El odio como obst¨¢culo
Rajoy y S¨¢nchez intoxican la soluci¨®n a la crisis en una batalla de egos que se remonta a los insultos del debate televisivo
El rencor, el odio o los dos problemas a la vez han intoxicado las opciones de un pacto de Estado entre el PP y el PSOE.?Ni Mariano Rajoy perdona a S¨¢nchez el insulto de indecente ni Rajoy condesciende con los improperios de S¨¢nchez en el debate incendiario del 14 de diciembre que arbitr¨® estupefacto Campo Vidal.
No tuvo mucho peso el duelo en el resultado de los comicios, pero lo ha adquirido ahora, hasta el extremo de que el porvenir de una legislatura sensata y aseada parece subordinado a la arrogancia de los machos en litigio, incapaces de resguardar los espolones. Menos a¨²n apelando a la vacuidad de la altura de miras. Rajoy y S¨¢nchez se han ensimismado en su propia estatura, se han obcecado en el rec¨ªproco resentimiento.
Y no es el ¨²nico problema. El otro radica en su estricta ambici¨®n. Rajoy que se niega a abdicar y S¨¢nchez que parece haber interiorizado el planteamiento maximalista del todo o la nada. Han sometido ambos el inter¨¦s de sus partidos a la gloria personal. Permanecer en La Moncloa o acceder a ella. Y ama?ar las circunstancias para conseguirlo. Rajoy, que se considera imprescindible e impone al PP una ins¨®lita omert¨¤. Pedro S¨¢nchez, que se ha propuesto alumbrar un engendro pol¨ªtico, constre?ido a aprender euskera por correo y a disimular en la abstracci¨®n de "las izquierdas" el derecho a colocar en una pica la cabeza de Rajoy el "indecente".
Ya explica el editorial de EL PA?S que los puntos de encuentro entre el PSOE y el PP respecto al modelo de Estado y las eventuales reformas constitucionales sobrepasan la pugna de los egos y la ambici¨®n particular de La Moncloa. Y plantea un papel de arbitraje a Albert Rivera con la bisagra de Ciudadanos. O se abstiene el PP para favorecerlo. O se abstiene el PSOE para animarlo, pero cualquiera de los dos escenarios implica o sobrentiende que S¨¢nchez y Rajoy abjuren de su posici¨®n visceral y hasta de su protagonismo pol¨ªtico.
El cortocircuito expone el escenario a unas elecciones anticipadas o premia la obstinaci¨®n de Pedro S¨¢nchez. Se van a movilizar los barones para disuadirlo de su temeridad y lo har¨¢ probablemente el patriarcado, pero el l¨ªder socialista puede defender a su favor que el principio de evacuar al PP dio vuelo a coaliciones con Podemos -activas o pasivas- en varias comunidades y decenas de ayuntamientos, predisponiendo as¨ª la repetici¨®n del mismo escenario a escala nacional.
No figuraba en esos pactos, claro, el dogma del derecho a la autodeterminaci¨®n. Por eso S¨¢nchez necesita que Podemos se lo despeje. Y que la concesi¨®n anime una investidura en cuyo desenlace podr¨¢ decirle a Rajoy: ya ves, Mariano, el debate, al final, lo gan¨¦ yo.
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