El inaplazable cambio del sistema electoral
La corrupci¨®n provoc¨® un proceso de descomposici¨®n del sistema pol¨ªtico a¨²n inacabado
Hace ocho a?os, las grandes estafas financieras y las pr¨¢cticas corruptas de los grandes partidos desencadenaron en Espa?a un proceso de descomposici¨®n del sistema pol¨ªtico que todav¨ªa hoy permanece inconcluso. Sin embargo, han tenido que pasar muchos despidos, muchos desahucios, muchos aut¨®nomos arruinados y muchos j¨®venes sin futuro para que la gente pusiese fin con su voto al sistema de partidos nacido de la Transici¨®n. El 20 de diciembre de 2015, al menos 9 millones de personas cambiamos nuestro voto y pusimos fin a un sistema de organizaci¨®n parlamentaria de apariencia pluralista, pero cuya pr¨¢ctica permiti¨® desplegar durante d¨¦cadas el abanico de las peores artes del bipartidismo, vestido en Espa?a con traje de mayor¨ªa absoluta y decreto ley.
?Por qu¨¦ ha costado tanto esfuerzo cambiar el sistema de partidos? La pregunta no es nueva. La respuesta tampoco. El sistema electoral construido durante la Transici¨®n se dise?¨® precisamente para eso: para conformar un sistema pr¨¢cticamente bipartidista, con rendijas que ¨²nicamente permitiesen entrar en el juego a las formaciones mayoritarias en sus respectivos territorios, pero que estableciese un veto de facto sobre terceras alternativas de ¨¢mbito estatal. La artima?a es bien conocida: la provincia como circunscripci¨®n y la asignaci¨®n de dos diputados por provincia con independencia del n¨²mero de habitantes. No es casual que el legislador eligiese el ¨²nico nivel administrativo del Estado no sometido a control democr¨¢tico directo. El resultado es bien conocido: Espa?a cuenta con uno de los sistemas electorales proporcionales m¨¢s desproporcionales de Europa y del mundo, valga el trabalenguas. El voto de un turolense cuenta casi el doble que el de un madrile?o; el de un barcelon¨¦s casi la mitad que el de un zamorano. Un esc¨¢ndalo dif¨ªcil de justificar, una violaci¨®n flagrante de la igualdad pol¨ªtica, esa igualdad burguesa y esencial que constituye la columna vertebral del derecho civil y pol¨ªtico occidental y conforma el sustrato ideol¨®gico en el que germinaron todas las democracias europeas del siglo XX.
Es por este retorcimiento del principio de igualdad por el que ha hecho falta acumular una ingente cantidad de fuerza pol¨ªtica para que esa mayor¨ªa social que lleva a?os reclamando cambios lograse visibilizarse en el Congreso de los Diputados. El pasado 20 de diciembre lo logramos y, sin embargo, a pesar del enorme avance, el sistema electoral ha vuelto a operar como dique del cambio. Si nuestro sistema electoral estuviese dise?ado para garantizar el valor igual de todos los votos, esa noche la vicepresidenta en funciones, Soraya Sa¨¦nz de Santamar¨ªa, habr¨ªa anunciado los siguientes resultados: PP 100 diputados, es decir, 23 diputados menos de los realmente obtenidos; PSOE 77, 13 menos de los obtenidos; Podemos y sus confluencias, 72 diputados, 3 m¨¢s de los obtenidos; Ciudadanos 48 diputados, 8 m¨¢s; e IU 13 diputados, 11 m¨¢s de los realmente obtenidos. Ha llegado el momento de ponerse a trabajar en pro del cambio constitucional para hacer cumplir ese viejo mandato democr¨¢tico que en el mundo (tambi¨¦n en Espa?a) reza: una persona, un voto. ?Empezamos?
Carolina Bescansa es secretaria general del Grupo Parlamentario de Podemos.
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