Gacelas bajo la Alcazaba de Almer¨ªa
Los ant¨ªlopes se cr¨ªan en la ciudad porque es su clima ideal, y la desertizaci¨®n acosa los invernaderos de El Ejido sin que se sepa cu¨¢nto durar¨¢ el agua
En Almer¨ªa ciudad, al pie de la Alcazaba, corretean gacelas del S¨¢hara, y con esto ya uno se hace una idea de cu¨¢nto se parece este clima al de ?frica. Unos pocos ant¨ªlopes llegaron aqu¨ª, a una granja del Centro Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC), en 1971, y ya son m¨¢s de 400. Viven como en su casa. Es m¨¢s, en el caso de las gacelas Mhor es su ¨²nica casa, porque en la original se han extinguido. Esta especie no existe en libertad. Este centro, que cr¨ªa otras tres especies, las reintroduce luego en Senegal, Mauritania y Marruecos. "Es un lugar ¨²nico, Almer¨ªa es el sitio con un clima m¨¢s parecido a su zona de origen. De hecho, cuando llegaron se les hizo un cobijo, por si quer¨ªan meterse, y nunca lo hicieron", cuenta Teresa Abaigar, bi¨®loga de la finca.
Almer¨ªa es la zona m¨¢s seca de Europa, pero no es de ahora, sino de hace miles de a?os. Eso no es preocupante. Otra cosa es lo que se est¨¢ desertificando ahora mismo. "El desierto es un ecosistema de miles de a?os, con mucha diversidad, con interacci¨®n entre las especies, muy afinado. En cambio, en una zona desertificada todo es banal, la vegetaci¨®n se muere", dice Juan Puigdef¨¢bregas, uno de los mayores expertos mundiales sobre el tema. Vicente Andreu, director del Centro de Investigaci¨®n de la Desertificaci¨®n (Cide) del CSIC, en Valencia, cree que se ignora el sentido real de este fen¨®meno: "Se piensa en dunas y camellos, pero es algo m¨¢s profundo. Significa p¨¦rdida de productividad biol¨®gica por la acci¨®n humana, que impide sostener el ecosistema".
En Espa?a est¨¢ ocurriendo esto, una humillaci¨®n del paisaje, en cinco sitios, aunque solo representa el 1% del territorio dentro un panorama en el que el 30% del suelo nacional ya est¨¢ degradado. La desertificaci¨®n avanza, asociada a regad¨ªos excesivos, en los nuevos olivares del Este de Andaluc¨ªa, en los cultivos de La Mancha, donde se est¨¢n secando el J¨²car y varios r¨ªos, y en el Valle del Ebro. Tambi¨¦n en la gran dehesa que va de Salamanca a Huelva, por culpa de las subvenciones comunitarias por cabeza de ganado, que han disparado la poblaci¨®n vacuna.
Pero el caso m¨¢s grave con diferencia es cerca de donde viven las gacelas: la zona de mayor riesgo de desertificaci¨®n en Espa?a son las 30.000 hect¨¢reas de cultivo intensivo de El Ejido. Una explotaci¨®n masiva est¨¢ agotando los acu¨ªferos y salinizando las tierras. El Ejido corre el riesgo de parecerse a¨²n m¨¢s a ?frica. En concreto, al delta del N¨ªger. Es un caso de manual. Un gran ciclo de lluvias a partir de los a?os sesenta cre¨® en este pa¨ªs una f¨¦rtil regi¨®n de cultivo, atrajo mucha inmigraci¨®n, se aplicaron t¨¦cnicas agr¨ªcolas agresivas y los campesinos se endeudaron. Luego lleg¨® una terrible sequ¨ªa. El negocio se hundi¨® , pero la gente no se pod¨ªa ir. El para¨ªso se acab¨®. Francisco Domingo Poveda, director de la Estaci¨®n Experimental de Zonas ?ridas (Eeza), situada tambi¨¦n en Almer¨ªa, avisa: "El Ejido podr¨ªa tambi¨¦n acabar as¨ª". ?Cu¨¢ndo? No se sabe, pero es un riesgo real.
Lo que se hace en Almer¨ªa con el agua no lo encuentras en ning¨²n lugar del mundo, porque sabemos lo que vale" Lola G¨®mez, agricultora
Los agricultores de la comarca lo saben. "C¨®mo no lo vamos a saber, si vemos cada a?o c¨®mo cambia el clima y llueve cada vez menos", admite Lola G¨®mez, una agricultora de 49 a?os con una empresa familiar. En El Ejido est¨¢n hartos de que les pinten como desalmados que arruinan la tierra, explotan inmigrantes y encima dan tomates que no saben a nada. Lola ten¨ªa tres a?os cuando su padre plant¨® el primer pl¨¢stico, hace casi medio siglo. Diecis¨¦is cuando en 1981 dej¨® de regar por simple inundaci¨®n del terreno y comenz¨® a utilizar el goteo. Ella es la siguiente generaci¨®n, m¨¢s consciente del problema, y lleva catorce a?os con agricultura biol¨®gica, combatiendo plagas con bichitos, cultivando sin suelo y con un circuito que reutiliza el agua. Hasta aprovecha el pelo de coco que le sobra a la industria del autom¨®vil para el sustrato de las semillas. S¨ª, es incre¨ªble, las marcas de coches usan la c¨¢scara del coco para fabricar salpicaderos. Es una de las cosas rar¨ªsimas que se aprenden en El Ejido de la lucha man¨ªaca por el agua.
Lo cierto, asegura Lola, es que si en 1981 los agricultores de esta zona usaban 230 hect¨®metros c¨²bicos por a?o en 10.000 hect¨¢reas, hoy en el triple de terreno usan 120. Est¨¢n obsesionados con exprimir cada gota. El problema es que llevan d¨¦cadas escarbando en busca de agua hasta 600 metros de profundidad. Conf¨ªan en que la tecnolog¨ªa acabe salvando a m¨¢s de 15.000 familias productoras y peque?as empresas, y el ¨²ltimo logro es la nueva desaladora de Campo de Dal¨ªas. Entrar¨¢ en breve en pleno funcionamiento y esperan que en quince a?os aporte el 20% del agua.
Lola est¨¢ harta de los prejuicios sobre el famoso mar de pl¨¢stico: "Hablan mucho, pero cuando salgo de Almer¨ªa y veo c¨®mo derrochan agua en el resto de Espa?a me llevo las manos a la cabeza. Lo que se hace en Almer¨ªa con el agua no lo encuentras en ning¨²n lugar del mundo, porque sabemos lo que vale". Vale una media de tres personas empleadas por hect¨¢rea, es decir, unas 90.000.
"S¨ª, son muy buenos en eso, en regar poco", comenta esc¨¦ptico Puigdef¨¢bregas. "Pero eso quiere decir que la sal sube. Cuando eso sucede cambian de sitio y es as¨ª como se va desertificando la zona. Casi trabajan sin suelo. Solo ocupan sitio y agua. Dicen que aprovechan el agua lo menos posible, pero es que ya eso puede ser demasiado. La situaci¨®n es muy mala. Son acu¨ªferos con una vida limitada, nadie sabe cu¨¢nto. Es un sistema explosivo, y con el problema de la intrusi¨®n marina: cuando baja la presi¨®n hidr¨¢ulica en el subsuelo entra el agua del mar y el d¨ªa que irrumpa definitivamente eso ya no tendr¨¢ soluci¨®n. Har¨ªa falta m¨¢s prudencia".
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