mejor para la sociedad en su conjunto. La libertad de los modernos ha sido un logro indiscutible, un progreso, el reconocimiento del valor del individuo por encima de cualquier otro punto de vista. Pero tiende a ignorar algo muy importante: que la libertad, como cualquier otro valor, no es un valor absoluto. La libertad es un valor a desarrollar en conjunci¨®n con el resto de valores que te¨®ricamente suscribimos: la equidad, el respeto mutuo, la solidaridad, la profesionalidad, todos aquellos valores cuyo ejercicio no es posible sin limitar al mismo tiempo la satisfacci¨®n de los deseos m¨¢s inmediatos.
Las limitaciones a la libertad en Espa?a son cada vez m¨¢s difusas, cuando no imperceptibles
A los espa?oles, el disfrute de las libertades nos pill¨® m¨¢s desprevenidos, con menos entreno para poner el freno cuando era necesario. Sin darnos cuenta, nos sumergirnos en un endeudamiento masivo que a duras penas estamos superando, de tener un crecimiento econ¨®mico espectacular hemos pasado a constatar unos niveles de pobreza vergonzosos, si el empleo se activa, no lo hace en la forma adecuada, no encontramos la manera de introducir la educaci¨®n ¨¦tica en la escuela, muchas corrupciones quedan impunes, los medios de comunicaci¨®n ceden a la tentaci¨®n del espect¨¢culo por encima del rigor informativo y del entretenimiento sano. Por no hablar del delirio independentista que se exhibe orgulloso como ejemplo de una democracia popular y a favor de la ?devoluci¨®n de la libertad! Aunque cueste reconocerlo, la libertad no es un fin en s¨ª misma, es un medio para progresar, la condici¨®n necesaria pero no suficiente para contribuir a la construcci¨®n de un mundo con menos barbarie y m¨¢s humanidad.
Victoria Camps es catedr¨¢tica em¨¦rita de Filosof¨ªa moral y pol¨ªtica de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
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