Gu¨ªa corrupta de Matas en Palma
El legado del expresidente balear deja una monta?a de procesos y el desd¨¦n ciudadano
Cuando empez¨® este jueves la declaraci¨®n de Jaume Matas ante el tribunal, en el bar del monumental vel¨®dromo Palma Arena ¡ªsu principal legado¡ª hab¨ªa cinco personas y ninguna miraba la tele. Tampoco ten¨ªan puesto el canal que retransmit¨ªa el juicio. Por el local se entra a varias oficinas oficiales, la federaci¨®n de dardos y otras, y entes como Illesport, implicada en el caso N¨®os. Es gracioso encontrarse la Consejer¨ªa de Transparencia, siendo el Palma Arena el n¨²cleo del gran caso de corrupci¨®n, con 28 piezas, del que ha surgido el proceso a la Infanta. Se presupuest¨® en 48 millones y cost¨® 110. Y encima les sali¨® mal, no era reglamentario. Solo fue homologado tras una costosa reforma.
Es el estilo Matas, cuya huella en la ciudad se puede seguir como un mapa del tesoro. Adora las apariencias. Al verlo en el banquillo, con su traje y su relojazo, no parece que haya pasado por la c¨¢rcel como sus dos compa?eros de banquillo. ?l, un exministro, sali¨® el a?o pasado de prisi¨®n tras cumplir una pena de nueve meses por tr¨¢fico de influencias. Y lo que le puede quedar. Tiene una agenda repleta de procesos. El juez Jos¨¦ Castro, liberado del caso N¨®os, ahora se dedica de lleno a los otros flecos y dar¨¢ al Palma Arena un aceler¨®n. Acaba de cerrar dos piezas y est¨¢ a punto de concluir otra. Eclipsado por la Infanta y Urdangarin, Matas es el otro gran protagonista del juicio.
Palma miraba este jueves para otro lado. En un largo paseo por los lugares de los desmanes de Matas, en ning¨²n bar segu¨ªan por la tele el proceso. Tampoco en las tres cafeter¨ªas del hospital Son Espases, pero es que ninguna tiene televisor. Este complejo es investigado por el presunto ama?o de unas obras fara¨®nicas, de 700 millones, y se maneja la hip¨®tesis de que la trama tenga relaci¨®n con la reforma de la sede del PP en Madrid. ¡°No seguimos el juicio, es que llevamos a?os con esto¡±, explican tres m¨¦dicos en una mesa. Lo mismo dicen otras personas en la calle. Dan a Matas por acabado y a nadie le interesa. Puede ser indiferencia, pero tambi¨¦n es una forma de desd¨¦n hacia quien fue el amo de la isla.
La convivencia con el delito que domin¨® Baleares durante a?os se refleja en una met¨¢fora tan perfecta que parece inventada: el Tribunal de Cuentas balear est¨¢ pegado al famoso palacete de Matas, comprado y amueblado no se sabe con qu¨¦ fortuna. Son 600 metros cuadrados, vale 2,4 millones de euros y fueron c¨¦lebres sus escobillas de inodoro de 375 euros. Hace un mes Matas ofreci¨® la vivienda para pagar los da?os causados en el caso N¨®os. En otro palacio cercano tienen su estudio los hermanos Garc¨ªa-Ruiz, arquitectos del Palma Arena. Ya condenados en otra pieza, son protagonistas de la n¨²mero 9, que acaba de cerrarse: Matas los eligi¨® a dedo, como a Urdangarin.
El expresidente balear y exministro no soporta las cr¨ªticas de la prensa, y de hecho compra periodistas, como Antonio Alemany, en prisi¨®n por cobrar de forma ilegal por escribirle los discursos. Fue la segunda condena de Matas. La primera, porque un hotelero pagaba 3.000 euros de sueldo a su mujer sin hacer nada, un contrato simulado. Dos de sus colaboradoras fueron condenadas por pinchar los correos electr¨®nicos de la oposici¨®n. Su cu?ado, exgerente del PP balear, por pagar con dinero negro la campa?a auton¨®mica de 2007. En el primer caso que asedi¨® a Matas, el Mapau, en 1999, se juzg¨® la falsa inscripci¨®n en el censo de argentinos para un pucherazo electoral, aunque sali¨® indemne y pagaron tres funcionarios.
Tras ser ministro, de 2000 a 2003, regres¨® a la presidencia balear y, a la vista de c¨®mo dispon¨ªa del dinero p¨²blico, es como si hubiera perdido el contacto con la realidad. Jugar al p¨¢del con Urdangarin en Marivent y hacer negocios juntos debi¨® de acabar con sus ¨²ltimos filtros inhibidores. El paseo acaba ante el mar, donde por suerte hay un gran vac¨ªo, el de la fastuosa ¨®pera de Calatrava con forma de alcachofa que no se lleg¨® a construir. Pero es otro juicio pendiente.
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