La noche electoral espa?ola
Desde la noche de los tiempos, las noches son m¨¢s importantes que los d¨ªas. As¨ª ocurre con la noche de bodas, la noche de Walpurgis o, como es hoy el caso, la noche electoral. Como estamos en d¨ªas prenavide?os, los amigos, las familias, los compa?eros del asilo... se re¨²nen a la luz de las pantallas y con el mando a distancia remueven las cadenas en la tele como bolas de loter¨ªa en un bombo; pero en vez de unos villancicos lo que se canta en estos programas especiales son los votos. Lo mismo que Dickens escribi¨® su Cuento de Navidad, los presentadores leen sus recuentos de Navidad, y as¨ª se despide al Gobierno como se dice adi¨®s a un a?o viejo. Presidente nuevo, vida nueva. Iniciamos las legislaturas con los mismos buenos prop¨®sitos con que empezamos los a?os. Seg¨²n quien haya ganado, hay quien se promete hasta dejar de votar; a pesar de que luego siempre acabe haci¨¦ndolo a escondidas. La mayor¨ªa de las veces el voto no es que sea secreto, es que es inconfesable.
Que gane a menudo el mismo partido es como cuando cada a?o los Reyes le traen la misma corbata de rayas a un aut¨®nomo. Espa?a es un pa¨ªs con muchos aut¨®nomos y, por tanto, con muchas autonom¨ªas. Y seg¨²n algunos pol¨ªticos, estos son los dos grandes valores de la naci¨®n, salvo alguna cosa. Otro caso que puede darse es que esta noche no vuelva a ganar el mismo partido sino el que hab¨ªa ganado en las elecciones anteriores. Y que a su vez previamente hab¨ªa sido relevado por el que ahora acaba de perder. El bipartidismo es el par de calcetines que tambi¨¦n suelen caerle al aut¨®nomo cada noche de Reyes. Un calcet¨ªn no hace granero, pero ayuda a su compa?ero. En Espa?a, desde los tiempos de Jos¨¦ Luis L¨®pez V¨¢zquez, lo que se lleva son los calcetines negros. Pero con fanatismo. Hasta tal extremo, que durante d¨¦cadas no se ha dejado entrar a nadie en la discoteca con calcetines blancos. El bipartidismo es cambiarse los calcetines, pero de pies.
Lo hemos dicho al inicio: vivimos en un pa¨ªs de noches (y largas). Aqu¨ª se arregla todo de madrugada, hasta los intentos de golpe de Estado. Nuestros rom¨¢nticos, el primero Cadalso, nos advirtieron de esas noches l¨²gubres. El siglo XX lo empezamos con la Noche en los jardines de Espa?a de Falla, y lo acabamos con la Fiebre del s¨¢bado noche de Travolta. Al principio de la democracia, las legislaturas se hac¨ªan muy cortas pero las noches electorales eran inacabables (sobre todo cuando sal¨ªa Mart¨ªn Villa para decir que a¨²n no se sab¨ªa nada). Ahora, lo que no hay manera de que se pasen son los Gobiernos. Las noches las trituramos.
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