Calles, placas, t¨ªteres
Esa extra?a c¨¢tedra, muy adecuada al estilo de militancia indirecta de los rectores precedentes, ha salido a la luz
En julio di una conferencia en El Escorial, invitado por la C¨¢tedra de la Memoria Hist¨®rica del siglo XX, de la Complutense, y a pesar de la amabilidad de los anfitriones, la experiencia fue amarga. No se interesaban demasiado por mi consideraci¨®n del genocidio franquista, pero se irritaron cuando exig¨ª ponderaci¨®n en este tema, y cit¨¦ a Paracuellos como crimen contra la humanidad. Su memoria era militante y solo miraba hacia un lado. Pens¨¦ en lo que pod¨ªa pasar con el ya inminente, y necesario, cambio del callejero madrile?o, liber¨¢ndolo de golpistas y pol¨ªticos de Franco: ¡°Solo cabe exigir ponderaci¨®n ¡ªescrib¨ª en este diario¡ª, no eliminar a un buen escritor por ser franquista¡±. Se lo escrib¨ª al rector, entonces y ahora sin respuesta.
M¨¢s all¨¢ del incidente, esa extra?a c¨¢tedra, muy adecuada al estilo de militancia indirecta de los rectores precedentes, ha salido a la luz. Y hace falta m¨¢s luz, porque la memoria del siglo XX va m¨¢s all¨¢ de la guerra y la represi¨®n, no teniendo sentido un montaje confuso que margine recursos de la Universidad. Es el viejo defecto de una izquierda corporativa que, como ahora vemos en el Ayuntamiento de Madrid (con Ana Botella fue peor), se encapsula en la asignaci¨®n de puestos y recursos por afinidad.
El presagio ha estado a punto de cumplirse y, como en los asuntos de los titiriteros o de la placa de los carmelitas, conviene superar la an¨¦cdota. Casi dejando al margen a los t¨ªteres, que desde el XIX jugaron con frecuencia el papel de azote de los s¨ªmbolos del poder. Solo que se excedieron brutalmente y pusieron el ¡°Gora Alka-ETA¡± disfrazado, que de autorizarse generar¨ªa una epidemia en Euskadi. La polvareda de la c¨¢rcel fue lo peor.
Los tres episodios encajan en una mentalidad que ha ido extendi¨¦ndose entre la juventud disconforme desde el fin del comunismo y de la que ¡°contrapoder¡± fue ejemplo y vivero. Surgi¨® un manique¨ªsmo primario, seg¨²n el cual quienes no suscrib¨ªan el Gran Rechazo al orden establecido, eran y son calificados de reaccionarios o instrumentos del capitalismo. Sin matices, ni preocupaciones culturales burguesas. La cultura debe servir para romper. El sesgo ofensivo est¨¢ ah¨ª desde el principio: ¡°organizar la rabia¡±. ¡°Tomamos las redes, tomamos las plazas¡±, confirma Mayer. Entre los enemigos siguen los m¨¢s apolillados de anta?o, de ah¨ª el penoso anticlericalismo visible en la toma de la capilla o "el error" de la placa de los carmelitas. La democracia no se asume, ¡°se disputa¡±. De ah¨ª el inaceptable proyecto de Maestre de contar la vida del Ayuntamiento, siendo su portavoz. Hacer pol¨ªtica es desbordar.
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